WYSIWYG vs LaTeX

«El diseño tipográfico es un arte. Autores poco hábiles cometen a menudo serios errores de formateo al asumir que el diseño de un libro es mayoritariamente una cuestión de estética -«si un documento se ve bien estéticamente, está bien diseñado». Pero, en tanto un documento tiene que ser leído y no colgado en una galería de arte, la fácil lectura y la comprensión del texto son de mucha mayor importancia que lo hermoso que pueda parecer.»

Tobias Oetiker, en la «Not-so-short introduction to \LaTeX{}»

Dudas existenciales que tengo después de escribir un manuscrito pero antes de escribir otro me llevaron a bajarme «la no tan corta introducción al LaTeX», y ahí me encontré con esa cita. He vuelto del puente.

Por qué hay una escasa reacción a la invasión de nuestra privacidad

A menudo, cuando se habla de privacidad con varias personas, tiene uno la sensación de andar predicando en el desierto. Bueno, entiendo que hay gente a la que no le importa, no son esos los que me «preocupan». La reacción que más perplejidad causa suele ser la de aquellas personas que reconocen que la privacidad es algo importante pero no creen que la misma esté en riesgo.

¿A qué se debe que la invasión de nuestra privacidad reciba tan escasa atención, tan poca reacción? Sin duda alguna se debe a que la invasión de la privacidad no se juzga como tal, sino que se juzga esta invasión atendiendo a las ventajas que conllevan los procesos que la vulneran. No se entra a juzgar la parte negativa del asunto, sino que nos quedamos con el envoltorio de ventajas que nos dan a cambio. El problema es que este tipo de presentación de las medidas de control dividen la respuesta, impidiendo una negativa contundente. Te ofrecen una contrapartida que a algunos parecerá bien y a otros no. Los primeros aceptarán la propuesta y los segundos tendrán, como paso previo a la formación de una oposición firme, oponerse primeramente a aquellos que están dispuesto a ceder sus libertades y aceptar las medidas de control. Divide y vencerás.

El ejemplo clásico es GMail. Un servicio de webmail impecable, fácil de usar, bonito, ligero, con espacio para guardar todos los correos que puedas recibir (aunque la mitad sólo los hayas soñado). Pero Google lee el correo, para conocerte mejor y pasarte anuncios contextuales. Más aún, puedes cifrar el correo y aún Google podrá trazar tu comunicación: quién envía (vamos, tú), a quién le envías, el asunto del mensaje, la frecuencia con la que escribes, la IP que envía el mensaje y su ubicación. Así con todos tus mensajes y contactos. La verdad es que Google no necesita abrir el correo (ojo, esta referencia es anterior a la salida de GMail), aunque desde luego si se lo dejas abrir aún sabrá más sobre tí.

GMail es un ejemplo de manual de servicio que recopila ingentes cantidades de información personal y que es juzgado no en función de sus verdaderas y profundas implicaciones, sino en base a los beneficios que ofrece (interfaz clara, ligera para los móviles, ubicuidad).

Como con GMail, la mayoría de herramientas de vigilancia reciben un trato alarmantemente benévolo. Desde las cámaras de vigilancia masiva (que «sirven» -y esto es un decir, como ya sabrán los lectores habituales– para detener agresiones -y eso es otro decir), a la retención de datos (que sirve para «desactivar células terroristas»), pasando por los controles aeroportuarios (aunque con estos controles realmente no consigan engañar a nadie). Y luego se espía a familias usando desproporcionadas leyes antiterroristas.

El sistema nos vende las ventajas envuelta en celofán y nos cuela el resto del paquete en la letra pequeña. Por eso la reacción ante las medidas que violan la privacidad son tan pequeñas, porque en la mayoría de los casos ni siquiera somos conscientes de lo que sucede (y esto es un problema importante del que muchos aún no se han percatado). Cada vez está más claro que los placeres de la pobreza han vencido nuestra burlada revolución. Y nos van a dar muchos más palos.

*** Relacionada:
Confiamos en la simplicidad

Comparando Piwik con Google Analytics

Como ya avisé hace unos días, he estado probando Piwik, el sistema libre de estadísticas web mediante huella.

La idea era evaluar si los datos se parecen en algo a analytics o no. Y ciertamente me he sorprendido porque las veces que he comparado sistemas de este tipo siempre han devuelto resultados muy diferentes; no es así en esta ocasión.

El periodo durante el cual he comparado los datos es la semana del 17 al 23 de abril, ambos inclusive. No diré la cifra de visitas, sólo que durante esos días pasaron más de 12.000 visitantes únicos. En fin, si fuera digno pondría una tarta con las visitas o algo, pero no soy digno de poner tartas en este blog.

Los datos comparados.

