Chips minúsculos para ciudades enormes

Además del sistema NOX que comentamos recientemente, estos días hemos sabido de más planes y desarrollos en el ámbito de la vigilancia y el control de personas en las ciudades. Como en el caso de Sant Viçent dels Horts que comentaban en público hace unos días: un agente-robot vigilará y controlará una ciudad de 30.000 habitantes.

Lo de agente-robot suena a pelicula ochentera ambientada en Detroit, pero la realidad es diferente. Se trata de un sistema inteligente que, según los representantes políticos de la ciudad, pretende «gestionar mejor los recursos humanos y materiales de toda una ciudad». Todo ello, según cuentan, utilizando nodos que se comunican «como hormigas», separados unos cien metros unos de otros y conectados sin cables. No mencionan el mecanismo en sí, y todas los comentarios que veo en la red llevan a la misma noticia de publico.

El sistema electrónico será capaz de controlar mediante ultrasonidos si los contenedores de basura necesitan ser vaciados, mediante control de la humedad y la temperatura decidir si los parques necesitan ser regados y será capaz de aprender del flujo de vehículos diario para interpretar cuándo hay una desviación fuera de lo normal y enviar a la policía. ¿Qué impide que hagan lo mismo con los flujos de personas. ¿Un flujo de personas fuera de lo normal? Policía al canto.

La promesa para que se acepte es que este sistema permitirá un mejor funcionamiento de los transportes públicos, pero es que para eso no hace falta sistema electrónico sino voluntad. En Alemania, donde pasé una temporada, el transporte público pasaba con una puntualidad y regularidad impresionantes, sin sistemas electrónicos. La creencia de que la tecnología en sí misma solucionará los problemas, sin colaboración humana, es absolutamente estúpida.

Toda la info de los nodos de esta red inteligente está accesible en http://147.83.39.62/nodesList.php, usando un sistema de mapas perteneciente a Google, que de camino se entera de dónde está todo, así by-the-face.

En resumen, parece que es un uso de la tecnología bastante interesante que no pone -en sí mismo- en peligro nuestra privacidad, pero me gustaría saber las implicaciones de todo ese control de flujo de vehículos y movimientos. Desde luego, que un sistema (según comentan) del tamaño de una moneda de 5 céntimos sea capaz de gestionar todo eso es bastante susceptible de abusos si no se usa adecuadamente.

La SGAE y sus denuncias

«No se extrañará nadie ahora con la facilidad para la demanda que tienen estos señores, sabiendo que con cada juicio ganan dinero.»

Rinzewind sobre la (hasta ahora) última denuncia de la innombrable, saliéndose acertadamente por la tangente del desastroso y mal intencionado funcionamiento de nuestra justicia en tiempo de cleptócratas.

Ojo, el dinero no lo ganan con cada juicio porque los tribunales den la razón a la Innombrable (de hecho esto no sucede tanto), sino porque cada juicio que se celebra en este país se conserva obligatoriamente en formato digital. Formato digital sujeto a canon, claro.

Sistemas de seguimiento no centralizados

La tecnología de identificación mediante radiofrecuencias (RFID) tiene muchas aplicaciones y es ya una realidad mucho más extendida que lo que podría parecer si atendemos al poco conocimiento que de la misma tiene el gran público (digamos, la ciudadanía). Sin embargo, entre estas aplicaciones no pocas entran en conflicto con la privacidad de las personas, poniéndola en peligro la mayoría de las veces tanto esta privacidad como otros derechos fundamentales.

No hay dudas al respecto: cuando hablamos de RFID y privacidad una de las polémicas estrella es el seguimiento detallado de personas. Esta idea no es nueva, aunque en Industry Wizards hablen de «nueva tecnología RFID»: el seguimiento de personas en espacios cerrados mediante RFID fue patentado por IBM [pdf]. Es el típico sistema que luego permite el seguimiento de todo tipo de personas y no sólo de aquellos que, en teoría, se decía que serían vigilados.

