La era del diamante

Geisha bajo la lluvia

La era del diamante es un libro de Neal Stephenson que realmente tenía ganas de leer, toda vez que el único libro de él que había leído hasta la fecha me encantó. Si algo me queda claro tras la lectura es que Stephenson es bueno, un gran heredero de la cruda ciencia-ficción ciberpunk ochentera que sabe mantener la esencia de aquellos escritores: escribir sobre cosas que, siendo ficción, no están tan lejanas. Como aliciente, Stephenson lo escribe y lo cuenta de forma más fluida que Gibson y Sterling. (Si bien se le pueda achacar el síndrome del best-seller y algunas páginas de relleno que te distraen de la historia que realmente te tiene intrigado; tanto la de cal como la de arena requerían un segundo libro para ser confirmadas.)

De alguna forma, me resulta complicado hablar de La era del diamante si no es haciéndolo por paralelismo (y oposición) a Islas en la red. Ambas novelas se ambientan en un futuro en el que la descomposición no ha dejado otra opción que la aparición de nuevas entidades a las que se reconoce un estatus de sujeto internacional en un ámbito globalizado y atomizado. Las consecuencias de esta descomposición y el modo en que estas nuevas organizaciones hacen uso de esa posición difieren, sin embargo, ligeramente en ambas novelas.

La era del diamante cuenta la historia de Nell, una chica de clase baja que llega a tener en sus manos una copia del Manual ilustrado para jovencitas, un libro reactivo (cuyo contenido cambia según las características y la actitud de su dueño) destinado originalmente a ser propiedad de la nieta pequeña de un acomodado Lord. A lo largo de la historia, sin embargo, nos iremos acordando de Islas en la red, por cuanto el mundo organizado en tribus que presenta Stephenson nos hará pensar sin dudar en la Rizome de Sterling. Sin embargo, hay algo en la Rizome de Sterling que las hace preferibles a los clanes/phyles de Stephenson (y no, no tiene nada que ver con el hecho de que pensar el mundo estructurado en tribus lo haga parecer más violento que, digamos, lo que sería un escenario real, como apuntaba Asun en una serie de anotaciones de su (difunto) blog). Es el hecho de que en la novela de Sterling la territorialidad no es un factor determinante: en una misma ciudad vivían facciones de todo tipo, mientras que en La era del diamante cada una de estas phyles tendrá una sede-ciudad y gobernará una cierta región geográfica de forma idéntica a como lo haría un Estado.

Por lo demás, la lucha por mantener centralizado el control de una nanotecnología (la Seed) que amenaza con romper el orden imperante (con tres clanes/phyles actuando como potencias y repartiéndose el poder) sirve de excusa a Stephenson para describir la visión más incómoda de este fenómeno que ya está presente en partes del mundo como México (de la mano de los clanes de narcos) o Somalia (donde el Estado ha desaparecido completamente de dos tercios del territorio que están bajo la influencia de los grupos de piratas). En este sentido, coincido con lo que decía Asun de que la visión que Stephenson aporta sobre las consecuencias de esta descomposición son negativas. No en vano (cuidado, Spoiler) en la novela de Stephenson la situación desemboca en una estabilización seudo-estatalista en la que una phyle domina todo el territorio correspondiente a China y la tecnología subversiva que iba a posibilitar la creación de nanoestructuras de forma distribuida y sin control por parte del poder establecido no llega a crearse, a la contra de cómo el mismo Stephenson resuelve una situación similar también existente en Criptonomicón (y, parece, en otras novelas suyas): la aparición de nuevas tecnologías son percibidas como subversivas por parte del poder establecido, lo cual conlleva una tensión entre dicho poder y los beneficiarios últimos de esta nueva tecnología que es el hilo conductor de la novela.

