Por qué se han perpetuado los monopolios de publicación científica

¿Porqué a pesar de que en todos los demás ámbitos la Red ha conllevado la erosión de las rentas de los editores, en el mundillo de la publicación científica eso no sólo no ha sido así, sino que no se prevé que la situación vaya a cambiar en el corto plazo?

Ya hemos hablado anteriormente del acceso libre a las publicaciones científicas, de las condiciones draconianas que imponen las editoriales, algo que conozco muy bien. Si al cóctel añadimos la posibilidad de patentar los resultados la bomba está servida.

Un montón de papers
[Foto: varios papers de los que nada sé excepto que la foto la saqué de Rcac.net.au.]

Gracias a Against Monopoly leo un artículo en The Economist donde se discute acerca de por qué los monopolios privativos de publicación académica han subsistido pese a Internet. El contexto actual es:

University librarians pay rather a lot. In Britain, 65% of the money spent on content in academic libraries goes on journals, up from a little more than half ten years ago.

(…)

And what a living it is. Academic journals generally get their articles for nothing and may pay little to editors and peer reviewers. They sell to the very universities that provide that cheap labour. As other media falter, academic publishers have soared. Elsevier, the biggest publisher of journals with almost 2,000 titles, cruised through the recession. Last year it made £724m ($1.1 billion) on revenues of £2 billion—an operating-profit margin of 36%

La negrita (en ambos casos) es cosa mía.

Yendo al grano: existe un mal reparto de incentivos, por eso las publicaciones científicas no han mutado y se han convertido en más abiertas y accesibles y los científicos siguen gastándose dos tercios de su presupuesto en acceder a sus propios resultados de investigación.

¿El incentivo de los científicos se satisface con el «progreso último de la ciencia y la humanidad»? No. Eso está por ahí, es un colateral no despreciable, pero no el leitmotiv.

Los científicos encuentran un incentivo en ser ellos los que realizan esos avances (un interés legítimo) y en garantizarse su propia continuidad investigadora (bien abriéndose puertas en otra parte haciéndose un nombre, bien cumpliendo requisitos para justificar proyectos presentes que avalen proyectos futuros). Los problemas comienzan a la altura del reparto de los fondos públicos.

El dinero se reparte considerando el número de publicaciones de los investigadores y ponderando la importancia relativa de estas publicaciones. Como medida cuantitativa de la importancia de una publicación se construye un baremo basado en el índice de impacto de las revista donde fue publicado.

Esto nos lleva de cabeza al primer problema: encasquillamiento, aunque de naturaleza diferente al que Juan Urrutia describe en La privatización de la ciencia [PDF] (enlazar no equivale a endorsement, que dirían por ahí). El sistema de journals tiene una cierta componente dinámica, pero esta manera de repartir fondos (y quizá no hayan descubierto otra mejor) es burocrática y fomenta el mantenimiento de la inercia y la no adopción de otras (quizá mejores) soluciones para publicar resultados. En definitiva, fomenta actitudes conservadoras.

¿No hay forma de superar este encasquillamiento? Sí, pero entonces enfrentamos el segundo gran problema: el umbral de rebeldía: necesitas saber que no serás el único en cambiar la revista en la cual publicas. Y resulta complicado mover al unísono a una comunidad científica. He vivido movimientos de este tipo, algunos con un cierto éxito. Lamentablemente tenían más que ver con el ego (y el el cheque a final de mes) de los investigadores que con otra cosa, pues las revistas que nacían eran más de lo mismo.

El tercer problema deriva de lo que parecía una buena idea. Los ministerios suelen derivar la legislación en este ámbito a los científicos, apoyándose en su conocimiento para trabajar conforme a lo que éstos podrían necesitar. Esto tiene un efecto perverso, pues se condiciona la abolición de los privilegios de acceso y publicación de resultados científicos a que sea aprobada por los mismos científicos que no han superado el umbral de rebeldía necesario para sobreponerse al encasquillamiento. Muchos de ellos, además, se sienten infrapagados (aunque eso no depende del precio de los journals) y están habituados a generar spin-offs que reciben la tecnología recién desarrollada, aún calentita, y la explotan sin competencia en virtud de patentes pagadas con fondos de investigación y licenciadas sin coste por la institución pública para la cual trabajan (una ayudita).

Es demasiado lastre para que los planes del acceso abierto sean algo más que timideces. Y en ausencia de una norma que obligue a la devolución de este conocimiento al dominio público, los problemas primero y segundo (encasquillamiento y no alcance del umbral de rebeldía) impiden el cambio espontáneo de hábitos.

