La Junta subvencionando la videovigilancia en Málaga

Una noticia que leí ayer en la edición en papel del Diario Sur y que no había comentado, pero que me ha recordado hoy Artesano en su blog: la Junta de Andalucía subvencionará hasta el 50% de los costes (máximo 6.000 euros) de la instalación de videovigilancia en los locales. Pueden leerlo también en la web del Diario Sur.

Cabe preguntarse dos cosas: ¿quién ha convencido a la Junta de que en mitad de la crisis más grande, y justo cuando se van a subir impuestos indirectos como el IVA y los vinculados a carburantes, hay que gastarse una cantidad enorme de recursos en medidas que no aumentan nuestra seguridad? Algo ya probado en nuestras mismas calles malagueñas.

Si la vigilancia no mejora nuestra seguridad y es puro teatro, no vale la pena desperdiciar nuestro dinero: nos controlan más, estamos menos seguros y no tendremos el dinero disponible para cuando haya una emergencia real que requiera de gasto público.

Y tiene gracia que la Junta anuncie esto cuando ella misma está siendo demandada por la mala instalación de cámaras en edificios del centro de la ciudad.

Está claro que la industria de la seguridad nos lleva ventaja en lo que a comunicación directa con la administración. Tenemos mucho que mejorar si queremos frenar esta deriva.

Freno judicial a Facebook Beacon

Facebook

La denuncia contra Facebook y Blockbuster por violar las privacidad de sus usuarios al compartir información de los mismos sin su consentimiento ha acabado con Facebook cerrando su servicio Beacon por petición judicial (Ars).

La denuncia fue hecha en abril de 2008. En total, este movimiento llega casi 18 meses tras la denuncia, casi 2 años desde que Beacon comenzara a funcionar y elevara las protestas de los colectivos pro-privacidad.

De momento, Beacon queda fuera de la ecuación, por excesivo. Pero Facebook es una de esas compañías que aspiran a hacer dinero usando los pequeños momentos de nuestra vida diaria, antes privada. Y también usando la información que generamos cada vez que hacemos click en la web. Así que no cantemos victoria, volverán a la carga. Pero será otro día: hoy todos hemos ganado.

Más adelante veremos en qué acaba todo. Para comenzar, si la defensa de Facebook se sale con la suya el servicio volverá a rodar. De momento, y aunque sea 18 meses después, el servicio (que te afecta aunque no esas usuario de Facebook) se ha detenido. Algo es algo.

El Manifiesto Ciborg

Estos días leí el Manifiesto ciborg de Donna Haraway. Sí: pese a su brevedad tardé varios días en leerlo. Son días ocupados, como también se percibe en la baja actividad de este blog.

El manifiesto ciborg de Donna Haraway contiene algunas ideas interesantes. Esto y su brevedad ya justifican su lectura. Pero esta lectura no ha sido, en mi caso, sencilla. Haraway acusa su academicismo en la construcción del texto, y lo hace farragoso a ratos.

Y luego está el feminismo. Al que hago un párrafo aparte por lo cansino y lo irritante. Afirmaré sin miedo a mentir ni a ser malinterpretado que toda mi vida he tenido con las feministas las mismas peleas que con mucha otra gente que se dedica a clasificar personas por lo que son y no por lo que hacen. ¿Eres blanco, negro, hombre, mujer, inglés o nigeriano? Pregunta errónea. Esas preguntas dicen más acerca del que pregunta que acerca del que responde. Tenía que decirlo.

El manifiesto ciborg de Haraway hace una interesante presentación de lo que ella llama identidades fracturadas (la parte más válida del texto, y justo la primera), en la que deja claro que pese a estar escrito en los años 80, Haraway ya percibe el modo en que las redes cambiarán las formas de organizarse y llevar a cabo las luchas por los derechos. Los que en 2009 aún somos veinteañeros y hemos trabajado en tres países diferentes sabemos que lo que tenemos por delante es un camino con muchas estaciones diferentes en las que la vieja construcción identitaria territorial, el nacionalismo tal y como se presenta a sí mismo, no es más que un estorbo. Una fuente de fricciones en tu quehacer diario hables con quien hables, incluso si te quedas en casa. Pero la deriva de Haraway y su afán por «desarrollar formas de lucha colectiva para las mujeres en puestos de trabajo pagados», por el simple hecho de ser mujeres y sin cuestionar sus méritos –y no pretendo destacar a los hombres, pues esa generalización sería igual de errónea, y hago esta aclaración porque puedo ver a los bienpensantes detrás del teclado y estoy harto de bienpensantes y bienpensantas— puede llegar a ser exasperante.