Si la tecnología no es nueva, lo nuevo hay que buscarlo en el grado de extensión, desarrollo u implantación de la misma. Esa es la verdadera novedad: se acerca la extensión sin tapujos de estos sistemas, no sólo en aplicaciones desarrolladas por y para el FBI, sino que va a ser puesta a disposición de empresas para que los apliquen en sus fábricas y en sus oficinas, como nos contó Natalia. El sistema en cuestión ha sido bautizado como NOX y Nat compartía una captura de pantalla de la interfaz que nos muestra los registros de monitorización de los chips espías.

NOX en acción

Este NOX, como todo sistema de vigilancia contemporáneo, está mucho más allá del panóptico de Bentham o del Gran Hermano de Orwell. Superan esa visión centralizada de la vigilancia para descentralizarla y convertirla en una vigilancia mucho más ubicua y fácil de llevar a cabo. De hecho, tanto el panóptico como el Gran Hermano son modelos de un centralismo tal que su puesta a punto es directamente inalcanzable, por lo que el trazado de un verdadero sistema de vigilancia social pasa precisamente por la solución descentralizada que avanza este plan: repartir la carga de la vigilancia y llevarla mucho más allá del Panóptico, para meterse de lleno en Foucault y su vigilar y castigar.

Cabría desear un poco de defensa legal ante estas medidas pero, ¿cabe esperarla? No parece probable cuando estos sistemas de vigilancia y las empresas que los desarrollan emergen en torno a la financiación pública.

De esta forma la obtención de una ley que preserve nuestras libertades se muestra como una batalla dura contra el estado y su semántica de combate. Conviene (es casi imprescindible) recordar en esos momentos de dura contienda dividida, que la privacidad no es un problema técnico, sino un problema legal.

Políticas

Hoy quiero compartir dos párrafos de Políticas, de Antoni Gutiérrez-Rubí. Es un libro que tuve la suerte de leer y el privilegio de poder hacerlo hace ya unas semanas (¡gracias!). Si bien muchos comentarán el capítulo dedicado a las mujeres más relevantes de la política internacional de nuestros días, yo voy a preferir quedarme con la parte final del libro dedicada a la política emocional (y emocionante) y renovada que necesitamos. Más allá de los perfiles de estas mandatarias, en esta parte final hay muchas ideas de Antoni que al menos compensa leer (si bien no puede uno estar de acuerdo con todo lo que expone ni con la postura que él toma al respecto de algunas cosas).

Voy a comentar mi postura respecto a lo que él cuenta, porque este es mi blog y no puedo (ni quiero) evitarlo :)

La agenda pendiente para la renovación de los partidos políticos es amplia y múltiple. Afecta a las propuestas, a los objetivos y a las formas. Pero la pista de la «política de las emociones» puede ser una senda que genere más debate y más transformaciones que las que aparenta con su aspecto superficial. Primero, encontrar las palabras que emocionen y que acierten en el diagnóstico y en la propuesta, creando los marcos conceptuales que nos permitan seguir avanzando en la comunicación política. Segundo, vivir la experiencia política con pasión, ilusión y entusiasmo contagioso, abriéndola para acercarnos a las vivencias de nuestros conciudadanos y construyendo, desde esa proximidad, un liderazgo proactivo. Tercero, explorar el caudal cognitivo de las emociones para establecer un nuevo relato y un renovado compromiso político y cívico. Y, finalmente, comprender los mecanismos neurológicos y sensoriales que articulan nuestra percepción y nuestro conocimiento.

Bien, está claro que los partidos políticos necesitan desconstruirse (como la tortilla de Ferrán Adriá) y reconstruirse. Me da la sensación de que en este movimiento podrían salir con ventaja partidos que no tengan que descontruirse y, sobre todo, aquellos que no tengan miedo a hacerlo. ¿Qué papel deben y pueden representar? No lo sé, pero seguro importante. A corto y medio plazo no cabe esperar otra cosa, ni seguramente sería práctico ni deseable. Pero ser meros depositarios lejanos, indeseados y no amados de la voluntad popular (ser «un mal menor» derivado de «votar al menos malo») no es deseable desde el punto de vista democrático y es el primer paso a una tiranía. Que los partidos políticos sigan ejercitando un papel importante en las democracias no significa que éste tenga que ser el mismo rancio, áspero y sordo papel de siempre, en el cual el poder se ejercita desde lejos.

