Empresas, cooperación social y la magnitud de las multas

La idea de que «las empresas todo lo miden en clave económica» está muy extendida por motivos justificados.

En primer lugar las empresas, incluso esas que se autodenominan «emprendimientos sociales», se hacen para crear puestos de trabajo (al menos los de los fundadores) y asegurarles el salario a esas personas (la motivación económica es inevitable en todas, y todas hacen una función social al crear empleo). Es obvio que hay muchas formas de enfocar un proyecto, pero decir «somos un emprendimiento social y no tenemos ánimo de lucro» es una falacia. Tu salario también es lucro. Y si no lo crees, pregúntale a un desempleado.

En segundo lugar, el sistema de presión social que sirve para que nos comportemos socialmente de forma más o menos honesta (para que cooperemos unos con otros y no abusemos de nuestra posición) tiene un problema con las empresas, ya que la pena máxima (el daño físico: cárcel, pena de muerte, etc.) no puede ser aplicada a una «persona no física», a quien lo más que le puedes es poner una multa, como bien explicó Schneier en Liars & Outliers.

Paul Newman y Tim Robbins en El gran salto de Joel Cohen
[Foto: Paul Newman y Tim Robbins en El gran salto de Joel Cohen (tres tipos muy grandes, si me lo permiten).]

Con esto en mente, no puedo sino recibir con diversión lo que leemos en Mashable:

The FCC is fining Google $25,000 for impeding an investigation into personal e-mails and other data collected via the company’s Street View cars.

But that’s far from a punitive fine for the search giant. In fact, it is less than the company spends on one day of lunch for its employees.

Vaya, si las consecuencias derivadas de recopilar información masiva de las personas y sus redes sale así de barato, ¿esta multa incentiva o desincentiva la violación futura? ¿Nos conformamos con que lo sintieran profundamente?

Pero no es todo, cuando ya tenía este post casi concluido llego a una resolución judicial (gracias a Félix Haro) que impone una sanción al PSOE por violación de la LOPD. Los hechos probados incluyen una violación a gran escala de la LOPD (infracción grave) y la multa asciende (aunque casi vale la pena decir desciende) hasta los 18.000 euros. Del mismo modo, si las consecuencias de violar la LOPD de forma grave sale por ese coste, ¿esta multa incentiva o desincentiva la violación futura?

Está claro que las entidades, personas «no físicas», escapan al último eslabón que articula el fortalecimiento de la confianza y los mecanismos de cohesión social. Pero eso habría de ayudar a desarrollar un tercer nivel (el de las sanciones económicas) capaz de suplir esa carencia. Cuando ese sistema no cumple su función (si la multa te cuesta menos que un día de comida, la empresa probablemente gane más diner saltándose la norma), está claro que estamos alimentando esa «impunidad comprada con dinero». Pero, más importante aún, ¿por qué el sistema actúa así? ¿De verdad el legislador no sabe lo que hace? A todo esto, claro, a nuestra privacidad que le vayan dando matarile.

Conocer bien las dinámicas de una red, más importante que conocer sus líderes

Desde que Malcolm Gladwell publicara The Tipping Point hace una década, los argumentos contenidos en ese libro han sido aderezo imprescindible para toda campaña de comunicación online, incluso para aquellas que no pasaban de ser marketing aburrido (o agotador, como la recurrente y repetida búsqueda del «viral» a toda costa). El enfoque es sencillo: detectemos a los individuos influyentes en un ámbito, sumémoslos a nuestra causa y su prestigio hará el resto. Mientras este planteamiento parece correcto (quizá porque llevamos una década manejándolo), ¿qué sucedería si la propagación de un meme no estuviera relacionada con la reputación o la influencia del emisor sino con otros parámetros que no estamos contemplando? Recientemente no uno sino dos trabajos parecen apuntar en esta idea: uno pone la carga de la propagación en el receptor del mensaje y otro en la topología de la red.

Los nodos centralizadores

Malcolm Gladwell parte de la idea de que en una red hay nodos que actúan como hubs actuando de conectores entre unos y otros. Así, para llevar un mensaje desde A hasta C no podemos ir de cualquier forma, sino que necesitamos pasar por B, que actúa como conector. En su argumentación, los nodos que al igual que el B de nuestro ejemplo actúan como conectores masivos son los que con más probabilidad pueden ayudar a que nuestro mensaje alcance la masa crítica necesaria para asegurar su propagación. Acceder a ellos sería La clave del éxito, que es como algún traductor creativo tradujo el título de la obra de Gladwell.