Entre tanto, las grandes editoriales dedicadas al ámbito científico no se han quedado paradas y han minado la amenaza de los journals Open Access comprando los mismos por centenares cuando era necesario, como hizo Springer. Y si nos vamos a publicaciones específicas pero de gran valor, como blogs concretos, vemos que Elsevier (el mayor editor del mundo) invertía varios millones de euros en GigaOM, una publicación tecnológica especializada, para que ésta se vuelque más en su servicio de pago para suscriptores (GigaOM Pro)

De un lado científicos con los incentivos mal repartidos para acometer un cambio que a corto plazo les obligaría a rediseñarse a si mismos y a su sistema, como sería el pedir dominio público, en especial para toda la investigación pagada con dinero público, permitiendo de forma efectiva que cualquiera (que a todos nos forzaron a pagar) pueda beneficiarse de ese conocimiento si así lo desea. De otra, editoriales que sí que han aprovechado la última década para reposicionarse, reformar sus ofertas (con la enorme trampa que el pago por acceso conlleva en caso de carestía de fondos) y aumentar su pedazo de la tarta, obteniendo un dinero extra que a buen seguro les permitirá defenderse con soltura en el futuro más cercano.

Y seguirán gastándose dos tercios de la pasta en acceso a sus propios resultados. Eso sí, lo fácil es reclamar más financiación, sin reparar en la propia (e ineficiente) gestión de los fondos ni en las (malas) consecuencias de las propias acciones. Y claro, cuentan con la semántica de su parte: resulta difícil afirmar que uno está en contra de financiar las investigaciones que hacen progresar a la humanidad sin que lo tomen por un degenerado o un egoísta.

Y, en mi modesta opinión, eso sería todo. Ya saben porqué Internet ni ha cambiado el mundillo de la publicación científica, ni (creo) se prevé que lo vaya a cambiar lo más mínimo en el futuro cercano.

La mirada hacker

Llevo leído la mitad de Obliquity, de John Kay. La idea básica tras el libro es que a menudo el mejor camino para conseguir lo que queremos resulta ser el que parecía que no nos conduciría hasta allí. En la primera parte del libro pone numerosos ejemplos de empresas que eran más exitosas cuando se centraban en «hacer mejores aviones» (Boeing) o «hacer mejores medicamentos» (Merck) que cuando afirmaban que su objetivo era «maximizar el retorno para el accionista». A pesar de lo que parezca, los primeros enfoques resultaban generalmente en un mayor retorno para el accionista.

Y a mí esto me hizo pensar inevitablemente en la ética hacker, que no es algo que beneficie exclusivamente a los pequeños. Incluso para grandes empresas, como las anteriores, el hacer las cosas por la pasión de hacerlas devino la fórmula de un éxito que a mí se me semeja un poco a ese viaje a Ítaca kaváfiano.

Digamos que una empresa no será rentable porque ponga su foco en buscar beneficios, sino porque haga buenos productos, y para ello mantener una ética hacker y apasionada del trabajo es fundamental. Esto es lo que John Kay llama oblicuidad.

La primera razón para enfocar así la actividad de la empresa tiene que ver con la ética hacker, como ya dijimos, pero hay otra también relevante: evitar la selección adversa. Definirse en términos de pura rentabilidad y/o usando una fachada puramente instrumental de cara a la galería tiene el problema de que no atrae a aquellos apasionados por la labor que deberán desempeñar, pues el incentivo para sumarse al proyecto está falseado en el último caso y es tremendamente arriesgado en el primero. En caso de crisis resulta difícil defenderse del enemigo interior: la avaricia de los propios empleados. Recuerden a Lehman Brothers.

Arbotantes de la catedral de Sevilla
[Foto: Arbotantes de la catedral de Sevilla, Enseñ-arte.]

Llegado un punto, Kay relata una breve historia en la que él ve otro ejemplo de la dificultad inherente a la persecución de objetivos vitales complejos (que nos obliga a desglosarlos en acciones y metas más fáciles de explicar, pero igualmente necesarias como parte del conjunto):

«An old story tells of a visitor who encounters three stone-mason working on a medieval cathedral, and asks each what he is doing. ‘I am cutting this stone to shape’, says the first, describing his basic action. ‘I am building a great cathedral’, says the second, describing his intermediate goal. ‘And i am working for the glory of God’, says the third, describing his high-level objective.»

A mí, sin embargo, esta historia me trajo a la mente la ya mencionada ética hacker que hace que el maestro consciente de la envergadura real del proyecto (valga la redundancia, eso que se suele llamar plan maestro) trabaje junto al compañero y el aprendiz que cree estar, sencillamente, puliendo piedras. Me trajo a la mente la diversidad que necesitamos para hacer compatibles los mitos que usamos para explicarnos y sin los que, por otra parte, no se puede vivir.

La traición de Iberia

La gestión que Iberia está haciendo de la crisis derivada por la erupción del volcán Puyehue es dramática, manejando con total opacidad la información disponible y llegando a la falsedad y los desmentidos a si misma sobre lo que se puede y no se puede hacer con la aplicación que gestiona las reservas. Todo un catálogo de lo que no se debe hacer.

