Esos amigables cacharros con alas

Observemos las estadísticas de muertos debidos a pasajeros violentos tanto durante el vuelo como en tierra, por cada mil millones de pasajeros que toman un avión:

Los aviones son seguros

Ciento cincuenta de cada millón. Los aviones son, digan lo que digan, abrumadoramente más seguros que los coches. De esta forma, los cambios de tendencia (más transporte por carretera, menos vuelos) como consecuencia del miedo (como el cambio acontecido en las fechas posteriores al 11-S, o el que fomentan determinadas campañas estatales) o debido a la extensión de normativas de control de viajeros denigrantes y mal enfocadas repercuten en una disminución de la seguridad real. Y la gente muere más. Matemáticas.

«La neutralidad de la red», el libro

[Actualización: el libro ya se puede descargar en ePub y leer en HTML.]

La neutralidad de la Red es uno de los temas al que en este blog le hemos dedicado más reflexiones a lo largo de varios años.

Este último año ha sido especialmente intenso, porque la espada de Damocles, en forma de reforma legal que destruya el carácter neutral de la Red, pende ya desenvainada sobre Internet y, por extensión, sobre las promesas de un mundo donde las comunicaciones, y consecuentemente el poder, estén mucho más distribuidos, mucho mejor repartidos.

Colección Biblioteca de las Indias

La neutralidad de la Red, el libro, es parte de la Colección de la Biblioteca de las Indias, que publica títulos breves –sobre todo ensayo, pero no parará ahí la cosa y seguiremos informando en la web de la Biblioteca— y que cuenta ya con otros títulos en su haber (Los futuros que vienen, La clave es pública, Cómo salir de la crisis).

La Colección de la Biblioteca de las Indias innova respecto a la colección Planta 29 no sólo en lo referente a la edición en papel. La edición digital también se renueva: no habrá PDF para descarga como ha sido tradicional. (La sociedad de control podía y puede descargarse en ese formato.) En su lugar, los formatos electrónicos son dos: HTML (para leer en PC, teléfonos móviles o Tablets) y ePub para leer en dispositivos especializados (eBook).

Así, la edición del libro, como toda la Colección, va en tres formatos: papel para su venta comercial (contactar con El arte de las cosas para ello), html para leer en pantalla de ordenador o smartphone y epub para leer en libro electrónico. Esto está en la lógica, muy cierta, de que El papel es para las ocasiones: preparar la maquinaria necesaria para rotar en librerías está bien, y permite ganar dinero, pero consume mucho esfuerzo y, más a corto que a largo plazo, el papel cede su sitio a otras vías.

La neutralidad de la red, por otra parte, no es la continuación de La sociedad de control, aunque sean dos textos que se llevan bastante bien el uno con el otro. Sino que es un librito breve que aclara tan sólo un par de conceptos: porqué Internet es lo que es, porqué cambiar el modo en que opera destruiría lo que es y representa, en consecuencia, es una pésima idea. Ya hablaremos de continuaciones lógicas de trabajos anteriores ;)

De momento quédense con lo que hay: se puede leer el libro online en la página de la biblioteca, en unos días se podrá bajar el epub y existe una edición en papel –pensada para tiradas cortas bajo demanda, típicamente para eventos y conferencias, pero también si alguien está interesado en distribuirlo– que también pueden comprar contactando directamente con El Arte.

[He habilitado una discreta página con algo de info sobre el libro, desde ella se podrán descargar las fuentes TeX del mismo; seguro que por aquí pasa algún amante de ese sistema :)]

Eni de Canadá a Congo y Venezuela

La italiana Eni será la primera compañía en extraer petróleo de las arenas bituminosas congoleñas, donde planea abrir una planta en 2011 para extraer petróleo con menor coste del que actualmente le conlleva la planta canadiense de Alberta. Así mismo, Eni ha anunciado un millonario proyecto de asociación con Pdvsa para extraer petróleo de Venezuela, donde hace unos días encontró una enorme bolsa de gas en una exploración conjunta con Repsol.

No podemos, ni queremos, vivir sin historias

Existe la creencia, alimentada deliberadamente, de que los mitos son nocivos. Defienden quienes así argumentan que los mitos son fuente de problemas, derivas sectarias, origen de división entre personas. Cabe preguntarse si eso es cierto, para lo que habría que recurrir a dos criterios básicos respecto del mito: examinar, en primer lugar, quién define y a quién concierne el mito y, en segundo lugar, qué se persigue cuando se erige dicho mito. ¿Se trata de un mito impuesto o generado y escogido deliberadamente por un grupo de personas? ¿Se trata de un mito integrador?

Pero aún hay una pregunta más importante que nos podemos hacer entorno a los mitos: ¿es posible, realmente, vivir en un mundo sin mitos? Si la respuesta fuera sí quizá no habría mayores problemas pero, si la respuesta fuera no, ¿qué consecuencias tendría renunciar a los propios mitos?

