The Peripheral, el libro

The Peripheral

Anduve leyendo The Peripheral (Amazon), un librito que ya cité hace unos días escrito por William Gibson, quien ya apareció en este blog algunas veces.

Todo empezó cuando Amazon Prime emitió una serie basada en este libro, que fue posteriormente cancelada a pesar de haber tenido un relativo éxito de crítica y público. Dicen que a consecuencia del aumento de gastos de producción derivado de la huelga del sector del cine en Estados Unidos.

Al cancelarse la serie decidí leer el libro, siendo que la serie me había gustado mucho pese a dejar la historia inconclusa, que ya había leído cosas de Gibson, y que es un autor siempre interesante.

The Peripheral trae un novedoso giro a los viajes en el tiempo, y desarrolla unos personajes bastante interesantes tanto en el futuro próximo como en el más lejano, pues hay dos tramas avanzando una ambientada en torno a un hipotético año 2030 y otra unos setenta años más tarde, entre cuyos momentos temporales ha acontecido una sucesión de catástrofes que han reducido la población humana enormemente.

Si acaso, lo único criticable al libro sea el final, algo precipitado, quizá un pelín plano. Puede que se deba a que ya el autor estaba viendo que continuaría la historia en posteriores entregas, pues ya hay una segunda novela publicada y Gibson ha confirmado que está trabajando en la tercera y última, que debería cerrar el arco.

En cualquier caso, un libro que me ha gustado y del que espero leer las otras dos entregas cuando desatasque un poco la cola de libros pendientes.

Miedo a la complejidad del mundo y teorías de la conspiración

Una teoría de la conspiración necesita ser sencilla. No necesita tener sentido. La gente teme más a lo complicadas que las cosas son realmente de lo que nunca temerán a lo que sea que se supone que está detrás de la conspiración.

William Gibson, The Peripheral

Tras varios ensayos seguidos decidí leer The Peripheral de William Gibson (Amazon en versión original; además sospecho que no está editado en español, no lo veo ni en Amazon ni en Luces).

Curiosa situación en la que pese a haber leído libros de Gibson a lo largo de los años tenía pendiente éste, con la circunstancia de que comencé a ver la serie de Amazon Prime, cancelada tras una única temporada, lo cual me dejó con la curiosidad de conocer más sobre este universo.

El libro, de momento, me está gustando como también me gustó la serie. Lo tengo casi listo y ya tengo a mano también la segunda parte (Agency). Y mientras leía esta mañana la web he visto que hay una tercera (y final) parte del arco que Gibson está escribiendo en estos momentos (Jackpot). Si Agency mantiene el nivel, habrá que esperarla impaciente.

No es eficiencia, lo que quieres es eficacia

Jero bloguea acerca de la clásica disyuntiva entre optimizar la carga de los equipos ajustando al máximo de su capacidad (entregas más pero pierdes resiliencia) u optimizar para el flujo, que contraintuitivamente implica no maximizar la carga para conservar flexibilidad ante cambios de prioridades o de la situación de mercado y ser capaces de atender a estos cambios sin demora.

A mí, que soy un informático atípico, porque salí de la facultad de ciencias y no de la escuela de ingeniería, me viene siempre a la mente la diferencia entre eficacia y eficiencia que aprendí estudiando bioquímica en la universidad.

Básicamente, el proceso de conversión de adenosín difosfato (ADP) en adenosín trifosfato (ATP), que es la moneda básica de almacenamiento energético en nuestro cuerpo, es ineficiente por diseño. Es un proceso en el que parte de la energía que pretendemos almacenar se disipa en forma de calor. Eficiencia es hacer algo usando óptimamente los recursos usados. En este caso, metes en el cuerpo una cantidad de energía y en lugar de almacenarse toda de forma eficiente, se pierde una parte. Es ineficiente.

Sin embargo, ese proceso demostró ser una gran adaptación. Ese calor que se pierde en esas reacciones ayuda en parte a mantener el cuerpo caliente, algo imprescindible para la vida, pues ayuda entre otras cosas a mantener el cuerpo algo más caliente y a acelerar otras reacciones químicas. Así de forma aproximada, imagina que subiendo la temperatura unos 10ºC dupliques la velocidad de una reacción, igual te merece la pena perder algo de energía si tu objetivo es hacer el mayor número de cosas posibles. De este modo, esa ineficiencia es eficaz para sobrevivir y a las pruebas nos podemos remitir: el ciclo de Krebs es el núcleo del procesamiento de energía en la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta.

