Conocimiento e instinto

Árbol conocimiento

En La escuela no es un parque de atracciones defiende Gregorio Luri la idea de que el conocimiento sobre un tema es lo que nos despierta la curiosidad sobre el mismo, y no al revés, y de que a ese conocimiento se llega alimentando el hábito y la repetición de una determinada práctica; estudiando sobre el tema, para entendernos.

Así, la curiosidad por las matemáticas es viable únicamente cuando las conocemos siquiera un poco, y la soltura haciendo cálculos matemáticos se adquiere solo cuando hemos hecho muchos de esos cálculos. Luego, es posible que podamos trabajar en modo multidisciplinar y aplicar ese conocimiento a otros ámbitos, pero hemos de partir de ese conocimiento adquirido y asentado.

Estuve estos días leyendo estos días Asking for Trouble, un libro de Jon Cohen sobre investigación de mercado que sin ser exactamente lo que yo buscaba, no deja de ser una lectura interesante con una segunda parte aplicable a otro tipo de trabajos.

En un pasaje donde habla de cómo tomar decisiones cuando los datos no son concluyentes, dice lo siguiente acerca de las decisiones por instinto, y que me hizo pensar en un par de otras ideas que comento a continuación:

Confiar en tus instintos se ha convertido en sinónimo de ignorar lo que opinan otras personas. Haciendo tu propio camino. Cogiéndolo solo. Es una pena, porque esa definición de toma de decisiones instintivas está basada en un completo malentendido acerca de cómo funciona el instinto realmente.

(…)

Lo que parece una reacción instintiva es, en realidad, el resultado de una gran cantidad de conocimiento adquirido combinado para facilitar la toma de una decisión completamente matizada.

Jon Cohen, en Asking for Trouble

Huelga decir que no es lo mismo confiar en un instinto bien entrenado que en uno atrofiado, y que en entornos profesionales, sobre todo trabajando en el seno de una empresa, estamos muy acostumbrados a nunca decidir por instinto, se busca siempre el proceso aséptico, dirigido por datos.

Sin embargo, el instinto bien entrenado no deja de ser un automatismo bien aprendido, el afloramiento de ese conocimiento interiorizado y memorizado al que se refiere Luri en su libro. Ésta es la primera de las dos conexiones que vi al leer esto.

La segunda de ellas es aquel adagio de Noventa, tuitero desaparecido dicen los mentideros que durante la pandemia del COVID, que reza que un prejuicio no es más que la combinación de conocimiento más reconocimiento de patrones. Una chanza, sí, pero por ahí se enlazan estas ideas.

[Imagen: El árbol del conocimiento, hecha con LeonardoAI.]

Concisión y transmisión de ideas

Aterricé esta tarde en un artículo de Yorokobu que resume algunas recomendaciones de Schopenhauer para escribir mejor.

Dejando de lado que la actual escritura por y para el posicionamiento le lleva la contraria en casi todo, me quedo con un principio fundamental: la claridad al escribir.

Para Schopenhauer, demasiadas palabras solo sirven para desviar sin querer la atención del lector, o para confundir deliberadamente al lector y que parezca que en un texto hay una idea valiosa cuando no hay nada. En ambos casos es mejor ser concisos.

No es la primera vez que hablamos de concisión y en al menos una ocasión lo hicimos al hilo del posmodernismo, que precisamente es dado a soltar peroratas interminables para no decir nada. Diríase que Schopenhauer ya enfrentó al mismo tipo de plastas.

Modelos generativos y la bendición para el I+D de software

Jardín del Edén

Amazon anunció hace unos días que AWS Code Whisperer sería gratis para uso personal. Se trata de su modelo generativo para competir con Github Copilot o Ghostwriter de Replit, que ha anunciado una alianza con Google este mismo mes.

Como uno es tecnosexual no pude evitar ir a probarlo y tras cacharrear con el una tarde puedo deciros que es sensacional. Lo he usado para hacer nada más que un juguete con React pero no deja de ser suficiente para hacerme una idea de lo que se nos viene encima en temas de desarrollo de software: un aumento de productividad excepcional similar al que ya comentamos en términos generales hace unos meses.

La bendición para el I+D: acelerar la producción de prototipos

Mi vida profesional gira en torno al I+D. No es sólo que hice un doctorado en ciencias, sino que llevo años desarrollando mi actividad en centros de investigación y desarrollo de software de diferentes empresas. El potencial de estas herramientas para poner en marcha prototipos es deslumbrante. Y eso es mucho, porque una parte del desarrollo de productos es probar ideas y llevarlas cuanto antes a validar con clientes. Una gran parte se descartan, así que cuanto antes se prueben y menos cueste implementar esas pruebas de concepto, mejor.