Pero, ¿y si la propagación de una noticia o un meme no estuviera relacionado con la reputación o la influencia del emisor sino con otros parámetros? Todo parece indicar que sucede exactamente eso y que los parámetros relevantes no son la influencia del emisor, sino la influenciabilidad del receptor y la topología de la red que estemos analizando y en la que deseemos comunicarnos.

De los «6 grados de separación» al Tipping Point… y vuelta atrás

El primero de los apuntes en esta línea lo proporcionaba Duncan Watts, teórico de redes que fuera profesor en la Universidad de Columbia y ahora trabaja para Yahoo!. Watts no estaba convencido del modelo de Gladwell, así que organizó por su cuenta una repetición masiva del clásico experimento de Milgram que dio origen a la regla de los «seis grados de separación». Según nos contaron en FastCompany:

«But Watts, for one, didn’t think the gatekeeper model was true. It certainly didn’t match what he’d found studying networks. So he decided to test it in the real world by remounting the Milgram experiment on a massive scale. In 2001, Watts used a Web site to recruit about 61,000 people, then asked them to ferry messages to 18 targets worldwide. Sure enough, he found that Milgram was right: The average length of the chain was roughly six links. But when he examined these pathways, he found that «hubs»–highly connected people–weren’t crucial. Sure, they existed. But only 5% of the email messages passed through one of these superconnectors. The rest of the messages moved through society in much more democratic paths, zipping from one weakly connected individual to another, until they arrived at the target.»

Aquí una referencias al trabajo de Watts en Scientific American, ya en el 2003. El experimento de Watts corroboró los seis grados de separación de Milgram, pero levantó en él otras dudas. Por supuesto que descubrió algunos nodos centralizadores que aglutinan más mensajes que otros (esta centralidad irregular seguramente es inevitable en una red compuesta por personas), lo que sucede es que en su experimento los mismos tenían un rol menos concentrador que lo que Gladwell había sugerido. Un 5% es un 5%, pero si ha de traernos una idea a la mente es que es sólo un 5%.

Watts concluye que para la propagación de un mensaje no es tan relevante la autoridad del emisor como la capacidad del receptor de ser influido. Es mucho es más importante cuán influenciable es el público objetivo del meme.

La no importancia acerca del emisor

Un artículo publicado en Nature hace apenas 3 semanas va más allá, referenciando un trabajo publicado en 2004 en Physical Review E:

A closer analogy to our approach is perhaps provided by neutral models of ecosystems, where individuals (posts) belonging to different species (memes) produce offspring in an environment (our collective attention) that can sustain only a limited number of individuals. At every generation, individuals belonging to new species enter the ecosystem while as many individuals die as needed to maintain the sustainability threshold.

Esa definición en clave estocástica de lo que no es sino un juego de suma cero lleva a Bianka Hajdu a afirmar que:

«Twitter se comporta como los medios de masas, donde para la popularidad también es más importante el medio y su estructura (qué medio leo y quién más lo lee, a quién sigo, a quién retuiteo sin leer qué) que el mensaje y donde dinámicas como la polarización de grupo campan a sus anchas.»

Buscando las diferencias… y las similitudes

En efecto, la principal diferencia entre el estudio de Milgram en 1967 y el de Watts en 2001 es este maravilloso y nuevo entorno que llamamos Internet. Y si hay un fenómeno característico de Internet ése es la desintermediación en todos los ámbitos (desde la distribución de contenidos a la de alimentos). Así, no es sorprendente que en los albores del siglo que vivimos y llevando su experimento a la web, Watts encontrara una red mucho menos centralizada que la que encontrara Milgram en el Brooklyn analógico de 1967.

No obstante, el hecho de que esa «Competición entre memes en un mundo de atención reducida» de Weng et al. perciba Twitter como un juego de suma cero nos recuerda que la promesa de Internet se ha hecho realidad pero a mucha menor escala de lo que creíamos. Internet prometía cambiar las cosas mediante la redistribución del poder y la adquisición de autonomía por parte de las personas, sin embargo tienen razón quienes afirman que las cosas han cambiado menos en estos últimos cinco años que lo que lo hicieron los cinco anteriores. El cambio radical hay que buscarlo en la disminución de la barrera de entrada para acceder a, crear y cuidar un público que oiga tu mensaje.

El empoderamiento condicionado por las herramientas

Debemos evitar concluir, en todo caso, que Internet fue un bluf. Más bien debemos observar bien los detalles sobre los que hablamos para darnos cuenta que Internet es mucho más que eso y que algunas de estas conclusiones podrían modificar sus enunciados si tomamos para nuestro estudio un sistema de composición diferente.