¿Qué tiene todo esto que ver con la configuración de las organizaciones? Pues diría que mucho. Lo que necesitan las organizaciones no es tanto eficiencia como eficacia: eficacia a la hora de sobrevivir en el mercado, de ser capaz de reaccionar que presteza a los cambios en su entorno, a las demandas de los clientes. Si para lograr eso has de ser un poco ineficiente, seguramente es un precio que has de pagar con gusto. Y no se trata de gandulear, sino de entender que no es malo que en tu organización los equipos ajusten su capacidad dejando algo de margen para ser flexibles.

El caballo de troya de la defensa de las identidades culturales

Caballo de Troya

Las quejas sobre apropiación cultural siempre me parecen ridículas, casi nacidas directamente para el terreno de los memes, como cuando La Mala Rodríguez acusaba a Rosalía de apropiación cultural por cantar flamenco; La Mala, rapera de jerez (el chiste se hace solo), no siente que ella se haya apropiado nada culturalmente de los demás.

No obstante, y si nos ponemos serios, el celo con el que se defiende la identidad cultural no tiene nada de divertido, pues entronca directamente con el etnicismo romántico que Juaristi describió tan bien en El bosque originario y la idea de cultura no como todo eso que enriquece al alma (arte, poesía, belleza) y que emana de los clásicos griegos y latinos, sino como el mero conjunto de hábitos y costumbres locales, la cultura de los pueblos o die Kultur, sentido que adquiere el término durante el siglo XIX en la naciente Alemania y que no es sino parte del relato de construcción nacional de la Alemania moderna, que en la primera parte del s. XX floreció de la forma que todos sabemos.

Dejando de lado la lamentable devaluación del término y cortedad de alcance del término cultura en términos costumbristas frente a la trascendencia del uso clásico del mismo, lo curioso es que aunque esa primera mutación del término fue cosa de los incipientes nacionalistas, la realidad actual ha sufrido un par de mutaciones adicionales. Citando a Brian Barry en Culture and Equality (Amazon), de quien ya comenté algo al hilo del abandono de la ilustración, traduciendo al vuelo:

La nueva izquierda tomó del romanticismo germano la idea de que cada grupo étnico puede florecer únicamente manteniendo la integridad de su propia cultura distintiva, en las décadas de 1970 y 1980 la nueva derecha repensó los temas históricos de las derechas raciales y la jerarquía mediante un discurso de cultura. La noción de que los grupos debían retener su pureza racial fue, así, recodificada en la afirmación de que cada grupo debe mantener su propia integridad cultural.

Las élites educadas, se autodenominen a sí mismas de izquierda o derecha, disfrutan con juegos de palabras, cambiando el nombre de las cosas. Eso no soluciona los problemas, pero les permite seguir fijando la agenda de las cosas y mantener su propio estatus social señalando a los demás quiénes están en la auténtica cresta de la ola. Pero no nos vayamos por el sendero de las ideas y creencias lujosas, que esas ya las hemos comentado alguna otra vez.

Junto al aspecto ya comentado de los tintes etnicistas del asunto, el otro problema de este asunto se relaciona con el carácter antiliberal de muchas de estas costumbres minoritarias.

El asunto es que si queremos tratar con idéntico respeto a todas las personas y garantizar que disfruten de las mismas oportunidades, tratar con ese mismo idéntico respeto a todas las culturas (en el sentido de hábitos y costumbres) con las que esas personas puedan identificarse es un escollo importante cuando estas culturas priorizan sistemáticamente los derechos de los hombres sobre los de las mujeres.

El enfoque liberal en este caso defiende únicamente que hay ciertos derechos contra la opresión, la explotación, la agresión física, o la injuria, que todo ser humano puede reclamar y que las llamadas a defender la identidad cultural y el pluralismo cultural en ningún caso pueden pisotear esos derechos.

