Libertad es, sobre todo, libertad para poder hacer lo que no voy a hacer

Dicen que Henry Ford solía decir que sus clientes podían escoger el color de los coches que compraban, siempre que el cliente escogiera el color negro. Así lo contó en su autobiografía.

Últimamente hay una conversación recurrente que me he encontrado no pocas veces: se habla bastante sobre una hipotética reforma de la ley del tabaco, y hay opiniones para todos los gustos.

El tabaco es un tema polémico: fumadores y no fumadores no nos pondremos casi nunca de acuerdo sobre si se puede o no se puede fumar en una estancia donde haya personas que no compartan este hábito.

Unos protestan porque quieren fumar, otros porque no quieren que les moleste un humo que no debe molestarles. Algunos ven con buenos ojos el rumoreado endurecimiento de la ley del tabaco, que prevé que no se pueda fumar en ningún establecimiento público (recordemos que la actual permite elegir al dueño si el local es pequeño, y obliga a la instalación de zonas aisladas si el local pasa de un determinado tamaño). Para otros, esta nueva prohibición resulta excesiva.

Tanto unos como otros suelen defender una postura absolutamente vinculada a su propio hábito: los fumadores no quieren más prohibición, los no fumadores no quieren más humo.

Yo no fumo. No he fumado nunca. Más aún, si lo puedo evitar no estaré en un sitio donde se fume (me gusta sentarme en la zona de no fumadores en los restaurantes, prefiero que no se fume en mi casa o en mi coche). Pero creo que la actual ley del tabaco está bien, porque permite elegir, y que una prohibición total de fumar no es buena para nadie. Como no fumador, la ley actual ya me garantiza encontrar espacios libres de humo, mientras que permite a los fumadores ir a restaurants donde puedan fumar. Creo que se hizo bien garantizando la existencia de espacios sin humo, creo que obligar a la eliminación absoluta de esa posibilidad es una disminución de libertades. Sin duda, no es algo de vida o muerte, pero sin duda vale la pena preservarla.

Creo que muchos no fumadores pretenden imponer su conducta a los fumadores, no sé si con venganza por los años pasados o con este síndrome del hada madrina empeñada en infligir un final feliz, vaya usted a saber. Podemos limitarnos a protestar por los recortes de libertades cuando nos afecten, esto es: protestar por elegir el color del coche sólo cuando no lo queremos negro. Pero libertad significa, sobre todo, libertad para poder hacer las cosas que no haré, porque lo otro no es más que una suerte de dictadura de la coincidencia a favor.

Y podemos prohibir el consumo de tabaco en espacios públicos, pero entonces no cuentes conque nadie te apoye cuando prohíban el consumo de alcohol, no cuentes conque quede nadie para ayudarte cuando vayan a por ti.

Es por eso que la gente se sorprende cuando no siendo fumador (ni habiéndolo sido, ni teniendo pensado serlo en un futuro), defiendo que la ley del tabaco se quede como está: que a mí me deja estar en sitios de no fumadores pero a los fumadores los deja ir a su aire (a su humo, más bien). Y que eso, la posibilidad de escoger dónde se sienta uno, es algo que marca una gran diferencia y que debería ser suficiente para todos.

Bocados de Actualidad (103º)

Tenemos ya un nuevo año echando a rodar y aquí estamos de nuevo con más comilonas encima de las que nos esperábamos y un buen montón de enlaces (también más de los que esperábamos en estas fechas de pseudo descanso). La centésima tercera ronda de los Bocados llega a ritmo de un clásico de toda la vida, el Dirt de Alice in Chains.

  • RinzeWind y el origen de los FANI.
  • David de Ugarte y la metodología Kasher.
  • Genbeta explica el fallo del algoritmo de cifrado de GSM roto recientemente.
  • Guerra eterna y la estupidez como aliada de los terroristas.
  • Agujero de gusano y perversa abundancia.
  • Pere se pregunta si los libros electrónicos son realmente más ecológicos que los de toda la vida.
  • Timothy Garton Ash y la insoportable parodia del Estado-guardería que no nos deja dar un paso en libertad.
  • Schneier y porqué la intercepción del video no cifrado de los drone estadounidenses no es el problema que muchos creen: al final, mandar la señal sin cifrar era lo más práctico porque eliminaba mucha complejidad del sistema.
  • Error 500 habla de cómo en internet cualquier delito se culpa de forma más grave. (Esto lo comentamos hace mucho al hilo de la caza de hackers.)
  • Juantomás y cuando amas los libros.
  • La pastilla roja analiza esta especie de barroco tecnológico en el que nos encontramos.
  • Rinzewind y el buenismo en libertad del gobierno, que no es partidario de prohibir peeeero. Imprescindible (también lean los comentarios).
  • ¿Cuál fue el nº1 navideño en Reino Unido estas navidades? Killing in the name of, de Rage Against the Machine. Lo cuenta ¿Quién vigila al vigilante?
  • Victor Ruiz a vueltas con el #manifiesto y la ética hácker.
  • Iván Vilata acerca del bricolage digital, lovecraft y el viaje ciberiano.
  • Marginal Revolution y algunos hechos sobre el llamado «comercio justo».

