Freakonomics y la dificultad de repartir bien los incentivos

Freakonomics

Estos días tuve algo más de tiempo y estuve leyendo Freakonomics, un libro al que (pensarán muchos de ustedes) llego con unos años de retraso. Y quizá sea así.

Lo cierto es que Freakonomics es un libro entretenido que se lee rápido, cargado de ejemplos curiosos (algunos muy pintorescos), de resultados de sumo amañados a profesores que falsificaban las notas de sus alumnos, el libro ilustra en su tramo más interesante la dificultad de diseñar un sistema de incentivos equilibrado.

Pero más allá de eso, no encuentro gran cosa entre sus páginas. Cuando hace varios años leí El economista camuflado descubrí que se trata de un libro magnífico para alguien que (como yo en aquel momento) no conozca algunas de las cosas más básicas de economía. Freakonomics nos recordará lo importante de diseñar correctamente el esquema de incentivos de todo proyecto, sea éste empresarial o de cualquier otro tipo. Una tarea cuya complejidad, si alguien alberga dudas todavía, queda bien de manifiesto en este libro.

No obstante, y dado que luego se diluye al avanzar páginas dedicándose a otro tipo de cuestiones, me lo pasé mucho mejor leyendo Obliquity y su reivindicación de una ética hacker y, como ya digo más arriba, si no leyeron el libro de Tim Harford, me parece una apuesta más acertada: es mucho más didáctico, siendo igualmente divertido de leer.

Simplicidad, usabilidad e intuición

Estoy en proceso de concluir mi próximo ensayo (aún sin nombre definitivo), recogiendo mucho de los contextos que he estado investigando este último año y medio y que, si todo va bien, saldrá a la luz. Se centrará en la gestión que hacemos del miedo y los retos que esto nos plantea en la sociedad actual, cuando constantemente nos vemos sometidos a mensajes que pretenden asustarnos antes que informarnos, para así coaccionarnos antes que darnos autonomía. Sin embargo, en el proceso de organizar algunas ideas sobre cómo el cerebro yerra con los mensajes oscuros y enrevesados de la biopolítica y el control, descubrí que tenía una teoría más o menos imprudente sobre la simplicidad.

Google, Yahoo! y simplicidad

La imagen superior es un montaje rápido que superpone las páginas de inicio de Yahoo! y Google, que durante una década han establecido en la web el paradigma de una interfaz ligera y otra sobrecargada.

¿Simplicidad o complejidad? Si nos preguntaran uno a uno, la mayoría escogería simplicidad sin dudarlo. Pero lo que de verdad resulta interesante es buscar el por qué. Y la realidad es que las cosas simples parecen más sencillas. No necesariamente lo serán, pero lo parecen, y eso es más que suficiente. La primera impresión sobre cualquier tema se instala como un juicio previo: si lo primero que anotamos acerca de algo es «simple, ergo fácil de usar», toda evidencia posterior deberá refutar esa primera impresión. Y no será sencillo, porque nos negamos a asumir que algo nos contradice.

Piensen en el ejemplo anterior, Yahoo! promete hacernos la vida fácil con enlaces a cada sección. Google promete simplicidad: escribes y encuentras, si crees que es tu día incluso te lleva directamente a una página de destino. Más allá de las promesas, en Yahoo! desconocemos qué encontraremos tras cada enlace (¿coincide nuestro mapa mental de categorías con los del administrador?), mientras que detrás de ese único botón encontraremos muchos más, que se van desplegando a medida que pedimos más a la aplicación, demostrando que las cosas que parecen simples no siempre lo son. No obstante, ¿cambia eso nuestro juicio sobre cuál herramienta es más sencilla y fácil de usar? Difícilmente, porque además no nos gusta la incertidumbre, la detestamos. Así que la complejidad comparada de una frente a la otra nos genera incertidumbres, que desembocan en agotamiento y estrés.

Al revés, para cuando una aplicación sencilla se demuestra compeja el efecto está conseguido. Nuestro cerebro es bueno reconociendo patrones. «Las cosas con un sólo botón no pueden ser difíciles de usar», dice nuestra intuición. Por contra, decenas de botones y enlaces apilados… ¿por dónde empezar a buscar? Adoramos la simplicidad, pero la adoramos porque antes siquiera de que nuestra razón entre a jugar, nuestro instinto ya nos dice qué tenemos que pensar: simple, ergo fácil. Es lo que los estudiosos de nuestros procesos mentales denomina la «heurística de lo habitual», juzgar la realidad en base a criterios empíricos no rigurosos, de forma que, aunque podemos acertar, con frecuencia cometeremos errores estrepitosos. Si hablamos de un libro (o una aplicación), el error estrepitoso sería asustar a nuestros potenciales lectores (o usuarios) con algo que requiere de ellos mucho más esfuerzo y atención del necesario.

Pero no es todo: resulta obvio que la simplicidad necesita a la complejidad para seguir siendo percibida como tal. Sí, cada Google encantador necesita su Yahoo!, cada iPod su Walkman. A la hora de diseñar una herramienta puedes escoger tu rol pero, ¿por qué elegir la versión compleja pudiendo tomar el otro camino? Decía John Maeda en Las leyes de la simplicidad que a la hora de escribir o diseñar, si tenemos dudas sobre incluir algo, es que hay que eliminarlo.