Sin embargo, la experiencia nos dice que, recordando una frase que David nos repetía estos días, cuando el modelo estatal capitalista no es útil (y no es útil para muchos de nosotros y cada vez lo va a ser menos), las personas deben poder organizarse y suplir las carencias de este modelo. El problema es que en La era del diamante y en el ideario de muchas personas, parece que para que el sistema deje de ser útil el estado debe hundirse, sin llegar a entender que alcanzado un punto es el mismo Estado el que limita nuestras libertades y reduce nuestra calidad de vida (eliminando lo que vinimos conociendo como estado del bienestar), en parte como una huida al frente: un último intento de recuperar el poder perdido en un mundo conectado en tiempo real donde la gestión de una agenda pública única es harto complicada y la tecnología digital facilita el surgimiento de todo tipo de grupos afines con preocupaciones e intereses comunes. Y con los medios tecnológicos y los recursos necesarios (fundamentalmente, recursos humanos: la propia comunidad) para avanzar esa agenda y ese proyecto propios, aunque eso implique o precisamente porque eso implica, vivir en el riesgo sin necesidad de matar a nadie.

¿Podemos discutir la propiedad intelectual?

Hay una entrevista que desde Agoranews se hizo a Juan Urrutia y David de Ugarte. En ella tratan de responder básicamente a una de las grandes preguntas de nuestros días: en la era digital, ¿cómo hay que reformar la concepción de la propiedad intelectual para que el sentido clásico (pensado siglos antes de la aparición de la tecnología digital) no actúe como un lastre para la innovación y la libertad?

¿Podemos discutir la propiedad intelectual? Claro que podemos; y, además, debemos. Pero para debatir y discutir la propiedad intelectual hay que partir de dejar claras un par de cosas. En la entrevista (ver video justo abajo) se mencionan diversos puntos, pero yo me quedo con dos frases que ha destacado Indarki en un comentario al post de Natalia:

Juan dijo: «La innovación es secuencial»
David dijo: «La creación es collage»

Tan breve, tan complicado de aceptar por aquellos a los que la legislación de propiedad intelectual otorga privilegios monopolistas. Y ahora, el vídeo, que dura unos minutos y no tiene desperdicio:

Facebook a por el papel de nodo central en la red

Facebook

Esta semana Facebook ha celebrado una serie de ruedas de prensa destinadas a enseñar sus próximos planes (y a acaparar la agenda mediática techie).

La conclusión que podemos extraer de todo lo mostrado es que Facebook se ve grande, se siente tan confiado como se sentía Google hace unos años y se lanza a abrir y ampliar una serie de servicios cuyo fin último es seguir acaparando información personal que enriquezca los perfiles que posee de nosotros y que, de esta forma, adquieren un mayor valor en el mercado.

Entre las novedades de esta semana de Facebook están:

  • Open Graph Instant Personalization, extender lo que Facebook Connect hace ahora en webs de terceras partes para añadir la función de «me gusta» y a cambio llevarse toda la información de navegación de tus usuarios, trazando perfiles aún mejores de los navegantes. Instant Personalization, permitirá a otras webs acceder a la información de tu perfil en Facebook y personalizar la experiencia de esa página aunque nunca te hayas registrado en la misma. Esto significa que cualquier web que visites estando logueado en Facebook tendrá acceso a tu perfil si ha instalado este software de Facebook, aunque tú no se lo pensaras dar. Ciertamente una molestia. ¿Recuerdas Beacon? Pues es el contrarrecíproco, pero también se cumple. en ocasiones se hará sin loguearte en la propia web, tan sólo usnado la cookie de sesión de Facebook accediendo desde un iframe de Facebook instalado en esa web. Guau, no puedo decir menos. Con este movimiento Facebook tira a ganar con todo, las implicaciones para nuestra privacidad son tan grandes que en tan sólo unas horas ya han salido guías para bloquear estos cambios.
  • Docs.com, una apuesta por la ofimática personal lanzada mediante una alianza con Microsoft. Un ataque directo contra Google Docs. Otro guau en toda regla, esta vez por lo inesperado.
  • Credits, su propio Paypal. ¿Sorpresa? Totalmente, aunque visto desde su estrategia sea lógico (mucha gente pagando dinero por chorraditas como tartas virtuales, tener todo ese flujo de dinero en su sistema les interesa claramente).