Y eso es todo por hoy. Mañana más sobre los temas de siempre.

La ética del hacker

Estos días releí La ética del hacker de Pekka Himanen. Es curiosa la perspectiva con la que contemplo ahora ese ensayo. No recuerdo con demasiado detalle lo que iba pensando cuando leí el libro la primera vez hará ya cosa de seis años, pero sí recuerdo cuál era la idea general: un texto con muchas ideas interesantes, muy aspiracional pero seguramente no muy traducible al mundo real, o no al que entonces era mi mundo real (el mundo real de un estudiante de químicas). Las sensaciones que deja esta relectura son bastante diferentes. Visto desde la perspectiva de 2009, el ensayo no deja de ser un ensayo filosófico que pretende responder a preguntas fundamentales (¿cómo podemos lograr ser más felices llevando una vida completa?) y contiene un conjunto de ideas que pueden y, quizá, deben verse trasladadas a nuestra vida diaria.

La ética hacker propuesta por Himanen tiene muchos aspectos en común con la ética protestante habitual (incluso en países de ascendencia católica) en nuestros días, pero tiene dos diferencias mayores. La primera es que la ética hacker comprende las implicaciones últimas de la lógica de la abundancia que hace posible la red y que se hace posible en la red. La otra tiene que ver con la forma con la que relacionamos vida y trabajo.

Mientras habitualmente se tiene una perspectiva trabajocéntrica de la vida (hasta los descansos no son descansos sino ocasiones para «desconectar» y rendir mejor en el trabajo que seguirá al descanso) en la que, a pesar de todo, el trabajo es a menudo una simple penitencia previa (y opuesta) al disfrute de la vida, la nueva ética propuesta por Himanen pretende enlazar ambas cosas. ¿Cómo piensa lograrlo? Claramente, la única forma de lograrlo es trabajando en algo que verdaderamente te haga feliz: cualquier otra posibilidad finaliza con un deseo creciente de pasar las horas de aburrido trabajo cuanto antes para llegar al premio, que será el tiempo libre de después.

Como ni aún bajo la perspectiva de la ética hacker la vida se reduce únicamente a una actividad profesional, la cuestión se reduce a una pregunta mayor y otra, también importante, de menor rango. Pregunta 1. ¿Ir a trabajar cada mañana te hace feliz? ¿es para tí un incentivo en sí mismo o es la penitencia que debes pasar para pagar las facturas a final de mes? Pregunta 2. ¿El fruto de tu actividad es bueno para tu entorno?

Si la respuesta a la Pregunta 1 es «penitencia», quizá te interese cambiar tu actividad principal hasta que encuentres una actividad que te haga responder «soy feliz haciendo lo que hago». No es más difícil que eso. La respuesta a la Pregunta 2 va a servir para matizar la respuesta (afirmativa o negativa) a la Pregunta 1, marcando lo bien o mal que tu actividad se va a llevar con la gente que te rodea. A menudo, podrías tener un trabajo que sin representar el óptimo de satisfacción, sirva para mejorar la situación de la gente que te rodea y que, si no por ti puede que por tu entorno, te interese realizar.

¿Fácil, verdad? Todos convendremos que en algún momento de nuestras vidas quisimos «de mayor dedicarnos a tal, o a cual». La mayoría, sin embargo, ha terminado dedicándose a cualquier cosa que le permita pagar facturas, llevando a cabo tareas insatisfactorias de 9 a 6 (o más, o más) y pensando, cada vez que alguien le dice «cambia de trabajo a algo que te guste más», que su interlocutor es un idealista irrendento que no sabe ni dónde tiene la cara.

Y sin embargo, a mí lejos de parecerme descabellado, me parece la única opción (¿tener una única opción no equivale a no tener opción?). Cuando la gente me pregunta «¿por qué no te sacas unas oposiciones?» siempre suelo responder lo mismo: «¿para qué? para luchar intensamente contra el deseo de cortarme las venas que me embargará cada día de 9 a 5?». Me parece que dedicar la mayor parte del día a labores que no me divierten y no me enriquecen (no hablo de dinero, claro) es un error que no deberíamos cometer: el error de pasar la vida esperando vivirla en el futuro, más adelante. El error de olvidar que vida sólo tenemos una y que hay que llevarla de forma que valga la pena vivirla. Así pues, a efectos prácticos la opción de intentar dedicarse a algo que nos haga felices más que puro idealismo, debe ser considerada idealismo realista.

En este sentido, resulta paradójico que durante todo el ensayo se critique la visión trabajo-centrista de la vida dominante actualmente y que, por toda solución para lograr disfrutar al máximo de la vida, Himanen proponga fundir trabajo y vida. La respuesta que Himanen da es que al no suponer una carga, esa labor no es realmente considerada trabajo, aunque bien pueda representar el modo en que una persona se gane la vida. Es por ello que Himanen propone esa nueva visión: cuando las tareas diarias te divierten y te hacen feliz, no tiene sentido marcar esa línea entre «lo que haces para ganarte la vida» (trabajo) y «mi vida real» (ocio). Al final, queda claro que la crítica no es al trabajo en sí, sino propiamente al hecho de trabajar en algo que ni nos incentiva ni nos compensa intelectualmente. Eso resuelve la paradoja: si la crítica no es al trabajo en sí, no es incompatible que para la plena consecución de los objetivos (conseguir salir adelante económicamente siendo feliz) haga falta fusionar vida y trabajo.