Imagino que Haraway no contaba con el hartazgo del lector aburrido de palabrería barata profeminista (y pro-(*)-ista en general) y de reivindicaciones tan carentes de sentido, por cuanto el criterio escogido para ser objetivo de ayudas reivindicadas por todo tipo de colectivos es que se piden cosas para gente que nace algo y no que se hace algo a base de esfuerzo. Y es que será esa aversión mía, pero es una vez más el ser y no el hacer. El mismo criterio escogido por los que critican la envidia igualitaria, a los que seguro que Haraway, que mina su texto de referencias a un hipotético socialismo (supongo que el auténtico, que ya sabemos cómo las gastan los creyentes), no ve con buenos ojos… pese a las terroríficas similitudes de enfoque ser-hacer.

En ese sentido, y gracias al buen diagnóstico que se hace de la incidencia de las nuevas tecnologías en la organización de las comunidades, que son el punto realmente interesante del texto, el texto es una lectura breve y recomendable; y aún así no terminó de serme fluida. Una idea similar (mucho más acentuada en el caso de Haraway) a la que tuve cuando leí Mundo libre de Ash: un libro en el que Ash afirma cosas realmente interesantes que acaban perdiendo algo de fuerza por su incapacidad para enfocar la discusión más allá de una mirada nacional absolutamente incompatible con lo que afirma en su libro.

Volviendo al manifiesto, si nos limitamos a leer el texto fijándonos en el análisis que hace de las redes y del modo en que la tecnología cambia la forma en que nos relacionamos, difuminando nuestra identidad «a priori» y dotándola de nuevos atributos que nos permitirán definirnos más y de una forma más acorde a lo que queremos ser, el texto abandona ese estado de quiero y no puedo feminista para llegar a ser productivo. Y lo hace porque, piense Haraway lo que piense, la tecnología ayudará a todos a tener una vida mejor, y no sólo a las mujeres; y una pretendida mirada sexista a la misma no me parece relevante. A menos que queramos seguir definiendo esas clases que Haraway afirma que ya no pueden ser definidas… o que yo no haya entendido nada en absoluto. (Me pasa a veces.)

Bocados de Actualidad (98º)

Último domingo de verano, fresco y nublado. Llegan los Bocados, nonagésima octava ración, al ritmo de Ani Difranco, que casi nunca decepciona. Las lecturas que no tuve tiempo (o ganas) de comentar esta semana pero que recomiendo ojear son las siguientes:

  • Ars Technica y el proyecto de reforma de la Patriot Act estadounidense para reducir los (peligrosos) poderes que otorga al estado.
  • Jomra y el esperanto como posible asignatura optativa en Brasil.
  • La publicidad en torno a Spotify dice que es el nuevo Napster. Eso son palabras mayores y en GigaOM se preguntan si no se referirán al segundo napster: aquel que no gustó a nadie y se hundió por sus propios precios.
  • Vallesin se pregunta sobre la última campaña antipiratería: ¿de verdad la policía no tenía más delincuentes que detener que una gente que copia cds?
  • En su día hablamos de las listas Robinson y ya dijimos que no nos parecía lo que se prometía. Samuel Parra y Felix Haro han escrito dos posts imprescindibles sobre este asunto. La realidad es que, como nos dijo Artesano, las listas Robinson vienen a normalizar un gol para nuestra privacidad (y para la tranquilidad de nuestra hora de la siesta) que nos metieron hace ya una década.
  • Fernando Tricas nos habla del movimiento en pro del derecho a reparar.
  • Banda Ancha analiza el precio del ADSL en los últimos 10 años. ¿Concertación de precios? Qué va… paranoias nuestras.
  • La pastilla roja sobre cómo Google mantiene su posición. Curioso al menos.

Y mañana más, sobre los temas de siempre.