Por supuesto, un prototipo no es un producto: hay mucho trabajo detrás de un producto y preparar un prototipo no es más que una parte de ese trabajo. Pero reducir drásticamente el tiempo necesario para tener operativo una versión funcional de la idea, siquiera que esté al margen de requisitos no funcionales es una bendición. Va a permitir probar más cosas más rápido. Descartar antes las malas ideas invirtiendo en ellas muchos menos recursos.

Ideas. Porque esto va de ideas. Ante el miedo de quienes temen la pérdida de empleo, el escenario más probable es que a quienes combinen saber hacer con creatividad para hacer cosas nuevas este tipo de herramientas les permitirán surfear la ola que va a cambiar el mercado laboral.

Y esto es así porque aunque los llamemos inteligencia, distan mucho de ser inteligentes. Son más bien una cacatúa que repite sin entenderlo lo que ha oído antes. Si algo ya se ha hecho previamente, el modelo te lo va a dar casi seguro, de forma rápida y directa: estos modelos generativos son la máquina de copipegar definitiva.

Los humanos seguiremos manteniendo nuestra esencia, que es la de innovar. Pero no nos engañemos: una mayoría de los problemas que resolvemos diariamente ya están resueltos en algún sitio. Incluso un programa novedoso está en su esencia compuesto de multitud de funciones que ya se han usado antes en otro sitio. Para esa rutina tan habitual de montar una prueba de concepto, estas herramientas son estupendas y las específicas para programar como Code Whisperer no son una excepción.

Si te dedicas a programar, o a la gestión de equipos de programadores, y no estás usando herramientas como estas para acelerar tu trabajo o el de tus equipos, estás dejando de ganar productividad amén de que los estás poniendo en desventaja frente a quienes sí las usan.

[Imagen: Jardín del Edén, hecha con LeonardoAI.]

He cambiado el plugin de las cookies

Monstruo de las galletas

Hace ya casi una década que entró en vigor la ley que obliga a avisar de que una web usa cookies. Desde entonces y hasta ahora, este blog ha gestionado el mismo con un desarrollo que hicimos en Cartograf que liberamos como software libre, ya que en aquel momento no había ningún plugin de WordPress que cumpliese con los requisitos de la ley española. En su día ya expliqué el asunto de que cuando se aprobó la norma en España ya se había hecho anteriormente en Reino Unido con otros requisitos, y que el software libre existente para eso se adaptaba a esa ley.

El tema es que Cartograf ya no está y ese plugin nunca evolucionó pero lo mantuve por inercia. Hasta que recientemente encontré una alternativa estupenda, adaptada a lo que pide la ley española: Adapta RGPD. De modo que he reemplazado nuestro viejo plugin que tanto servicio nos ha hecho todos estos años en favor de este nuevo, mucho más completo y que a día de hoy está mantenido activamente.

Ciertamente me sorprende a mí mismo que este pedacito de código haya estado usándose hasta hoy mismo, pero lo cierto es que hasta aquí ha llegado. Eso sí, hay otro plugin que liberamos durante aquella aventura que aún me encargo de probar con las nuevas versiones de WordPress y que está en uso en un puñado de webs alrededor del mundo, algo que me genera satisfacción.

[Imagen: Monstruo de las galletas, hecha con LeonardoAI.]

Por qué me gusta tanto usar los nuevos generadores de imágenes con IA

Casa mágica en el bosque

He de remontarme muchos años para explicar lo que siento cuando cacharreo con los nuevos modelos generativos de inteligencia artificial. La versión corta se resume en entusiasmo, ganas de hacer más cosas. Para la versión larga voy a hablar de mi relación con la programación de webs.

Hice mi primera web antes del cambio de siglo y de milenio. Completamente a mano, que es como se hacían las webs entonces. Cada etiqueta HTML precisamente medida, y cada instrucción de CSS (al principio in-line en el código HTML, luego separado en hojas de estilo) también economizada, porque las conexiones eran lentas. Muy lentas, decenas de miles de veces más lentas que las conexiones actuales.

Hice muchas webs a mano, durante años, y cada una de ellas requería mucho esfuerzo. Así que cuando Drupal y WordPress empezaron a tener multitud de temas disponibles con los que cambiar toda la apariencia de la web en un par de minutos no dudé en cambiar muchas veces el tema que usaba en mis webs. Muchas veces. Como sufridor y conocedor del esfuerzo necesario que habría sido necesario para lograr eso apenas unos años antes, valoraba extraordinariamente esa forma mágica de cambiarlo.

Viajamos ahora de vuelta a 2023. Todos sabemos las horas y días que tarda un buen artista en crear algo. Si a eso le sumamos las pocas capacidades para el dibujo que siempre tuve, ponerme delante de una caja de texto y tras varios intentos y en cuestión de minutos encontrar una imagen nueva compleja, con mucho detalle, que me guste y que puedo usar en cualquier sitio me resulta sencillamente cautivador. Bromeaba hace unos días con que ahora pienso en temas que tratar en el blog porque me da una excusa para ir y generar una imagen molona que usar aquí. Bromeaba, sí, pero solo un poquito.