Visitas Normalizadas:
Piwik: 100
Analytics: 96.7
(Error 3.3%, cifra mayor en Piwik)

Páginas vistas Normalizadas
Piwik: 100
Analytics: 96.5
(Error 3.5%, cifra mayor en Piwik)

Navegadores
Firefox (Piwik, 55.1%, Analytics, 54.0%)
Explorer (Piwik, 37.6%, Analytics, 38.8%)
Opera (Piwik, 3.0%, Analytics, 2.8%)
Mozilla (Piwik, 1.9%, Analytics, 2.0%)
Safari (Piwik, 1.6%, Analytics, 1.6%)

¿Alguna conclusión?
Evidentemente, las cifras son bastante parecidas. Alguien dirá que dan un 3% de error, a mí ese error me parece insignificante si consideramos que los logs de tu servidor arrojarán datos mucho más fieles que los de Analytics. Yo, visto lo visto, me voy a quitar el script de analytics y seguiré utilizando Piwik. A menos que necesites un medidor de visitas comparado con la gran masa de gente, esto es: da igual que no sean datos fiables, porque como todos los demás usan los mismos datos de mierda, esa es la vara de medir que necesitas. Si esa es tu situación, de verdad lo siento pero tienes mala suerte: estás atrapado en un monopolio de Google que no ofrece ventajas funcionales frente a un producto libre, más que la simplicidad de la administración, que recae sobre la-gran-G. ¿El precio? Todos tus datos son también suyos.

Y si lo que necesitas son datos fiables, a tirar de logs de Apache. Ambos, Analytics y Piwik, adolecen de no trabajar con los logs del servidor, sino mediante la ejecución de un javascript que se carga con la web. Sin duda este sistema es menos fiable y susceptibles a fallos, con un error respecto al trabajo con logs bastante mayor que el pequeño 3% que yo he encontrado entre Piwik y Analytics. Eso sí, a la mayoría no nos compensará gastar 3000 eurazos en Urchin, satisfaciendo las ansias de la-gran-G para hacer unos números con las visitas de nuestro blog de tres al cuarto.

Si alguien más ha hecho la prueba en una web con muchas más visitas (se supone que a más muestreo, más fiabilidad), por favor que hable ahora o calle para siempre. Al fin y al cabo, este blog no deja de ser bastante modesto y me gustaría ver otras opiniones.

Y por último, como nunca miro esos números no lo había pensado, pero ahora que lo veo tengo una pregunta: ¿dónde están ese mac os x y ese safari que, supuestamente, están dominando el mundo? Sin acritud pero, ¿no será hype? No, claro que no, es otro pensamiento raro de esos míos :)

Bocados de Actualidad (59º)

Ahí van otra vez: quincuagésimo novena ronda de los Bocados, un montón de anotaciones para un domingo que, un servidor, va a pasar lejos del ordenador. Esta semana, Russian Red al micro y la guitarra.

  • La pastilla roja y medir la economía en función de los postres.
  • Francisco Polo critica la decisión de impedir a los militares y demás gente de defensa el libre acceso a la red. Carme Chacón ya ha tenido que recular.
  • Daniel Bellón destaca dos párrafos del discurso de Juan Gelmán en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes.
  • Schneier y la ingeniería inversa a los parches de Microsoft Windows Update que permite saber qué están parcheando y obtener exploits para esos fallos en sólo minutos.
  • Arnau también tiene motivos para abandonar a la-gran-G.
  • Martínez Soler y la campaña para promover la X en la casilla de «fines sociales» en la declaración de la renta.
  • Antonio Ortiz le dedicó un post al escándalo de Phorm (y yo aún no me hice el tiempo).
  • Pymes y autónomos avisan de la entrada en vigor del nuevo reglamento de la LOPD. También lo comentaron en Lo de menos.
  • Popular Science reparte una serie de consejos para mejorar algunos aspectos de nuestra navegación (y el rastro de información que dejamos por el camino), nos lo contó Acalpixca.
  • Por último, pero no menos importante, Engadget y la interfaz definitiva hombre-portátil para mejorar la privacidad cuando usas tu ordenador en público *laugh*.

A pasarlo bien :)

Acercando las obras huérfanas al dominio público

El problema de las obras huérfanas (esas de las que es imposible determinar quién posee los derechos exclusivos de explotación, aka copyright aka derechos de reproducción o restricción de copia) es de sobra conocido. La mayoría de obras publicadas acaban perdidas en esa telaraña legal, tejida gracias a las ineficientes leyes de propiedad intelectual, en la cual se desconoce quién puede explotar una obra ni si ésta pertenece a dominio público, pero nadie se atreve a explotarla por miedo a que aparezca el legítimo poseedor del monopolio estatal de explotación concedido a esa obra. Hemos dedicado ya atención a El problema de las obras huérfanas.

En EE.UU., dos proyectos de ley preteden eliminar la incertidumbre que rodea a estas obras huérfanas, de forma que los editores puedan utilizarlas sin miedo a ser demandados. Tendría que leer los textos para saber exactamente qué pretenden, pero en principio suena a acercar las obras huérfanas al dominio público, y eso me parece una buena medida. Nos la cuentan en Ars, y con todas las reservas que manejan (respecto de los plazos y, por supuesto, respecto de sus propias cámaras de legisladores), es importante que leyes como esta vayan abriéndose camino no solo allí, sino también por nuestra tierra. Nuestros políticos, tan proclives a darnos la espalda y a copiar todo lo que venga de los Estados Unidos, podrían ir tomando buena nota. Esta medida es a todas luces insuficiente, pero sería un pequeño paso en la dirección correcta.