Tanto el estudio de Nature como el post de Kids en Blogoff versan sobre Twitter. La imagen que acompaña a este post está sacada de ese trabajo y representa la propagación del hashtag #gop (me parece irrelevante usar #syria o #egypt para expresar la topología de la protesta en esos países –y aunque quede claro que hacen otra cosa, es lo que sugiere intuitivamente la gráfica–, pues dudo que el idioma inglés fuera predominante en las protestas que el año pasado nos recordaron la existencia de un gran oriente medio).

Y es que ya sabemos que el diseño de la herramienta condiciona lo que podemos hacer con ella. Twitter está pensado para centralizar audiencias y es una de las caras más visibles de la tabletización aplicada a servicios web, motivo por el que es aclamada por los medios «tradicionales»: abre una vía para la migración acrítica (que no cuestiona el modelo tradicional) desde la lectura de los medios masivos en analógico a su lectura en digital, sin obligarnos (cómo si lo hacen otras herramientas en la Red) a preguntarnos si otra manera de comunicarnos es posible ni extender las nuevas formas de creación que Internet hace accesibles para todos. Por supuesto, aún es posible adquirir autonomía para personas y organizaciones, pero es un proceso de formación continua y consciente, no el fruto de la casualidad ni del devenir entrópico del universo.

Al tomar como modelo sistemas que desaprovechan (por sencilla desestimación, ni siquiera las tenemos en cuenta) las oportunidades que Internet ofrece en favor de un status quo del modelo anterior, estos estudios dejan abierta la puerta a una mirada que refine los resultados.

Conclusiones: de Watts a Weng al analista de redes

Pero si hay una idea clara en todo esto es que la labor del analista de redes es crucial. Hace años que hablamos de la periferia de la red como ese lugar donde habita el 50% de las personas y al que no se accede desde los nodos masivos, y así lo expreso cuando doy seminarios sobre el tema. Watts apunta a que un sistema que no ha sido previamente tamizado por una herramienta concreta, cuyo diseño sirve para recentralizar, podría estar mucho más disperso.

Por supuesto que aún vale la pena detectar los nombres influyentes, un 5% es más que un 0%, pero si algo se deduce de todos estos estudios es que la labor del analista de redes, conocedor de las dinámicas y los flujos de información en un medio concreto, son aún más valiosas de lo que habíamos supuesto en un principio. Los penalties existen, pero no podemos confiar el éxito de un proyecto a una carta única que pase por contar con el apoyo de una cierta personalidad o la aparición en una serie de medios de comunicación de masas: al final, parece que la clave del éxito era otra. Estudiar una red y su comportamiento nos abre más puertas que una serie de nombres, y ya sabemos que para eso no sirven (todavía) las máquinas.

La voluntad de no-desintermediación

Publica Antonio en su blog acerca de si las críticas que recibe la monarquía española habrían sido posibles sin Internet y sin «medios sociales» (sin blogs y sin Twitter, en sus palabras). Él evita posicionarse sobre qué le parecen las protestas y hace bien; por mi parte iré más allá, me da absolutamente igual el tema en concreto y me quedo con la idea de que hay una «institución criticada» y una «masa criticante». Lo que me interesa es la instantánea que podemos tomar, el pulso que podemos tomar al sistema y lo que podemos conocer sobre el avance de dos fenómenos hijos de Internet como son la desintermediación y una posterior recentralización.

Así, vamos a ignorar el tema concreto para irnos al fenómeno. Pero bueno, lean su post antes de seguir, o no entenderán nada de éste.

Concluye que ante la situación actual, la institución «criticada» está parapetada en la defensa que le proporcionan los medios «de siempre», y que mientras éstos no modifiquen su postura van a estar relajados.

Esa afirmación da a entender que la otra parte implicada, «los criticantes», no estuvieran parapetados en la misma forma. Y es fácil pensar eso, pero creo que también lo están. Me explico.

Muchas de las personas que hacen chistes sobre el elefantito usan esos medios «sociales», pero al igual que la monarquía, no creerá en serio en lo que dicen y/o proponen (referendum sobre la monarquía, recortes para su presupuesto, etc.) hasta que no lo vean en la portada de El País (ojo, que a muchos de los «criticantes» no les vale cualquier medio y si lo publica ABC dirán que hay intereses no declarados, je je), periódico en el que encontré esta tira via Breves de La Vigi.

Es exactamente lo mismo que sucedía el año pasado con las acampadas: el argumetno de «nos censuran y no nos sacan en el telediario» es pueril cuando Internet te da los medios para lanzar tu mensaje desde tu blog sin que nadie te lo impida. Censurar no es escoger lo que uno publica, censurar es prohibir a otro escoger lo que publica.