De esta forma, uno quizá pueda acabar dedicando más horas a esa tarea auto-escogida que las que emplearía en un trabajo cualquiera, pero muy posiblemente lo hará por propia decisión pues no le suponga una carga, puesto que la realización misma de la tarea le suponga una fuente de entretenimiento o satisfacción. Y muy posiblemente si un día prefiere hacer otra cosa lo podrá hacer sin que nadie le recrimine no estar a las nueve de la mañana sentado en su cubículo.

En lo personal, y tras haberme dedicado a la investigación científica incluso antes de terminar la carrera podría hablar sobre las conclusiones generales y particulares que me llevo de ese mundo académico, al que se supone un gran espíritu hacker que debería ser el impulso que moviera a los investigadores. En lo general, el mundo académico está asombrosamente lejos de los ideales hacker que se le presuponen (salvo contadas excepciones) y no hace fácil el trabajo para aquellos que sí se mueven por esos ideales. En lo particular, ver la investigación como una constante carrera en pos de la consecución de una plaza funcionarial no me satisfacía en absoluto.

Teniendo asumido que necesito un cambio de enfoque para conseguir hacer de mi vida algo que merezca la pena, es curioso (o quizá no) que la relectura de este ensayo justo ahora sirva para confirmar las ideas que durante meses se han ido gestando en mi cabeza. Tras leer este ensayo quizá no sepa a dónde me llevará el futuro, pero probablemente sí sepa dónde no voy a querer volver. Puro realismo idealista, para terminar de retorcer el juego de palabras al que he venido jugando durante el post, mientras confundo esos dos conceptos que habitualmente nos pintan tan alejados.

Friki

«If i know i’m going crazy, i must not be insane.»

Dave Mustaine, en Mary Jane (So far, so good, … so what?)

En cristiano sería algo así como «si soy consciente de que me estoy volviendo loco, es que no debo estar muy, muy loco». Hace muchísimo tiempo que cada vez que escucho a alguien decir «yo soy friki» se dispara esa frase en mi cabeza, aunque adaptada a esa realidad, claro («no serás tan friki cuando lo tienes tan claro»).

¿Por qué esto? Básicamente, cuando te encuentras realmente a un freakie descubres que esa persona no tiene ni el menor atisbo de consciencia sobre lo raro que es. Pero ni el menor atisbo: cero, rien de rien.

Podría extenderme mucho sobre qué pienso cada vez que escucho a alguien autodefinirse como friki. Las más de las veces pienso que tengo delante a un capullo. Sin embargo, sé que tres palabras constituyen una base insuficiente para mandar a nadie al carajo y, consecuentemente, me esfuerzo, me esfuerzo con toda intensidad, en no pensar «eres un capullo» cuando escucho la frase mágica. Casi nunca lo consigo, though.

[Ooooh sí, llevaba años esperando para usar esa frase de Megadeth en un post.]

La televisión

«Después de cenar, algunas familias se sientan juntas, mudas pero cómodas, mirando telecomedias en que madres, padres e hijos hablan entre sí con brío.»

Arlie Russell Hochschild

Esta cita de Hochschild aparece en La ética hácker (Pekka Himanen), que estoy aprovechando para releer estas navidades, en estos días de bastante lluvia, mucha casa y poco de todo lo demás.

Ya saben, esto es todo por hoy: ahora, a ver la tele. Vivirás la vida de otros y votarás lo que digamos.

Thunderbird 3 con GPG para Linux x86_64

Thunderbird

No voy a descubrir a nadie que me gusta usar un cliente de correo de escritorio. Por supuesto, también uso un bonito webmail cuando lo necesito, pero siempre que puedo uso el cliente de escritorio donde, además, tengo una copia de mi correo siempre accesible (incluso si me falla internet, algo que muchos pasan por alto).

Tampoco descubro nada si digo que me gusta usar, en lo posible, gpg para firmar/cifrar mis mensajes. El lector habitual ya sabe lo que es GPG (tutorial para usarlo), pero el lector paracaidista no: GPG es un sistema de firma electrónica libre.

Pues bien, hace unos meses cuando comencé a probar Thunderbird 3 (aún estaba en beta) la gran damnificada fue la integración de GPG con Tbird. Tras un tiempo cifrando/descifrando los mensajes fuera del cliente de correo (algo tedioso que, en la práctica, desembocó en el menos uso del correo cifrado) ya podemos decir que todo vuelve a estar en orden.

Al hilo de liberación de la versión candidata de Thunderbird comentamos que lo único que faltaba era que actualizaran la extensión para usar GPG, de forma que fuera compatible con esa versión para mi sistema (GNU/Linux, amd64). Desde hace unos días esto ya es posible, tras la publicación de Enigmail 1.0, así que estamos de enhorabuena.

Aquí los diferentes enlaces.

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