Comunidades y redes sociales

Cuando llega el momento de hablar sobre la web actual, esa que en 2008 todo el mundo conoce como web social, 2.0 o web participativa hechar por personas y en la que todos estamos inmersos, hay un par de cuestiones que me llaman la atención. Nada realmente importante, pero aún le dedicaré un post.

Tiene que ver con el nombre en sí de todas las facetas de esta, así llamada, web social. En primer lugar, ¿por qué lo llaman web social si esa «vieja web 1.0» ya la hacían las personas? La respuesta más probable es que el nombre obedezca a la necesidad de lavarle la cara a un viejo producto para venderlo como algo nuevo.

La segunda cuestión, que tiene una resolución parecida, me asalta cada vez que oigo hablar de Redes sociales. ¿Cuál es la diferencia entre las redes sociales 2.0 y las comunidades 1.0? Hasta donde yo sé, la metáfora sigue siendo exactamente la misma que en los tiempos de los «pobladores» y las «aldeas digitales» de finales de los 90 y la promesa también es la misma: entra en mi página y encontrarás gente con la que compartir ideas, iniciativas, aficiones e intereses comunes. Si la metáfora es la misma, el cambio hay que buscarlo en el discurso (respuesta a la primera pregunta), que determinará el rol y la importancia relativa de los miembros de una red/comunidad.

Lo que cambia no es el fondo, sino la forma. El motor que pone en marcha las redes sociales no es «gente buscando gente» sino «vendedor buscando comprador». Las herramientas para comunicarse existen desde hace años (no menos de 10) y el único cambio es que el discurso era antes construido por exploradores, por gente con la inquietud suficiente para abrir el camino y buscar. Ahora la tónica la marca el vendedor, que dirige el ritmo y el tempo de la red (por ejemplo en Facebook, donde con cada acción se invita al usuario a spammear a sus contactos para que instalen tal o cual widget). No es que ahora tengas mil amigos, es que tu red social vive de que puedas abrir el cajón de necesito-que-me-suban-la-moral cada mañana y ver que estás rodeado de mil personas que «te siguen». Aunque eso sea contraproducente, aunque sea imposible «seguir» la actividad de 300 personas; aunque no haya mayor soledad que la de estar rodeado de personas que no te hacen ni caso. Paradójicamente, las redes sociales plagadas de widgets saturados por un mosaico de cientos de contactos resultan ser mucho más impersonales que las así llamadas comunidades.

La comunidad que realmente tiene un interés común del tipo que sea, más allá del simple figurantismo apasionado y del estar en una lista, no está en las tan cacareadas redes sociales: messenger, blogs, foros, listas de correo (según el caso concreto, el tipo de relación y el perfil del usuario) son en todos los casos herramientas más potentes para poner a personas en contacto y organizar discusiones; los sitios tipo Facebook no son más que un directorio de gente que te cae cerca en alguno de todos los demás ámbitos. Como herramienta de márketing personal quizá esté bien, pero para estar en contacto con alguien seguramente acabarás leyendo su blog, aún más probable es que acabéis hablando por messenger (que también tiene su miga, con muchísimos contactos con los que has hablado una vez -o ninguna-).

¿Un resumen?

La verdadera red social, la comunidad, está fuera de las redes sociales porque la conversación se articula mejor desde fuera del bullicio de avatares, widgets y demás algarabía social. Pero el hecho de que la verdadera comunidad esté fuera de las redes sociales, y el hecho de que el figurantismo coleccionista convierta las redes en un acumular amigos/seguidores/contactos, ¿no hace que, en cierta medida, las redes sociales sean una farsa? Podría pensarse que sí, pero si volvemos al principio de la anotación (el discurso que las crea) descubrimos que no son una farsa: están construidas desde el punto de vista del vendedor y cumplen su función. Vender. En las comunidades el leitmotiv era impuesto por las ganas de descubrir, esas que empujaron a muchos exploradores a abrir nuevos espacios, en las redes sociales que tenemos ahora domina el vendedor y su ímpetu.

*** Relacionado: ¿Por qué lo llaman web social?

Vigilante eterno

the price of liberty
«El precio de la libertad es vigilancia eterna»

En la Biblioteca de la Aduana de Belfast. Imagen sacada (hace mil) de ese pozo de pintadas fantásticas que es Prohibido Fijar Carteles.

Podríamos hablar de vigilantismo o activismo vigilante, y de cómo hay que dormir con un ojo abierto porque los que hoy actúan bien mañana podrían comenzar a no hacerlo; esa pintada es cierta, en internet también. Pero no lo vamos a hacer. O mejor dicho, en este blog se habla de eso todo el tiempo. Esta anotación la aprovecho para coger carrerilla para la siguiente.

Una última cosa, ¡Oh sí!, ¿quién vigila al vigilante? : )

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