Precisamente para solventar ese problema es por lo que hace tiempo proponemos que tener un blog propio es importante y explicamos por qué es importante dejar de regalar a los medios ese rol de fijadores de agenda pública.

No obstante, creo que esta situación nos brinda la oportunidad de tomar el pulso al sistema. Creo que con este tema hay mucho de eso: hay un malestar y un descontento innegables. Pero el tema es que los que soñamos con que Internet sirva para abrir un poco ese monopolio de agenda setting vemos cómo todos estos hervideros de protestas acaban pidiendo, al final, ser refrendados por los medios de siempre y mientras eso no suceda no son más que una chanza, una consumible boutade intransitiva. La mayoría de «criticantes» tuitea la protesta, pero no se organiza en grupos para ejecutar una respuesta a la misma (de ahí el carácter intransitivo) y no se creerá que las protestas tienen éxito hasta que el medio de turno no las bendiga… otorgando necesidad a una bendición que, en los tiempos que corren, debía ser totalmente prescindible.

Y creo que esto es lo más llamativo del asunto… y que quizá sea inevitable en todo grupo humano, lo que explicaría esa ambición común y omnipresente de ser el cuello de botella (algo visto desde los tiempos de Digg) y erigirse como intermediario.

Yo diría que hay una voluntad de no-desintermediación, por ambas partes (y esto es lo verdaderamente sorprendente).

Paninflación, inflación en todas partes

«Employers are themselves distorting the jobs market with job-title inflation, which has recently accelerated because a fancier-sounding title is cheaper than a pay rise. Firms are awash with an excess of chiefs and directors, such as Director of First Impressions (receptionist) and Chief Revenue Protection Officer (ticket inspector). This is not just a laughing matter. Job-title inflation has economic costs if it makes the jobs market more opaque and makes it harder to assess the going pay rate.»

Editorial en The Economist (vía Mi macedonia)

Más allá del chiste de esa empresa de 3 trabajadores con CEO, COO y CTO (en las que a veces el COO es también CCO, y ya puestos podía ser también el liberado sindical de CCOO y terminamos con los chistes), me recordó ciertos argumentos muy oídos durante el año pasado (y que ahora que regresa Benicassim, seguro volverán a oírse). Argumentos tipo «es que mi valor en el mercado es de tanto» en boca de titulados sin experiencia volverán a oírse, siendo tanto el salario deseado de profesionales cualificados con toda la experiencia del mundo ya a sus espaldas.

El argumento, en todo caso, apunta a que parte de esa desconexión con la realidad es consecuencia de esa inflación de cargos por parte de los empleadores. Recordemos que no solo ahora hay cargos directivos para todos, sino que los honorables titulados que los ostentan tienen, además, notas más altas, en otro episodio de derrota de la transparencia necesaria para la emergencia de una meritocracia real.

En fin, lean el artículo y en un orden de cosas mucho más relajado se acordarán de cosas como los tamaños (y nombres) de las patatas del McDonalds, o ese hotel inolvidablemente cochambroso de aquellas vacaciones que, por lo demás, salieron perfectas (aunque el hotel fuera un asco). Yo me acordé también del monstruo que se comía el lenguaje y la insostenibilidad de la palabra sostenible.

Actualizando las páginas de los libros

El fin de semana pasado empleé unos minutos en actualizar estéticamente las páginas de La sociedad de control y La neutralidad de la red.. Hasta ahora arrastraban el look and feel del anterior tema de este sitio, lo cual desentonaba con el estado actual de las cosas desde que migramos a Drupal 7 hace ya un añito. La verdad es que era algo que tenía pensado hacer cuando en su día añadí las descargas en epub. Próximamente habrá más novedades, permanezcan a la escucha :) Y díganme si hay algo roto (el debugging se paga en cañas, como siempre).

Ciudades inteligentes y seguridad, en el Diari de Girona

Cuando en medios no especializados se habla de Internet y se menciona la seguridad, las noticias suelen tomar un aire a medio camino entre la alarma indocumentada y el amarillismo más falaz. Y es una pena porque ello hace que palabras como «hacker» que deberían ir unidas a una nueva forma de concebir la vida y el trabajo como algo mucho más vivible y humano, acaben siendo vinculadas inevitablemente a delincuencia, para desazón de los hackers auténticos, como nos contaba Rudy Rucker en Bilbao.