La realidad es que en ocasiones, sobre todo en occidente donde hay regímenes de democracia liberal, esas llamadas a la defensa de las culturas minoritarias lleva oculta la petición de que se les deje continuar con prácticas iliberales; al fin y al cabo, las prácticas liberales e igualitarias ya están amparadas por la ley y no merecen especial defensa para continuar en su lugar. Son las excepciones contrarias a la ley las que piden ser toleradas pese a atentar contra la igualdad.

[Imagen: Hecha con Bing Copilot.]

Actualizando mi página personal

Pantallazo de la web personal

¿Cómo dices, Jose? No es ésta ya tu página personal.

Sí, pero esto es un blog, aquí escribo periódicamente. Luego existe JoseAlcantara.com que es una página muy sencillita donde cuento a muy alto nivel mi curriculum, no suelo actualizarla y, de hecho, llevaba muchos años con el mismo estilo. Pero la he actualizado y simplificado y estoy contento tanto con el cambio en el fondo, actualizado y simplificado, como el cambio en la forma.

¿Son las librerías indie los adalides de la pluralidad y la libertad de expresión? Quizá no

Libro, por Jose Alcántara (hecha con BingGPT)

En lo relativo a pluralidad de pensamiento e ideas, ¿cuál es el rol de Amazon y cuál el de las librerías independientes? El relato dominante es que hay un villano y unos héroes claros, con Amazon encarnando al villano que pretende atar todo un mercado bajo su control y las librerías independientes como los héroes, en el papel de aldeas galas de la cultura no controlada por los hiperescalados oligopolios digitales. ¿Cómo de cierto es ese relato?

Esta pregunta es la que nos ayuda a responder, al menos parcialmente, una larga entrada acerca de lo que los libreros independientes venden realmente (What independent bookshop really sell, por Ann Bauer). ¿Crees que venden libros? Eso solo es parte del producto. Los libreros independientes venden, ante todo, paz espiritual, y ése es el mercado en el que se han de mover, para el cual adaptan su mensaje y su producto.

Volviendo al relato dominante, apoyar al librero local es contribuir a que lo que se publica y se puede comprar no sea algo que Amazon (como concreción de un poder abstracto que escapa a nuestro control) pueda controlar, éste está apoyado sobre cómo percibimos los libros y sobre cómo los demás nos perciben a través de los libros que tenemos.

[Books] signal something about readers’ intelligence, identity, and closely held ideas. Books confer status—especially among the highly educated. The people who sell them know this and they used it to make their case.

¿Cómo lo usaron? Promoviendo el consumo local, algo que objetivamente iba en su propio interés, pero ese pequeño detalle fue pasado por alto de forma más o menos ligera:

Their argument was powerful. Do we want Amazon controlling the titles we have access to, or the options we see when we search their catalog? Clearly not. There’s a genuine threat to the free exchange of ideas if we allow a tech company to arbitrate which books are published or sold. And yet… the downstream effect has been to locate more control with booksellers and their patrons

El efecto ha tenido un rebote importante confiriendo aún más control a los libreros y a sus parroquianos, cuyo espectro ideológico está sesgado por la selección (básicamente, es un perfil concentrado de personas con sensibilidad en contra de las multinacionales y a favor del comercio local). ¿Cómo se da ese efecto? Por el sencillo hecho de que hay que cumplir las expectativas generadas: si usas sesgo ideológico para vender libros, no puedes luego vender libros que contradigan el marco ideológico usado para venderlos:

Many small booksellers are walking the same delicate line. They can’t afford to alienate their base with titles that offend or annoy.

Bookstore owners avoid controversy for obvious reasons. They also develop a sense, intuitively, of what is coded conservative or right-wing and they tend to avoid these books. This is partly out of personal preference—but also because if you want people to pay full price for books because doing so reinforces their core values, you must provide an environment free of ideas or opinions that contradict those, and all other, associated beliefs.

El autor procede luego a contar cómo visitando una serie de pequeñas librerías le costó encontrar ciertos títulos cuyas ideas expuestas podrían haberse catalogado como conservadoras, y lo contrapone al ejemplo de entrar en una gran cadena (Barnes & Noble), o al mismo Amazon, donde puedes encontrar tantos los libros de tendencia más progresista como los del otro lado del espectro. En este sentido, hay más pluralidad en Amazon que en estos pequeños comercios con gran carga ideológica. El coste es la ruptura de ese entorno mágico (y tan mágico como que es una adaptación al público al que pretenden vender, y nada menos) de la librería pequeña:

I dropped into my local B&N on a Saturday afternoon and the place was mobbed: teenagers walking hand in hand, kids running through the stacks, Starbucks cups spilling from every trash receptacle. Lanyard-wearing staff were plentiful and easy to spot, helpful and friendly. The heat was set a touch too high, making me worry for the books.