Enseguida volveremos sobre todas estas cuestiones pero, primeramente, vale la pena detenerse un momento a evaluar qué es realmente un mito.

Un mito es una historia que, en toda su extensión, enmarca y delimita una visión del mundo. Esta visión tendrá la suficiente amplitud o el mito no será más que un mero estorbo, pero en tanto que expresión de un conjunto de valores, tendrá límites, fronteras ideológicas. Estas fronteras son las que dan forma al mito y determinarán no ya su utilidad práctica sino su naturaleza. Y de lo gomoso, moldeable y personalizable de estas fronteras dependerá, al final, una de las cualidades más importantes de un mito, a menudo ignorada: su capacidad para ser reinterpretado y adaptado. Como leemos en la Bitácora del Arte:

«Un «mito» es un relato que delimita un conjunto de valores permitiendo su reapropiación y reinterpretación personal. Los mitos trazan por tanto fronteras ideológicas permitiendo una mayor diversidad que los programas, las tesis o los dogmas; son por consiguiente el sustrato de la resiliencia de una comunidad, ya que abren un «continuo» interpretativo que facilita la evolución y la reinvención sin rupturas ni escisiones.»

A todo esto llegamos al leer El bosque originario, de Jon Juaristi, un exhaustivo análisis de los diferentes mitos genealógicos de origen europeos. Y es que de la fundación de Atenas a los más racistas mitos de origen europeos del s. XX, los relatos que se contaron y se cuentan tienen innumerables hilos, motivos y aspectos comunes. Y eso incluye la existencia de trucos y falsedades comunes. A estos mitos genealógicos de origen ya hemos dedicado unas notas.

Al principio de este post hemos planteado varias interrogantes, vamos a comenzar respondiendo a la última de esas incógnitas: ¿es posible vivir en un mundo sin mitos?

Hay quien dice, como hemos mencionado arriba, que sí se puede. Seguro que incluso algún lector lo está pensando ahora mismo. A todos ellos los remito al caso práctico y a las conclusiones del post previo:

«Parece que uno cree vivir en un mundo sin mitos y, cuando menos se lo espera, acaba creyendo en sinsentidos como que la nación castellana existía en el imaginario popular del s. XI.»

No: no se puede vivir sin historias, y ya hemos visto que «la mitología no es sino el arte de contar historias, provechosas historias que uno cuenta sobre si mismo» para estructurar su mundo. No, las historias enseñan cosas y ni podemos ni queremos vivir sin ellas.

Lo que pone de manifiesto el ejemplo anterior es que renunciar a tener historias propias nos convierte en una tabula rasa, sin más que decirse ni repetirse a si mismo que aquello que el grabador cincele sobre ella.

Aunque sobre ella se cincelen cosas tan estúpidas como la necesidad de preservar mediante norma estricta una lengua, que sólo así seguiría siendo pura, hablada por más de cuatrocientos millones de personas. O cualquier otra cosa que sea adoptada por la mitología nacionalista.

No, no se puede vivir sin historias ni sin mitos. Pero renunciar a construir tus propios mitos, que construidos por y para personas reales serían mucho más humanos e incluyentes que cualquiera que los Estados hayan creado nunca, deja la cancha libre a los mitos impuestos, con ánimo segregador cuando no abiertamente racista, desde el Estado. El mayor de estos mitos es, sin duda alguna, ese malentendido sobre el pasado que supone la existencia, más allá de la pura imaginación, de algo que una a las personas por el mero hecho de nacer dentro de un determinado círculo de tiza administrado por el mismo órgano de poder. No, no hay tal cosa. Del mismo modo que no hay nada que una a las mujeres por el mero hecho de ser mujer.

No abdicar de la capacidad de crear historias no conlleva, contrariamente a lo extendido deliberadamente por aquellos que desean para el Estado el monopolio de creación de artefactos ideológicos, ni espiritualidad ni estrecheces. Antes al contrario, un mito para ser operativo debe ser diverso, maleable y, ¿por qué no?, contradictorio: de la enredadera al lobo y la osa al juego de responder las mismas preguntas desde caras diferentes de un mismo prisma, los mitos –las historias que nos contamos a nosotros mismos cada noche, diciéndole al futuro cómo tiene que ser— aportan cohesión, contexto y tronco a una identidad, por eso no podemos vivir sin ellos, por eso no queremos. Porque ante la imposibilidad de vivir sin historias, el renunciar a las propias equivale a aceptar, siquiera de forma inconsciente –de hecho, peor aún: aceptar de forma inconsciente–, historias ajenas que en nada nos atañen.