Y esto no lo he leído en ninguna otra parte, sino que estamos viviéndola muy de cerca porque el cierre intermitente del espacio aéreo en el cono sur ha cogido allá atrapado a un indiano. Y nos ha costado tres días, pero no podemos más. Iberia lleva tres días mareando la perdiz, negando que se estén reasignando las plazas de vuelo, negándose incluso a vender tarifas business (que no son precisamente baratas para un vuelo transoceánico comprándolas a última hora) porque supuestamente no permiten hacer ese trámite con el espacio aéreo cerrado. Tras dos check-ins baldíos, tres días de guerra a uno y otro lado del atlántico finalmente nos ofrecen volar el 26 de junio para retractarse unos minutos después y retrasarlo aún más hasta el 4 de julio… porque, dicen, llevan tres días asignando plazas a los que van reclamando y no hay hueco antes. En una veintena de llamadas a lo largo de tres días nos decían exactamente lo contrario. La duda no es si alguien miente, sino quién: ¿el teleoperador de hoy o el de ayer?

Lo terrible no es que un volcán útil sólo para mayor gloria de ideologías inanes nos bloquee el vuelo. Lo grave es que Iberia, a quien pagamos miles de euros cada trimestre en nuestros continuos viajes, nos traiciona y tiene toda la jeta de plantearte como solución volar en business con casi un mes de retraso, y aún pagando un extra por el cambio de fecha del vuelo (lo de sacar cuartos es algo que a Iberia se le da bien). ¿Qué parte de business no habrán entendido?

Mientras tanto y si nada se tuerce, aún hay quien tiene ganas de comerse el mundo y hace bien su trabajo. Al menos uno se queda tranquilo que si no uno se queda en tierra, las razones hay que buscarlas en el cielo y no en unos despachos repletos de mediocridad. ¿Julio? ¿Pero qué se han creído?

Experimentando con la letra escarlata para quienes no reciclen

Eso es precisamente lo que están haciendo un grupo de estudiantes de Newcastle. Leemos en TreeHugger:

If all your friends and peers could see what you were chucking into the trash, would you recycle more? Early reports from a dormitory experiment at England’s Newcastle University suggest online «shaming» can be successful in increasing recycling rates, at least temporarily, but critics say the idea is too «Big Brother»-style for their tastes.

Four student households in the Newcastle residence halls have agreed to have sensor-triggered camera phones, or «BinCams,» attached to the lids of their trash cans. The cameras take a picture each time the bin is closed and upload a photograph of its contents to Facebook, where fellow students can play trash monitor — and take note of each others’ junk-food-eating habits.

En la BBC, fuente de la noticia, relatan:

Everything the students throw into their bin is caught on camera and automatically uploaded to Facebook as part of an environmental challenge.

Escarnio público, humillación y marcado frente a los demás. Y lo llaman reto medioambiental.

¿Reto medioambiental? No, más bien reto totalitario, como siempre en el ámbito de lo medioambiental, donde se piden cosas que han de ser forzosamente normativas y, por tanto, impuestas. Y contribuyendo, de camino a desarrollar más tolerancia frente al control.

Bocados de Actualidad (125º)

Aquí la centésima vigésima quinta ronda de Bocados. Como la sección parece respirar con más normalidad viene menos cargada que cuando no sabíamos si aparecería… al final, como todo un compromiso. En esta mañana premonitoriamente veraniega nos acompañan Band of Horses, aunque la mayoría de este post se hizo al ritmo del disco que siempre me gustó más de los magnos The Hellacopters, sin duda By the Grace of God. Sin dilaciones, los enlaces:

  • Fernando Tricas habla del cierre de Nireblog en un tono que me recuerda lo frágil de eso que me gusta llamar la memoria de la Red que sufre golpes como éste de vez en cuando (recuerden a Geocities). Ya saben: nunca dejen morir una URL.
  • Security by Default y el almacenamiento en local, ad eternum y sin cifrar de tus conversaciones en WhatsApp.
  • O’Reilly parte del reconocimiento facial en Facebook para llegar a una propuesta: que las violaciones de privacidad, como la información privilegiada, no sean penadas en si mismas, sino en función del abuso subsiguiente.
  • Jeronimo Palacios y la utilidad de tener dos carreras. David de Ugarte hablaba de lo mismo y no dejen de leer el informativo comentario de Daniel Bellón, profundo conocedor del asunto.
  • Ars Technica y la OTAN anunciando que Anonymous serán infiltrados y perseguidos. Dos días después, el Estado español ejercía su papel, aunque la cosa acaba de comenzar.

Hoy tenemos bola extra: The Hellacopters y el tema que da nombre a su disco By the Grace of God

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