Impunidad ante abusos con la retención de datos

Garda

¿Qué sucede cuando un policía abusa de su acceso privilegiado para curiosear en el registro de llamadas de una persona, siempre disponible por obra y gracia de la directiva europea de retención de datos?

Nada. Eso es lo que sucede, al menos si nos atendemos al caso de un policía irlandés que decidió hurgar en los registros de llamadas de su expareja.

¿Cómo vamos a estar contentos con la retención de datos? No es posible cuando vemos que el registro masivo que los Estados han instaurado sirve precisamente para lo que dijimos que servirían, que la privacidad de las personas sufre precisamente las violaciones que dijimos que sufriría y que, además, la jugada sale gratis al fisgón.

Los chips RFID, inútiles ante secuestros

RFID

México es esa parte del mundo que se desangra en un conflicto que amenaza con frustrar todos los éxitos que su ubicación (puente maravilloso entre la América latoc y Estados Unidos) prometía traerle, impulsando la migración hacia Estados Unidos no de los más pobres, sino de los más ricos y mejor educados.

El caso es que parecen haberse puesto de moda los implantes subcutáneos de chips RFID, de dudosa utilidad para el fin escogido, cuya demanda ha crecido un 40% en los últimos dos años. Esos chips están diseñados para trazar el paso de personas por lugares concretos (transporte público, edificios, calles emblemáticas; ya se hacen una idea). Recuerden la patente de IBM –una empresa de patentes creativas— al respecto.

Son inútiles para seguir la ubicación de una persona en mitad del monte, una persona cuyo mejor destino es un zulo en algún lugar recóndito (el peor de los destinos ya se lo pueden imaginar). Los chips RFID no están pensados para comunicarse con un satélite, que es lo que se necesitaría. Ya me gustaría que por una vez sirvieran para algo, pero es que parece que no va a ser así.

Lo peor es que aún nos encontramos el típico eco que abusando de la banalidad atribuye a ciertas tecnologías propiedades milagrosas. Enfrentado en un caso real como el de México, los chips RFID son inútiles. En el primer mundo, sin embargo, gusta creer que pagar los peajes con RFID salva vidas. Me lo expliquen.

[Ambas noticias las he alcanzado gracias a un Pipe que hace años hice probando el servicio de Yahoo!, y que me acompaña desde entonces en mi lector de feeds aunque la mayoría de las veces no le haga demasiado caso.]

Bocados de Actualidad (130º)

Último domingo de agosto y aquí estamos con una ronda más de los Bocados, esa colección de enlaces y lecturas que no tuve tiempo (o ganas) de comentar durante la semana. La centésima trigésima ronda llega cargadita, y es que se nota que esta semana ya muchos blogueros volvieron a sentarse tras sus teclados. Nos acompañan The Evpatoria Report y su Golevka.

  • Fernando Acero se adentra en las capacidades del nuevo computador cuántico adiabático.
  • GigaOM y CmdrTaco dejando los mandos de Slashdot.
  • Tim Harford y un estudio que confirma que la apariencia de una web puede condicionar a publicar más información de la necesaria… y que en general somos más descuidados de lo recomendable.
  • Techdirt y la importancia de mantener un cierto grado de anonimato (eso que llaman pseudonimato) en Internet.
  • Security by Default y cinco fallos muy comunes a la hora de afrontar la seguridad en una empresa.
  • No es que me empeñe, pero no me queda alternativa: Mozilla quiere quitar la información sobre versión de la ventana de Acerca en Firefox. Como si fuera una aplicación web, ¿les suena? Nos lo contó Dave Winer.
  • En Reino Unido las compañías móviles que no apuestan por generosos planes de datos pierden usuarios, en CMT Blog.
  • La confusión de la parte con el todo, de Twitter con la Red al completo, avanza. Habla de ello Pere Quintana. En la misma línea «Bienvenidos a la Web 2.0», por Aleix Cabarrocas.
  • Felix Haro y la televisión que nos ve a nosotros.
  • CyberHades y juicy-jacking en una conferencia… de seguridad informática. Divertido :)

Esto es todo por ahora, pasen buen domingo. Y no olviden que durante la semana dejo más comentarios breves con enlaces como éstos (y algunos off-topic) en Ad Astra Errans.