Una visión global a estas novedades nos muestran a un Facebook con la moral alta, que se siente fuerte lo suficiente para intentar entrar en mercados que hasta ahora no eran su terreno (Credits vs Paypal, Ofimática vs Google) y que tira a matar con la ampliación de su capacidad de monitorizar nuestra actividad en la web, con el coste que ello conlleva para nuestra privacidad pero también para la estructura de la internet que conocemos.

Por terrible que parezca, la previsible respuesta de otros grandes actores en internet no se hará esperar y vendrá en forma, seguramente, de una mayor intromisión en nuestra actividad. Es una carrera por la centralización de internet y por ser el nodo central resultante de esa centralización de la red. Dos lobos decidiendo quién se come a la oveja. Si la oveja eres tú, ¿de verdad quieres quedarte quieto esperando que se pongan de acuerdo? Yo no lo recomiendo: pasa a la acción. Usa tu propio blog, tu propio mail, tu propio rincón en internet al margen de estos servicios que te quitan muchísimo más de lo que te dan a cambio.

Aparte de mencionar las novedades presentadas por Facebook, no puedo añadir gran cosa más que recomendar la relectura de tres posts que hace un tiempo escribí y que describen algunas de las implicaciones de estos movimientos de Facebook y otras grandes corporaciones.

La UE contra el comercio electrónico

La UE aprueba una nueva normativa que no permitirá vender por internet a menos tengas una tienda física. O, al menos, así será si el propietario de una determinada marca registrada lo reclama. Lo podemos leer en Reuters, a donde llegué vía un post de David Ballota (gracias, Dac).

Que la UE dé a las marcas ese privilegio que se ejecuta directamente a costa de mis libertades me parece terrible: al final no es más que otra posibilidad para impedirte desarrollar una actividad normal en la web. Y últimamente vamos sobrados de este tipo de excepciones.

Huelga decir que esta ley no permite frenar el comercio ilegal o no declarado, ni el de falsificaciones (aunque tales falsificaciones sólo existan en base a una legislación de propiedad intelectual cuestionable). No: esta ley lo que pretende es sustraernos el derecho a abrir un negocio próspero con una reducida barrera de entrada al mercado.

Y es que en internet la barrera de entrada se reduce: no hay que buscar un carísimo local bien situado (aún más caro), de los que escasean en nuestras ciudades (aún más caro), pagar enormes licencias y, en el mejor de los casos, anticipar el coste del alquiler (fianza) de ese caro-caro local durante el primer año, o dos; o vaya usted a saber. Obligando a todo el mundo a buscar un local físico, la UE está reduciendo la competencia vía introducción de una innecesaria barrera de entrada al mercado.

Al final, con esta normativa volvemos atrás 30 años, a cuando abrir un nuevo local era más un negocio inmobiliario que otra cosa, sin olvidar el hecho de que, por parte de la UE, afirmar que los usuarios necesitan la guía de una tienda física (como si el objetivo de esa tienda física fuera orientar al usuario y no fuera, realmente, vender a toda costa) para comprar algo es, sencillamente, atroz.

El norte perdido del software libre

Dicen por ahí que el futuro de los modelos de negocio de software libre es el Software como servicio:

Comienza con una plantilla para modelos de negocio Open Source y muestra algunos ejemplos de cómo puede usarse para definir la estrategia, la relación con la Comunidad y la relación con los clientes. Por último plantea que el futuro del negocio en el Software Libre gravitará alrededor del Software como Servicio (SaaS).

Todo lo que puedo pensar es que si el software libre recurre a atar a los usuarios por sus datos, está diluyendo su esencia de libertad. Hablé de ello en particular cuando Canonical presentó Ubuntu One, y en un sentido mucho más amplio y genérico cuando defendí la importancia de la lógica del software distribuido (o cuándo el software libre ya no es suficiente).

Cuando todo se puede vigilar

«En una era en la que todo puede vigilarse, todo lo que nos queda es la educación.»