Termina Juaristi su libro de forma tan gloriosa como ambigua, si atendemos a su incapacidad –muy similar a la que en su día me encontré en Timothy Garton Ash— de dejar atrás una cierta visión del mundo como conjunto de naciones:

«Los mitos genealógicos de Europa se nos muestran así como el despliegue diacrónico de un único mito que –a través de temas como la guerra de razas, la religión natural, el monoteísmo precristiano, la singularidad de la elección divina– instituye un culto de la identidad y del destino nacional y el correlativo rechazo de la diferencia.

Ese mito ha hablado a través de nosotros durante muchos siglos. Nos ha hablado. Cada uno de nosotros, creyendo decir, ha sido dicho, proferido por ese Sujeto en la sombra que nos trasciende y nos traspasa: la Raza, la Identidad. Acaso no podamos vernos nunca libres de las devastaciones de lo Mismo, porque ese Mito que nos habla es la Lengua y es la Nación y es la propia Europa y quizá el Individuo no sea sino una de sus máscaras, pero siempre podremos optar, como apunta Ginzburg, entre someternos pasivamente a sus dictados o tratar de dar de él /una interpretación crítica lo más amplia y abarcadora posible/. Hasta ahora, hemos intentado en vano cambiar el mundo. Tratemos de interpretarlo.»

Tratemos de interpretarlo. O, asumiendo la realidad de nuestro tiempo, tratemos de reinterpretarlo. Sin obviar que la reinterpretación en sí es una reapropiación, una recreación del mito. Seamos, pues, creadores de mitos. ¿Qué hay, después de todo, más maravilloso que una buena historia que nos toque de cerca?

Bocados de Actualidad (120º)

La sección fija (que fuera semanal antes de pasar a tener una periodicidad imprevisible) menos fija de la blogosfera está de vuelta. La centésima vigésima ronda de Bocados contiene enlaces interesantes que no tuvimos tiempo (o ganas) de comentar antes por el blog. Nos acompañan Sonic Youth y pese al fresco, no es un mal domingo. En todo caso, les dejo ya con los enlaces; no se los pierdan.

  • ¿Los cambios que conlleva la globalización los dirigen los Estados y sus leyes o la presión social? Jose Ignacio Goirigolzarri argumenta a favor de lo segundo.
  • Si son cambios sociales no dirigidos por las naciones, ¿qué sentido tiene hablar de internacionalización? ¿No sería un término obsoleto? Lo comentó Bianka Hajdu.
  • ¿La neutralidad es parte ya del juego político?, Error 500.
  • Bruce Schneier acerca de cada cuánto hace falta cambiar una contraseña.
  • Iván Vilata y COICA, la nueva ley de ciberdefensa estadounidense ya tiene nombre.
  • ¿Quién vigila al vigilante? acerca de los postgrados de negocios.
  • JA Millán se pregunta (y responde acertadamente) si editar para el aparato o para la página digital.
  • RinzeWind y unas declaraciones interesantes (de Sergey Brin y Larry Page) sobre la molesta publicidad en buscadores. Qué vueltas da la vida…
  • Fernando Tricas habla sobre la burbuja universitaria estadounidense.
  • Wired y la historia de una espectacular fotografía del sol.
  • Una UE fuertemente dirigida por alemanes, franceses y británicos aprueba leyes que dinamitan y hunden el potencial del sector cooperativo, muy fuerte en los países mediterráneos. Lo comentó David de Ugarte.
  • Que la HBO anunciase una serie basada en juego de tronos fue desde el principio una gran noticia, ahora que vemos fotos de la misma no podemos sino comenzar a salivar. ZonaFandom les dedicó un post.

Y esto es todo por hoy. Mañana más, sobre los temas de siempre.

Problema con escáner Epson en Ubuntu Maverick

Hay un bug que hace que los escáneres de la serie Perfection de Epson dejen de funcionar al actualizar a Ubuntu Maverick. Lo habitual es que el escáner esté funcionando normalmente, pero que al actualizar a Ubuntu 10.10, pese a que el escaner aún será reconocido por Sane, lo más probable es que dé «Fallo al escanear».

¿Cómo se soluciona? El bug está en el driver de la serie Perfection que hay en la librería sane-epson2, así que lo que haremos será:

  1. Editar el archivo /etc/sane.d/dll.conf. Típicamente ejecutando $ sudo gedit /etc/sane.d/dll.conf desde una consola.
  2. Hay dos líneas con la siguiente pinta:

    #epson
    epson2

    Lo cual significa que la librería epson2 está en uso y la epson está desactivada.

  3. Activamos la librería epson quitando la almohadilla y desactivamos la epson2 poniéndole una almohadilla. Debe quedar así:

    epson
    #epson2

  4. Reiniciamos el programa que usemos habitualmente para escanear, y listos.

El retorno de un clásico, el de los COMOs de baja tecnología.

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