Cada vez con más frecuencia veo reflejados en diversos blogs que voy leyendo los temores a que algunas empresas consigan deformar la estructura de la red de una forma tal que su estructura libre, distribuida y, por tanto, resiliente ante los intentos de control se vea dañada.
Hoy mismo leo a Antonio Cambronero afirmar en en Blogpocket que:
«350 millones de usuarios se dieron de alta en Facebook creyendo que sus datos solo se podrían compartir con su grupo de confianza. Sin embargo, el cambio en las políticas de privacidad, siguiendo la máxima de Mark Zuckerberg (La Edad de la Privacidad ha terminado), pone en evidencia el conflicto de intereses entre usuarios y administradores de las redes sociales.»
El mismo Antonio, pero en un post en Weblog Magazine (aplicaciones que dan miedo), pone el foco en lo más espinoso del asunto:
«a lo que hay que tener miedo es a una Red centralizada y no neutral»
Está claro que algunas empresas seguirán luchando por imponer una estructura centralizada en la red (desarrollando aplicaciones web que recurren a centralizar nuestra actividad web, que de esta forma pasa de forma casi inevitable por sus servidores). Esto lo harán utilizando su talonario y la infraestructura que con él pueden comprar como ventaja competitiva. Es ahí donde debemos resistir poniendo de nuestra parte.
El viejo mantra que tantas veces hemos repetido en este blog («Toda arquitectura de la información sustenta una estructura de poder») encuentra en los problemas de la internet actual una justificación y respuesta presente. Una red distribuida conlleva un poder mejor repartido. Y no parece sencillo afirmar que uno está en contra de que el poder esté mejor repartido sin que lo tomen por loco o por tirano.
Quizá por esto los viejos porqués acerca del no-uso de ciertos servicios «2.0» siguen estando vigentes. Vale la pena gastar algo más de tiempo teniendo tu propio blog, tu propio fotolog, tu propio mail fuera de los servidores de siempre… y así toda una reducida pero importante lista de aplicaciones web y herramientas que usamos con rutina sin pararnos demasiado a pensar en cómo podríamos hacerlo mejor.