Estamos ante una nueva generación de herramientas que ya se perciben revolucionarias a pesar de que no son más que el rascar la superficie de lo que viene, que tardará en florecer aún un lustro o más en forma de mashups de los que aún no conocemos ni los ingredientes de partida.

[Imagen: Cabaña mágica en el bosque, hecha con LeonardoAI.]

Adulación y libertad

Edmund Burke

Un par de citas de Edmund Burke sobre adulación y libertad, extraídas de sus Reflexiones sobre la revolución en Francia.

El halago corrompe tanto al receptor como al donante del mismo, y la adulación no es más útil al pueblo que a los reyes.

Edmund Burke, Reflections on the revolution in France

El efecto de la libertad en el individuo es que pueden hacer lo que les plazca: deberíamos ver qué les plac antes de arriesgarnos a felicitarles.

Edmund Burke, Reflections on the revolution in France

Tanto una como otra nos conducen a la cita de Hamilton sobre populismo y libertades que recogimos hace unas semanas y que fueron escritas en la misma época si bien curiosamente defendiendo posturas enfrentadas, pues Burke se oponía al republicanismo y Hamilton primero hizo la revolución contra la monarquía británica y a continuación se embarcó en el proceso de instaurar un gobierno republicano federal en lo que finalmente fueron los Estados Unidos.

Eso sí, las preocupaciones de uno y otro informan de lo bien capturado que está el Zeitgeist en los escritos de ambos.

[Imagen: Retrato de Edmund Burke, hecha con LeonardoAI.]

El desvanecimiento de la infrastructura para vivir offline

Joven jugando videojuegos con un headset de realidad virtual

Las computadoras y lo que podemos hacer con ellas evolucionan rápido. Nuestros cerebros y nuestros genes evolucionan despacio. El ser humano se ha adaptado maravillosamente bien a avances tecnológicos pasados, y puede que sea así también en el futuro. Pero la complejidad de la sociedad digital es creciente y esto pone ante nosotros un reto formidable.

Lo que al principio era un PC en casa sin conexión a internet primero se conectó a internet y luego tuviste un móvil que vivía en otro universo, pero luego el móvil ganó acceso a los mismos servicios y se sincronizaron, pero no directamente, se sincronizaron usando La Nube(tm). Y ahora el móvil está en el centro de todo; hasta para pagar hemos empezado a no usar las tradicionales tarjetas de crédito y ahora usamos la versión digital integrada en el móvil, o en ese reloj que no es más que otro ordenador aún más pequeño. Vivir sin Internet en el móvil a todas horas es crecientemente difícil.

Las personas, por contra, aprendemos más despacio. No hemos aprendido aún a guardar nuestra información digital de forma ni segura ni perdurable. Los formatos de documentos quedan anticuados, las copias de seguridad nunca son lo fiables que nos prometieron que serían. Una mayoría de personas se ha habituado a perder periódicamente sus fotos o a delegarlas directamente en un servicio online. La complejidad de tener una copia de seguridad fiable y offline es alta, no todo el mundo quiere poner esa dedicación. De hacer copias físicas de tus documentos ni hablamos. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste un álbum de fotos físicas para tenerlas de recuerdo?

Al mismo tiempo, la infraestructura para vivir sin móvil -o lo que es lo mismo, no estar online 24/7- se desvanece por momentos. Autenticadores de un solo uso, tarjetas de crédito, mensajería para hablar con tus seres cercanos, acceso a banca online. Sin móvil, todas esas cosas son crecientemente complejas. No sé si realmente vamos a ese mundo sin cosas como lo define Byung-Chul Han, pero desde luego vamos a un mundo cada vez más digital. La pesadilla de perder el móvil y quedar bloqueado sin acceso a tu cuenta de Google, y con ello al margen de tu vida digital, ha sustituido a la de descubrir que te faltan un par de asignaturas para terminar la carrera.

¿Cuánto tiempo seremos capaces de lidiar con esta complejidad creciente antes de desistir todos y estar a merced de la fortuna para sufrir un problema crítico de seguridad, un Chernobil de la privacidad? El límite será diferente para cada uno, pero todos tendremos un límite, un punto a partir del cual diremos basta y nos plantemos. Habrá quien use un gestor de contraseñas (con sus riesgos de compartimentalización), habrá quien decida tener dos terminales diferentes (uno con la aplicación del banco y otro con el el email o el WhatsApp, para tener canales de verdad separados). El umbral será diferente, pero todos lo cruzaremos en algún momento. Lo que pase después aún no lo sabemos, pero lo intuímos.

Es la gran disonancia cognitiva de esta última década: todos estamos de acuerdo en que usamos demasiado el teléfono móvil y seguimos adoptando colectivamente hábitos y herramientas que hacen mucho más difícil el permanecer offline.

[Imagen: Joven con headset de VR, hecha con LeonardoAI.]

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