La AGPD sanciona a la Junta por la videovigilancia en el centro de Málaga

Palacio de la aduana, por JCSC
[Foto JCSC]

Me avisa Daniel de una noticia aparecida en la revista El Observador en la cual se avisa de que la AGPD ha sancionado a la Junta de Andalucía porque la videovigilancia en la zona del palacio de la aduana capta imágenes de la calle y, por tanto, de los transeúntes y demás personas que simplemente pasan por la calle.

Argumenta la AGPD que dichas cámaras obtienen datos personales y que, para ser incorporadas al fichero correspondiente, deben constar con el consentimiento de las personas que pasan por allí, algo que no se puede acreditar en ningún momento.

Pues bien, dado que la Junta puede aún recurrir ante el tribunal más chanante del Estado (que no es otro que la Audiencia Nacional), ya les adelanto que soy poco optimista. La ley que regula la videovigilancia está llena de trampillas para garantizar que las administraciones públicas instalen videovigilancia donde les pite (hablando así en breve), con lo cual, y pese a que me gustaría, no creo que verdaderamente esto acabe con la Junta eliminando esas cámaras. Creo eso porque la ley no se hizo para nosotros, se hizo pensando en el Estado.

En todo caso, estaré atento a este caso que me cae tan cerca.

La ciencia del miedo

The science of fear, de Daniel Gardner

Cualquiera que haya leído este blog el tiempo suficiente sabe que tanto como a analizar el riesgo que para nuestras libertades supone la gestión de la vida pública desde lo que podemos llamar políticas del miedo (1, 2, 3, 4, 5), hemos dedicado más de una reflexión a considerar por qué tienen éxito (algo sobre lo que incide el libro que del que voy a hablar en este post), e incluso hemos mencionado cosas que podemos hacer para alejarnos del estrés impuesto por una clase política y unos medios de comunicación que se alimentan del miedo que generan (1, 2, 3).

Por supuesto, no sólo los políticos (y sus ansias de poder) y los medios de comunicación (y sus ansias de cuota de pantalla/ventas) están detrás de la irritante exageración que reciben los mensajes del miedo, sino que hay mucha más gente acechando: son aquellos que pretenden convertir nuestra vida privada en producto de venta.

The Science of Fear (que tiene como subtítulo Why we fear the things we shouldn’t and put ourselves in greater danger) es un libro de Daniel Gardner que he estado leyendo recientemente y que, ciertamente, creo que es una de las mejores lecturas que he hecho en muchos meses. El libro analiza el modo en que gestionamos la información que recibimos, cuando se trata de evaluar riesgos. Apoyándose en un buen número de estudios psicológicos desarrollados en las últimas décadas, Gardner desglosa una serie de amenazas sobre las que a menudo se habla demasiado y evalúa cómo de buena es nuestra percepción del riesgo, en base a lo acertada que es la respuesta social a dicha amenaza.

Del impacto de un asteroide (que, curiosamente, es casi el único riesgo altamente improbable para el que estadísticamente y en base a los costes se recomienda prestar medios y solucionar) a una hipotética situación en la que bandas terroristas tendrían armas nucleares, pasando por peligros mucho menos peliculescos pero más importantes como el cáncer, la incidencia de productos químicos en nuestra salud, o cómo se relacionan las tasas de crimen con la percepción de peligrosidad que tenemos a menudo, el libro no deja casi ninguna de las inquietudes habituales sin tocar y las conclusiones que arroja son, en mi opinión, sorprendentes, instructivas y alentadoras.

Un libro recomendable aunque, eso sí, el libro está en inglés (y sé que a algunos esto los mantendrá alejados del mismo) y lo más cerca que lo he visto ha sido en Amazon UK (yo lo pillé hace ya tiempo, en una oferta muy buena a Amazon US). De hecho, The science of fear es el nombre de la edición norteamericana, en otros países ha sido editado como Risk: the science and politics of fear. Se ve que, a los editores estadounidenses, eso de ver la frase «política del miedo» en el nombre de un libro no les hizo gracia.

Corrupción de menores

«Durante los dos últimos siglos, la biología y la teoría evolucionista han producido simultáneamente organismos modernos como objetos de conocimiento y reducido la línea que separa a los humanos de los animales a un débil trazo dibujado de nuevo en la lucha ideológica de las disputas profesionales entre la vida y la ciencia social. Dentro de este contexto, la enseñanza del creacionismo cristiano debería ser considerada y combatida como una forma de corrupción de menores

Donna Haraway, Manifiesto ciborg

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