Con la conversión de Internet en algo masivo, la Red «se domesticó», pero ese discurso sigue estando presente. Las descargas se vinculan a la pornografía infantil (y no a la superación de un viejo orden ya obsoleto), y la propiedad intelectual es más que nunca una excusa para el totalitarismo (algo que a los habituales de estas páginas ya no sorprende en absoluto) y la tecnología hace posible ciertos sueños represivos.

El Diari de Girona publicó hace unos días un especial dedicado a la seguridad en la Red al que tuve el placer de contribuir apoyando a Bruno Pérez (experto de estos temas) y Álex Ribas, coordinador del reportaje y muy interesado en estos temas, con quien tuve el gusto de charlar sobre Ciudades inteligentes, una metáfora en positivo de lo que las más de las veces no es sino la instalación sin orden ni concierto (y, por supuesto, sin control ciudadano) de un sinfín de sistemas de vigilancia. Por todo ello, y llámenme inmodesto, creo que el reportaje goza de un equilibrio que le falta a otros que leyeron y (desgraciadamente) leerán.

Plenummedia, Fundación Tripartita y la inmoral subvención de cursos sobre AdWords

Tijeretazos, recortes y amnistías fiscales. Ciencia, sanidad, educación. Todo polémicas pero, ¿hasta dónde llegan los recortes? Podemos discutir sobre su justificación o necesidad, pero está claro que hay ámbitos en los que el recorte debía ser más urgente que en otros. Pero vamos al grano, no pocas personas pusieron el grito en el cielo cuando se anunció que el gobierno recortaría dinero de las «partidas destinadas a las políticas activas de empleo». Con ese nombre, hay que ser senil para estar en contra de su existencia pero, ¿qué sucede cuando la entidad pública que los gestiona se dedica a gastarse el dinero de todos para favorecer a una empresa concreta?

Estos días, en diversos comercios del centro de Madrid (concretamente, de Malasaña, donde trabajamos en Cartograf) ha sonado el teléfono con una oferta curiosa: «Hola, llamo de Google» decía la voz que, por tamaña presentación, no puede sino despertar desconfianza. En realidad, como se puede imaginar, no se trataba de Larry Page en persona, ni siquiera de un empleado de Google. La realidad supera a la ficción. Al menos dos comercios del barrio han contactado con nosotros a este efecto: La bombonera de Barco y Bikram Yoga.

Llamaron de Plenummedia para ofrecer la grabación de un videorreportaje al asequible precio (sobre todo para un pequeño comercio) de 12.000 euros. Conociendo un poco el precio al que se hacen estas cosas y el objetivo real de Plenummedia está claro que es simple framing: el objetivo real es vender cursos gratuitos sobre uso de AdWords, que se ven aún más baratos tras haberte pedido 12.000 euros por algo que ni necesitas ni los vale.

Pero esperen, ¿he dicho gratuito? No, no hay «servicios públicos gratuitos». Todos y cada uno se paga con dinero del contribuyente y donde digo gratuito quería decir subvencionados por la Fundación Tripartita, ese ente público encargado de gestionar los fondos públicos para formación y políticas de empleo y mangoneado hasta el infinito por los sindicatos cuya élite vive alejada de la realidad de las personas de a pie.

Me entero de este asunto con el café del desayuno, pues Bianka Hajdu (que dirige todos los asuntos de formación en Cartograf), ha levantado la perdiz en su blog. Lean su post.

Y es que esa subvención para usar AdWords es parte de las «políticas activas de empleo», y se ve que todos los implicados en su gestión y gasto están tan concentrados en coger la pasta que ni siquiera tienen miramientos en ver a quién contratan los cursos que se pagan con el dinero de todos, ni cuáles son los fines de los mismos. Desde luego, pagar con el dinero que entre todos duramente pagamos mes a mes cursos gestionados por empresas que hacen publicidad engañosa («Hola, llamo de Google») destinados a crear rebaños de clientes de una empresa en concreto me parece inmoral. Tan inmoral como los cursos de formación para usar Microsoft Office «de toda la vida», otro clásico del despilfarro de dinero público para criar clientes de una empresa concreta.

La verdadera pregunta es, ¿se recortarán estos cursos o Plenummedia y la Fundación Tripartita seguirán gastándose impune e inmoralmente el dinero público en criar clientes para Google en lugar de dinamizar la amortajada economía en la que estamos inmersos? Ciertamente, este caso concreto habría que frenarlo cuanto antes, están gastándose el dinero de todos para hundir a las pequeñas empresas de Internet y sacarle las perras al pequeño comercio (dándoselas a La Empresa Del Buscador Del Que No Podemos Huir).

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