Ahora mismo, la posición es aguantar el chapetón con resignación o marcharnos, porque en lo que es la sociedad digital, los partidos del parlamento han demostrado que van a lo suyo. Una reestructuración desde la base, no el cambio de líderes sino una nueva organización que deje atrás la estructura clásica del partido político que conocemos hoy en día, es la única posibilidad para que esto siga funcionando. Tal y como está ahora, lo repito, no sirve.

¿Pueden nuevos partidos instalarse en ese ecosistema rancio? Lo deseable es que se instalen, pero portando ese nuevo mensaje emotivo al que hace referencia Antoni. O que los partidos tradicionales se lancen ya hacia adelante, se va haciendo tarde y ya hace falta que defiendan y rindan cuentas a los ciudadanos. Desde luego, la opción es apoyar o construir alternativas a las apoltronadas actualmente en el congreso, que mayoritariamente están anclados en el pasado y no recurren para nada a la formación de este nuevo relato sino al miedo.

Segunda cita:

Y en este contexto surge también la soledad, que es el temor al futuro más duro al que una nueva política de lo colectivo debe hacer frente. Una sociedad, y una comunidad, con más incertidumbres que certezas necesita hablar, conversar, para no sentirse sola, sin horizonte. (Deberíamos leer más a Ulrick Beck.) Necesitamos emocionarnos para creer que hay esperanza y nuevas oportunidades. La política debe ser esa emoción. No hay datos de la realidad que nos aseguren nuevas metas confortables, ni siquiera tenemos la seguridad de mantener nuestros niveles de bienestar, amenazados por el cambio climático, el terrorismo, las fracturas sociales o tecnológicas y una globalización no democrática. Frente a una tozuda realidad, sólo un discurso capaz de generar una ilusión colectiva o, al menos, un compromiso colectivo, puede ofrecer confianza a la ciudadanía. De ahí buena parte del desprestigio de la política. Ésta ha dejado de ser un relato épico, transformador, movilizador.

De acuerdo en todo: el desprestigio de la política reside en la mutilación continuada de incontables promesas electorales formuladas desde la frivolidad del que sabe que no las piensa cumplir. Un mundo mejor, con menos paro, mejor sanidad, más esperanza de vida, sueldos más altos, menos problemas, más fútbol en abierto y más algodón de azúcar. Y al final las mismas políticas destructivas y continuistas. Pero eso mismo hace que la solución sea sencilla: cumplir lo prometido. Qué rápido he acabado.

Pero en algo disiento: el relato político sigue siendo épico, aunque no sea transformador (todo lo contrario, persigue «conservar» los privilegios de las estructuras actuales, incluso aquellas que se dicen «transformadoras y progresistas»). Todos tenemos un ejemplo claro y muy reciente: la épica manipulación que desde todas las instancias políticas (Gobierno de Madrid y Gobierno Central) se está haciendo de la guerra que Inglaterra y Francia mantuvieron en la península ibérica durante el mandato de Napoleón, convertida en «hito nacional» épico y movilizador en pro del conservadurismo más descarado. ¿A que así descrita la «guerra de independencia» suena mucho menos importante? Claro, ¡es la épica la que le da nivel a esa guerra estúpida! Del mismo modo, la épica de la «estabilidad nacional» se usa para exagerar sobremanera todo lo relacionado con el terrorismo que menciona el mismo Antoni. Un ejercicio númerico para cuantificar la épica que hice en este blog hace algún tiempo.