Como no se trata de reducir ni información ni funciones útiles, el camino a seguir pasa por la concisión: tomar lo imprescindible, lo que todos querrán leer o necesitarán usar, y dejarlo caer justo mitad del camino que inevitablemente tomará nuestro público objetivo. Lo demás, bien organizado y disponible sólo para los que opten por profundizar. Lo contrario es generar una carga que no todos están pidiendo.

Y no se asusten, que pese a salirme del tiesto con este post, prometo que el ensayo irá directamente al grano.

Google compra Motorola… ¿por sus patentes?

Notición: Google compra Motorola. ¿Por qué lo compra? No parece que sea para tener un fabricante dispuesto a apostar decididamente por Android, Google ya tenía decenas de fabricantes dispuestos, y apuesto a que hoy todos menos uno se han quedado muertos. De hecho, si no hilan muy, muy fino se quedarán sólo con uno: el recién adquirido Motorola. Todo parece indicar que lo que tenemos delante es un nuevo capítulo de la acalorada disputa sobre patentes de software del que hablábamos hace unos días. Google ha debido verse realmente acorralado para actuar de forma tan contundente.

Bocados de Actualidad (129º)

Y aquí estamos un domingo más, con una nueva ronda de los Bocados, que llega ligerita (que estamos en agosto, no se olviden) pero llega, así que no está tan mal. Esta centésima vigésima novena ronda de Bocados nos llega mientras nos acompañan Frodus y su clásico And we washed our weapons in the sea, al que tantas vueltas di en la biblioteca de la facultad.

  • Aún usando unos plurales que no me gustan nada, Sergio Hernando y su llamada a poner los pies en la tierra me parecen de lo más sensato.
  • e-Patients y el anuncio del proyecto WWW de que aspiran a permitir enlaces… realizado hace ahora 20 años.
  • ¿Te han incluido en una lista pública de morosos sin antes reclamar la deuda y darte opción a pagar? Lo hicieron mal, Samuel Parra.
  • Bruce Schneier y los avances en reconocimiento facial. Está cerca; de hecho, parece muy cerca.
  • Marginal Revolution y el futuro no tan negro como lo pintan de la periferia de la UE (aunque no por los motivos que se imaginan). Eso sí, al euro le da menos oportunidades.
  • Me gustó mucho el post Who am i? de Dave Winer. Y, en otra línea, también el de Rinzewind sobre Stephen King.
  • Garum Fundatio liberó Bazar 1.0.
  • La policía alemana se da cuenta de que los escáneres retrodispersivos de cuerpo completo son… absolutamente inútiles.

Esto es todo por ahora. Aunque el sonido no sea el mejor, aquí os dejo con Frodus y The earth isn’t humming:

Patentes de software e incentivos para la innovación

El tema del verano es la guerra de patentes de software entre… los mismos de siempre, claro. Esta vez, la lucha es a cuenta de las patentes que pertenecieron a Novell.

Dilbert sobre las patentes de software
[Tira: Dilbert, siempre ojo avizor.]

El relato es, más o menos, que el universo conspira contra Google, que quería las patentes como estrategia defensiva y ble, ble, ble. Que pobrecitos los de Google y qué malvados los demás. O quizá no.

Google pudo ser miembro del consorcio que adquirió las patentes de Novell, pero las quería en exclusiva para si mismo en solitario y la jugada no le salió bien.

Ahora desde Mountain View denuncian que hay una actitud hostil contra Android, el sistema operativo de la compañía que, a nadie debería sorprender, puntúa bajísimo en los estándares del software libre, en la frontera con el software privativo.

Visto así, y tras el track de proyectos hundidos y venidos a menos, es normal que toda nueva iniciativa para móviles sea recogida con entusiasmo aunque quizá no haya demasiados motivos para ello.

Sobre todo, porque un sistema de patentes de software como el actual es defectuoso per se. No se trata ya de que de este asunto pueda emerger una reforma del sistema de patentes, es que lo que necesitamos es su eliminación inmediata.

En pleno estancamiento económico, como lo define Tyler Cowen en The Great Stagnation, el crecimiento disruptivo no podemos esperarlo de aumentar la tasa de escolarización porque ese boom ya se dio hace unas décadas. Necesitamos más que nunca facilidad para la innovación y lanzamiento de nuevas ideas. Y es ahí donde el sistema de patenes causa un daño terrible a todo nuevo emprendimiento y a toda nueva iniciativa; también a Mozilla.

La industria del cine se instaló en California por su clima pero también, y sobre todo, porque allí podían evitar pagarle a Edison la patente para poder rodar cine (sí, Edison poseía esa patente). Es la historia de siempre: California logró, al salirse del molde del sistema de patentes, albergar a la gran industria de la segunda mitad del siglo XX. En un mercado globalizado como el actual de la tecnología, la historia es algo más compleja que hace un siglo. Pero aún, el primero que consiga crear un ecosistema favorable para la innovación tendrá muchas opciones de llevase el gato al agua. El conservadurismo europeo y estadounidense en este tema actúa como una ventaja competitiva para los demás.

Sexto cumpleaños

Hoy estamos de efemérides, este blog cumple ahora seis años desde el probando, probando original. En este tiempo pasó un poco de todo: mudanzas de servidor (al principio estaba en una máquina al lado de mi cama), casi dos mil posts, comentarios, personas, relaciones.

Muchas cosas pasaron, sin duda; más aún seguirán aconteciendo.

Agosto, verano hirviente en el norte, frío sin alternativa para los que estamos al amparo de la cruz del sur. Sábado en ambos hemisferios. Disfrútenlo, yo (si no hoy, mañana) lo intentaré mojar con un buen vino.

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