Neal Stephenson, La era del diamante

Quizá por eso nos quieren educar mal: convirtiendo la instalación de medidas de control en una lucha a largo plazo que conlleva el desarrollo de tolerancia a esta vigilancia.

Y una vez estemos educados todo podrá vigilarse con impunidad. Por el camino se muere el secreto de las telecomunicaciones, otrora sagrado, y cada nueva reforma que plantean apunta en esa dirección.

En una época en que todo se puede vigilar, la privacidad no es un problema técnico sino uno legal y de educación. lo que necesitamos son leyes que detengan al Estado. Pero el Estado no se detendrá, así que lo único que nos queda es usar contratecnología: distribuir nuestras comunicaciones y nuestra presencia online, cifrar nuestros datos.

Y cada nueva propuesta de reforma que se filtra o se propone es la misma vieja y maldita reforma de la última década. Vigilar más, prohibir más.

¿Estará nuestra generación a la altura?

La muerte de la industria editorial

Era cuestión de tiempo. Antes de continuar con el post hay un vídeo de Reuters (que me pasa Gonzalo Martín) que deben ver, como no he encontrado cómo empotrar ese vídeo en el blog, podemos ver este otro vídeo del mismo grupo de investigadores.

Por si a alguien le queda una duda, lo que ese vídeo muestra es la muerte definitiva de la industria editorial tal y como la conocimos.

La digitalización de numerosos aspectos de nuestra vida avanza sin pausa. Hace más de una década que llegaron los mp3. Algo después llegó el vídeo a nuestro programa de p2p preferido. Sin embargo, había una pequeña aldea poblada por rudos bárbaros vendedores de libros que se resistían (y resisten) a la digitalización de sus obras.

Es de esta forma como el negocio de los libros, ese cacharro que ha sobrevivido indemne a varios siglos y cuya información contenida tiene el don de ocupar un espacio especialmente reducido en nuestras computadoras, se mantenía falsamente al margen de este proceso de digitalización de toda la información que utilizamos de forma diaria.

Dos factores complicaban esta digitalización y subsiguiente compartición sencilla de libros: la negativa de las editoriales clásicas a vender obras digitales y que el proceso de digitalización de estas obras sólo comercializadas en formato analógico era un proceso lento que, además, no era indoloro para la obra original.

Ambos factores tocan a su fin progresivamente. Las editoriales comienzan a vender alquilar (pues los archivos tienen DRM y no te obedecen a ti sino al prestador de servicio). Este sistema de DRM será roto eventualmente y los libros fluirán, entonces, libres y digitales. En la otra mano: el proceso de digitalización se facilita poco a poco. Como vimos en el video de arriba nuevos desarrollos atacan las debilidades principales del escaneo artesano de libros: el tiempo consumido y el daño para el original.

Y es sólo cuestión de tiempo que esta tecnología se extienda. Y de poco servirá que alguna editorial compre la patente de este producto y la entierre bajo tierra. La idea está ahí: será retomada por alguien por puro divertimento, o por interés por darse a conocer y ganar reputación. Si este desarrollo no ve la luz (motivos varios que puedan acontecer), la industria aún tendrá un tiempo adicional para replantearse nuevos modelos. Modelos que incidan, sobre todo, en dar una experiencia de usuario muy superior (en tiempo, y se equivoca la editorial que planee retrasar la salida del eBook para no dañar las ventas de ejemplares en papel) a la que dará la red, gratis, a todo aquel que lo busque. Tienen que entender que si no superan la oferta del p2p gratis lo tienen crudo y que el DRM no contribuye en absoluto a mejorar esta experiencia.

Es cuestión de tiempo. Pero está ahí: finalmente los libros están en el ajo, las editoriales que largo tiempo miraron con desdén a la red, tienen un tiempo limitado para hacer sus deberes. ¿Llegarán a tiempo o jugarán a poner la mano de las subvenciones ante el Estado? Pase lo que pase, la industria editorial del pasado afronta su final. Reconstrucción o muerte, ¿no creen?

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