El discurso es más épico que nunca, o digamos tan épico como antes, y yo creo que ese es el problema: el discurso debería en realidad ser infinitamente más lírico; yo no quiero que los políticos me hablen de grandes gestas nacionales ni rollos macabeos. Yo quiero un trabajo que me permita crecer como persona, una cierta tranquilidad, el tiempo libre que me permita hacer cosas que quiera hacer y mi trabajo no me permita, y hacerlo en compañía de las personas que son importantes para mí. Es todo lo que le pido a mis políticos. Yo, yo, yo. Llamadme egoísta, pero sólo aceptaré críticas de aquellos que antes se hayan mirado al espejo; descalificaciones per se serán ignoradas. Lírica. Y el que no esté de acuerdo conmigo que por favor me lo indique en los comentarios.

¿Por qué hablo hoy de «Políticas», cuando es un libro que leí hace ya unas semanas?
Hoy se presenta en el Centre Cultural Blanquerna (c/Alcalá, 44 Madrid) el libro Políticas: mujeres protagonistas de un poder diferenciado, escrito por Antoni Gutiérrez-Rubí y publicado bajo dominio público en la colección Planta 29. El libro ya se puede comprar en papel, pero también tenemos una versión gratuita y libre en PDF que podemos encontrar en la propia página del autor.

Los portátiles en la frontera de Estados Unidos

Las democracias occidentales se están transformando y lo están haciendo rápidamente. No es nada sorprendente, si hablamos de transformaciones: lo habitual es que éstas tengan lugar rápidamente. Todo cambio lento puede ser asimilado por el sistema, que según la segunda ley de Newton reaccionará en contra de la perturbación para minimizarla y volver al equilibrio.

Frente a las voces que claman que en Estados Unidos el totalitarismo está en auge, la burocratizada administración estadounidense sigue dando pasos en firme: no es ya el espionaje de las telecomunicaciones de 200 millones de ciudadanos, ni las trabas a la investigación de ese asunto.

Mientras yo disfrutaba de unos días de descanso, la EFF ha dado la voz de alarma (una vez más) sobre la nueva normativa que permitirá inspeccionar y copiar todo el contenido de los portátiles de las personas que entren o salgan del imperio de los Estados Unidos. Ríete de la licencia de windows a cambio de los datos de tu disco duro (esa licencia, al menos, era opcional).

La única solución contra esto es rechazar la medida. La contratecnología no sirve. Cifrar todo el contenido de tu máquina puede parecer una buena idea, pero lo será tan sólo mientras no se equipare el cifrado con las malévolas intenciones de delincuentes habituales y no se use la-palabra-que-empieza-por-T. Como en el caso de la RFID en pasaportes, protegerlos con una cartera anti-rfid es solución temporal. Porque si el agente interpreta que alguien que protege su pasaporte/computadora es alguien que tiene algo que esconder, estás jodido. Si cifras tu disco duro, ¿te dejarán pasar sin más o te someterán a una ronda de preguntas «rutinarias»?

Repetimos: la contratecnología no sirve. No hay grises, mi portátil es mío, mis datos son míos y cualquier intento de legalizar estas prácticas debe ser rechazado. Lo legal y lo justo no tienen porqué coincidir. En este país tenemos muchas leyes injustas, en EE.UU. tienen también muchas, y ésta nueva norma pasa a engrosar esa lista de dudoso honor. Si estás pensando que no te importa lo que suceda allí porque no irás nunca, es que no te has parado a pensar cómo se «normalizan» estas leyes en el ámbito internacional. Pronto los EE.UU. podrían exigir reciprocidad a todos los países, como ya hicieron con los pasaportes RFID para permitir el ingreso de ciudadanos en su país.

En este contexto, el abuso sistemático de la semántica de combate y la innegable defensa (sic) de la seguridad nacional (sic) que se hace entregando la privacidad actúan dividiendo la respuesta a estas violaciones de derechos fundamentales.