Firefox y la molestia constante

Firefox queriendo ser Chrome

Cuando hablé de ese futuro en el cual Mozilla se limita a seguir el ritmo de Google, generando inconvenientes a los usuarios, me refería a las extensiones que pueden dejar de funcionar (de hecho, siempre se jode alguna) cuando hay una nueva versión.

En aquel post, Nukeador (que dejó como URL la de Mozilla-hispano), se dedicó a decirme que exageraba y que eso ya no era nunca más así. Ya le contesté a cada uno de sus puntos.

Pero hasta ahora eso era todo: un comentario y una réplica, no había nuevas pruebas… hasta ahora. He retrasado la instalación de Firefox 6 desde que salió. Y lo he instalado hoy (llevaba días disponible en los PPA) porque me he cansado de que los WordPress que uso a diario me avisen de que mi navegador «está desfasado». Y entonces me he quedado sin Firebug y sin Nightly Tester Tools. Ambas extensiones están ya funcionando de nuevo, pero la molestia está presente. Durante un rato pensé que si la instalación de Firebug no era rápida e indolora, iba a pasar el día entero con Chromium. Y conociéndome (soy gran amante de la GPL de verdad), considero ese tipo de reacción como un gran logro de la nueva política de Mozilla.

Sí, Virginia… habrá un tiempo sin incertidumbre

Sí, Virginia, habrá un tiempo sin incertidumbre en el que no padeceremos la maldición humana de sentirnos atrapados en el tiempo, forzados a interpretar la vida como una secuencia de eventos —una historia— ante cuya falta o pérdida de rumbo nos sentimos perdidos.

Un futuro en el que nuestro instinto no dominará de forma compulsiva nuestras decisiones, en el que nuestros miedos no determinarán en qué nos convertiremos ni cuáles serán nuestros errores.

Podemos ver con fiabilidad lo que nos depararán los tiempos distantes y prever grandes guerras y conflictos, y saber qué nos traerá el tiempo por venir acerca del clima, la globalización, los alimentos, la energía y la tecnología. Podemos saber cómo será el mundo de nuestros hijos y nuestros nietos.

Hay un futuro en el que nuestros cerebros de la edad de piedra, adaptados a un mundo de certezas, son capaces de bregar con los cálculos probabilísticos de la era de la información, cualquiera que sea el mundo que se esconde bajo tan manida (¡pero no incierta! ¡no ha lugar a esa acusación!) denominación.

¡Oh, Virginia! Qué terrorífico sería un mundo penetrado de toda posibilidad. Pero bueno, no podemos ir por ahí creyendo que eso es así, como no podemos creer que los expertos se equivocan siempre en sus predicciones. Puedes contratar un ejército de analistas que revisen los datos actuales y las previsiones fallidas, ¿qué probaría eso? Desde luego no demostraría que nuestras predicciones están erradas ab initio, por instinto, sino que en un determinado momento, un determinado experto pronunció una determinada predicción… y falló. ¡Revisaremos los resultados! ¡Reformularemos las certezas! ¡Actualizaremos la predicción! El arte de la predicción sigue impoluto, como demuestran los vendedores de supersticiones. Al fin y al cabo, sigue habiendo demanda de predicciones, es inevitable que alguien las recite para deleitarnos. Y ¿qué hay que temer, Virginia?, si ya sabemos que la incertidumbre no es real.

Hay un futuro en el que, cargados de información, los expertos y los periodistas no ejercen un poder gigantesco y silencioso sobre los demás: el miedo. Y en ese futuro no hay tampoco hueco para el miedo creado por los expertos del miedo comercial, pues recurren al mismo principio: la falsa creencia de que nos es imposible saber qué sucederá mañana.

¡Certezas futuras! Existen las certezas futuras y seguirán estando ahí, siempre bien fundadas, dentro de mil años, diez veces mil años, para calmar los corazones inquietos.