Did it feel rarefied and erudite? Sadly, no.

Sí, más pluralidad, pero sin ambiente encantador, sin ambiente erudito. Sin tener la sensación de estar comprando en una tienda local y comprando, con ese sobreprecio y ese sobreesfuerzo, una suerte de absolución a otros pecadillos de consumo capitalista.

Algo que el autor no trata en detalle y que cabe preguntarse es si la pluralidad en las pequeñas librerías, como en la indie web, se encuentra visitando muchas pequeñas librerías que cubran cada una un tema, al estilo de una red distribuida. Habría que hacer un análisis en más detalle, si bien lo expuesto en esa entrada sugiere que puede ser una vía complicada: parte de la población que tiene esas intuiciones morales de corte más progresista seguramente está más dispuesto a pagar de más para sentir que está salvando a la sociedad, mientras la parte de la población cuyas intuiciones morales no entran en ese marco no siente que comprar libros online sea un especial riesgo para la sociedad y, en consecuencia, podría no generar el suficiente negocio para mantener a sus libreros locales abiertos.

En contra de ese ambiente de paz y recogimiento excesivamente medido de las librerías independientes, el autor trae una verdad universal sobre la libertad y la democracia: La democracia no es encantadora. Cuando se incluyen los gustos de todos, las cosas se vuelven grandes, desordenadas, caóticas y algo rancias. Así es: del mismo modo que el tamaño de las ciudades, y el anonimato que éste proporcionaba, fue clave para la gestación de la revolución francesa en el París del s. XVIII, las librerías que mejor permiten acceder a libros sin sesgarlos previamente son también algo más grandes, y caóticas, que la pequeña librería de barrio mantenida cuya base de clientes son, mayormente, miembros de un mismo segmento social.

[Imagen: Libro, hecha por servidor de ustedes con BingGPT.]

La angustia adolescente como producto de marketing

La vida, pensaba Michel, debería ser algo sencillo; algo que se pudiera vivir como una colección de pequeños rituales, repetidos una y otra vez. Rituales que podían ser un poco tontos, pero en los que, sin embargo, se podía creer. Una vida sin riesgos ni dramas. Pero la vida humana no estaba organizada así. A veces salía, observando a los adolescentes y los edificios. Una cosa era cierta: ya nadie sabía vivir. Bueno, exageraba: algunas personas parecían movilizadas, arrastradas por una causa, sus vidas cargadas de sentido. Los activistas de Act Up, por ejemplo, consideraban importante mostrar en televisión ciertos anuncios, que otros consideraban pornográficos, que mostraban diversas prácticas homosexuales filmadas en primer plano. En términos más generales, sus vidas parecían agradables y activas, salpicadas de una gran variedad de acontecimientos. Tenían varias parejas y follaban en cuartos traseros. A veces los preservativos se rompían o explotaban. Luego morían de sida, pero sus muertes tenían un significado militante y digno. En términos más generales, la televisión, en particular TF1, ofrecía una lección permanente de dignidad. De adolescente, Michel creía que el sufrimiento daba a las personas una dignidad suplementaria. Ahora tiene que reconocer que se equivocaba. Lo que daba dignidad a la gente era la televisión.

Michel Houellebecq, Les Particules Élémentaires

Este verano pasado decidí refrescar un poco mi oxidadísimo francés leyendo algún librito en ese idioma. Y el elegido fue Les Particules Élémentaires de Michel Houellebecq. Un libro muy disfrutable que, sorprendentemente -por la claridad con que describe fenómenos que solo fueron muy evidentes tiempo después, al menos en España-, fue escrito en la década de 1990. Sensación ésta parecida a la que deja Brian Barry en Culture and Equality.

En este pasaje, una pequeña crítica a la influencia negativa de los medios de comunicación fijando agenda y relatos de su interés.

Este blog usa cookies para su funcionamiento.    Más información
Privacidad