*** Me dicen que diario del viajero también ha hablado del tema.

WYSIWYG vs LaTeX

«El diseño tipográfico es un arte. Autores poco hábiles cometen a menudo serios errores de formateo al asumir que el diseño de un libro es mayoritariamente una cuestión de estética -«si un documento se ve bien estéticamente, está bien diseñado». Pero, en tanto un documento tiene que ser leído y no colgado en una galería de arte, la fácil lectura y la comprensión del texto son de mucha mayor importancia que lo hermoso que pueda parecer.»

Tobias Oetiker, en la «Not-so-short introduction to \LaTeX{}»

Dudas existenciales que tengo después de escribir un manuscrito pero antes de escribir otro me llevaron a bajarme «la no tan corta introducción al LaTeX», y ahí me encontré con esa cita. He vuelto del puente.

Por qué hay una escasa reacción a la invasión de nuestra privacidad

A menudo, cuando se habla de privacidad con varias personas, tiene uno la sensación de andar predicando en el desierto. Bueno, entiendo que hay gente a la que no le importa, no son esos los que me «preocupan». La reacción que más perplejidad causa suele ser la de aquellas personas que reconocen que la privacidad es algo importante pero no creen que la misma esté en riesgo.

¿A qué se debe que la invasión de nuestra privacidad reciba tan escasa atención, tan poca reacción? Sin duda alguna se debe a que la invasión de la privacidad no se juzga como tal, sino que se juzga esta invasión atendiendo a las ventajas que conllevan los procesos que la vulneran. No se entra a juzgar la parte negativa del asunto, sino que nos quedamos con el envoltorio de ventajas que nos dan a cambio. El problema es que este tipo de presentación de las medidas de control dividen la respuesta, impidiendo una negativa contundente. Te ofrecen una contrapartida que a algunos parecerá bien y a otros no. Los primeros aceptarán la propuesta y los segundos tendrán, como paso previo a la formación de una oposición firme, oponerse primeramente a aquellos que están dispuesto a ceder sus libertades y aceptar las medidas de control. Divide y vencerás.

El ejemplo clásico es GMail. Un servicio de webmail impecable, fácil de usar, bonito, ligero, con espacio para guardar todos los correos que puedas recibir (aunque la mitad sólo los hayas soñado). Pero Google lee el correo, para conocerte mejor y pasarte anuncios contextuales. Más aún, puedes cifrar el correo y aún Google podrá trazar tu comunicación: quién envía (vamos, tú), a quién le envías, el asunto del mensaje, la frecuencia con la que escribes, la IP que envía el mensaje y su ubicación. Así con todos tus mensajes y contactos. La verdad es que Google no necesita abrir el correo (ojo, esta referencia es anterior a la salida de GMail), aunque desde luego si se lo dejas abrir aún sabrá más sobre tí.

GMail es un ejemplo de manual de servicio que recopila ingentes cantidades de información personal y que es juzgado no en función de sus verdaderas y profundas implicaciones, sino en base a los beneficios que ofrece (interfaz clara, ligera para los móviles, ubicuidad).

Como con GMail, la mayoría de herramientas de vigilancia reciben un trato alarmantemente benévolo. Desde las cámaras de vigilancia masiva (que «sirven» -y esto es un decir, como ya sabrán los lectores habituales– para detener agresiones -y eso es otro decir), a la retención de datos (que sirve para «desactivar células terroristas»), pasando por los controles aeroportuarios (aunque con estos controles realmente no consigan engañar a nadie). Y luego se espía a familias usando desproporcionadas leyes antiterroristas.

El sistema nos vende las ventajas envuelta en celofán y nos cuela el resto del paquete en la letra pequeña. Por eso la reacción ante las medidas que violan la privacidad son tan pequeñas, porque en la mayoría de los casos ni siquiera somos conscientes de lo que sucede (y esto es un problema importante del que muchos aún no se han percatado). Cada vez está más claro que los placeres de la pobreza han vencido nuestra burlada revolución. Y nos van a dar muchos más palos.

*** Relacionada:
Confiamos en la simplicidad

Este blog usa cookies para su funcionamiento.    Más información
Privacidad