[El título es un homenaje a Virginia O’Hanlon, que fue niña y hace un largo siglo, en 1897, escribió al The Sun of New York (quizá el homenaje debiera ser para el editor del diario en aquel momento) para preguntar si de verdad existía Santa Claus. Había oído rumores que sembraron su corazón de dudas. Pueden leer la respuesta, publicada como editorial en ese mismo diario, un 21 de septiembre de 1897. Y, claro, también puede que The Dresden Dolls tengan algo de culpa. En realidad este post lo escribí antes que el otro, pero se me quedó en borrador mucho tiempo.]

Acerca del futuro y sus predicciones

«Los expertos otean el futuro distante y nos avisan de grandes guerras y conflictos. Nos cuentan el porvenir del clima, la globalización, los alimentos, la energía y la tecnología. Nos cuentan todo acerca del mundo de nuestros hijos y nuestros nietos. Y nosotros oímos

Daniel Gardner, Future Babble.

Estoy leyendo Future Babble de Daniel Gardner. Me está gustando bastante, espero pronto hablar más sobre él. Gardner también escribió The Science of Fear, un libro realmente bueno del que hablamos aquí hace ya bastante tiempo.

En éste se está dedicando a repartir contra nuestra capacidad de predicción. Es muy divertido porque todo apunta a que cuanto más sabemos de un tema, menos rendimiento (a base de predicciones) le sacamos a ese conocimiento. Claro que yo no estoy totalmente seguro, yo no soy así (jis, jis, jis).

Ya les digo, cuando lo termine les contaré más, me está gustando mucho. De momento estamos en ese punto: los (so-called) expertos se equivocan todo el tiempo (no dan ni una, para entendernos), pero detestamos no saber qué sucederá mañana, así que seguimos preguntando. Existe una evidente demanda de predicciones, y ello genera todo un mercado de oráculos: desde las muy de moda agencias de calificación a predicciones sobre el mercado de futuros (de petróleo o cualquier otra cosa) hasta llegar al clásico espabilao que nos lee la mano (o nos salva el alma) y nos cuenta nuestro futuro en apenas cinco minutos, y todo ello sin conocernos de nada. Ver para creer.

Niega el uso de pseudónimos y estarás negando a las personas

El tema del anonimato en Internet sigue dando que hablar. Kee Hinckley cuenta en TecnoSocial y al hilo de la política anti-pseudónimos en Google+ (vía Bruce Schneier):

Here lies the huge irony in this discussion. Persistent pseudonyms aren’t ways to hide who you are. They provide a way to be who you are. You can finally talk about what you really believe; your real politics, your real problems, your real sexuality, your real family, your real self. Much of the support for «real names» comes from people who don’t want to hear about controversy, but controversy is only a small part of the need for pseudonyms. For most of us, it’s simply the desire to be able to talk openly about the things that matter to every one of us who uses the Internet. The desire to be judged — not by our birth, not by our sex, and not by who we work for — but by what we say.
[…]

I leave you with this question. What if I had posted this under my pseudonym? Why should that have made a difference? I would have written the same words, but ironically, I could have added some more personal and perhaps persuasive arguments which I dare not make under this account. Because I was forced to post this under my real name, I had to weaken my arguments; I had to share less of myself. Have you ever met «Kee Hinckley»? Have you met me under my other name? Does it matter? There is nothing real on the Internet; all you know about me is my words. You can look me up on Google, and still all you will know is my words. One real person wrote this post. It could have been submitted under either name. But one of them is not allowed to. Does that really make sense?

Behind every pseudonym is a real person. Deny the pseudonym and you deny the person.

La larga conversación acerca de anonimato y privacidad. Me quedo con el aporte de que los mayores enemigos del anonimato y los pseudónimos quieren evitar, en realidad, que se hable de temas controvertidos. Es una forma de dictadura de las buenas maneras, censura y prohibición en nombre de causas espurias, que causa furor entre las grandes corporaciones de la Red; no sólo Google, también Facebook y Apple.

El artículo completo vale la pena.

Este blog usa cookies para su funcionamiento.    Más información
Privacidad