Instalar Ruby on Rails 3 en Ubuntu Maverick

Ruby on Rails

He pasado un buen rato esta tarde instalando Rails 3 en mi flamante Ubuntu 10.10 (Maverick Meerkat). Lo he podido lograr gracias a diversos manuales que paso a compartir.

  1. RVM. Lo primero que hice fue instalar RVM.
  2. Dependencias. Si estamos en Ubuntu, es necesario verificar que cumplimos las dependencias. En caso contrario instalamos lo que nos falte. Si instalamos Ruby antes que las dependencias, no va a funcionar el sistema de instalación de gemas y no podrás instalar Rails. Desconozco cuáles son las dependencias en otros sistemas, no los he probado.
  3. Ruby y sistema de gemas. Seguidamente me fui de cabeza a por Ruby, que instalé usando el RVM anterior.
  4. Repositorios de gemas, Rails. Si hemos hecho todo bien, podremos crear indicar al sistema qué versión de Ruby usar en cada momento (Rails 3 requiere Ruby 1.8.7, pero se recoienda la versión 1.9.2.) y con qué repositorio de gemas queremos trabajar cada vez. A continuación, podemos instalar gemas diversas como… Rails en sí mismo, y empezar a trabajar.

Sé que a la mayoría esto no le importa y al resto le parece un conjunto de obviedades. Háganse cargo de que esto es un mero registro para tener localizados los enlaces de los que he sacado la información, por si me toca repetir la operación en algún momento.

Si quieren hacer algo más que instalar Rails, Juantomás compartió hace unas semanas una buena pila de enlaces a tutoriales, quizá alguno les aproveche.

Otra piedra sobre la tumba de MeeGo

Hubo un tiempo en que soñábamos conque Maemo, posteriormente mutado en MeeGo, fuera lo que se suponía que iba a ser: la Debian de los dispositivos móviles. Eso se esfumó y, para estropearlo más, Nokia nos sorprendió bastante cuando MeeGo, que debería ser su carta maestra en lo relativo a Smartphones si no quiere perder el carro frente a Google y Apple, disfrutó el sueño de los justos en la última NokiaConf. Esta semana dimitió Ari Jaaksi, jefe del proyecto MeeGo en Nokia y vicepresidente de la compañía (gracias, Iván). Nokia insiste en que esto no afectará a MeeGo. Y quizá no mientan: MeeGo, ya antes de esta dimisión, no iba hacia ninguna parte y esto sería más un síntoma que una causa. Lo cual no deja de ser una lástima para todos los que nos quedamos huérfanos de lo que Maemo prometía ser.

Google y las buenas maneras

Hace unas semanas Google presentó Instant Search, de lo más novedoso que se ha hecho en buscadores en los últimos años, además de ser un nuevo apretón de tuercas a la competencia y toda una demostración de poder. Ahora se ha descubierto que en su afán protector, otros dirían afán de control, Google ha decidido que determinadas palabras no sean incluidas en estas búsquedas instantáneas. «Para no herir al lector», como si el lector no fuera dueño de su propia consciencia cuando realiza una búsqueda. Parece que no es sólo el Estado, sino que la dictadura de las buenas maneras, tan orwelliana, sigue extendiéndose en muchos más frentes.

El día de la respuesta, 10/10/10

42, la respuesta al sentido de la vida, el universo y todo lo demás

Hoy un post chorra. Es 10 de octubre de 2010, lo que (anotemos como anotemos, siempre que usemos números y dos dígitos por elemento) nos lleva a que es el 10/10/10. Resulta que alguien cayó en la cuenta de que 101010 en binario corresponde con el número 42: la respuesta al sentido de la vida, el universo, y todo lo demás.

Si aún no saben de qué estamos hablando es que se han perdido una de las sagas fantásticas más divertidas que pudieron leer: La guía del autoestopista galáctico. La escribió Douglas Adams (del que nos acordamos con objeto del día de la toalla).

Así, la respuesta a la pregunta última es 42. Y el problema real es que nunca supimos (ni sabremos) la pregunta: ¿Es Ubuntu 10.10 el sistema operativo definitivo? ¿esta semana tampoco habrá bocados de actualidad? Preguntas que atormentan a la humanidad desde hace años, pero que mucho me temo no son las correctas. Ahora, seguid buscando… y no olviden nunca lucir su toalla si salen de viaje.

Estar a la altura

Ayer un grupo de personas tumbó el sitio web de la SGAE mediante un ataque de denegación de servicio clásico.

Desde el principio pensé que ese ataque es una cagada, pues equivale a darle munición y metralla a un grupo de personas que están ansiosas por recibir munición y metralla para dispararlo todo contra nosotros. No todas las opiniones coinciden con la mía, hay quien opina que la ciberprotesta siempre está justificada.

Creo que nuestra generación tiene un reto a su madurez en este tipo de situaciones. Ya basta de pedir que cambien las leyes. No se trata de decir qué mala es la SGAE [las ponencias para el concurso de obviedades en la segunda planta, pasillo derecha, al fondo]. Se trata de hacerle el bypass a las entidades de gestión (del ámbito que sean): se trata de construir la alternativa. Lo que toca es publicar música sin copyright, devolver nuestros libros y nuestros textos al dominio público, crear un procomún libre sobre el que nadie pueda arrogarse privilegios exclusivos que devengan expolio cultural y monetario.

Logotipo del Movimiento por la devolución

Las licencias Creative Commons no persiguen alcanzar un mundo sin copyright (todo lo contrario, pretenden inculcar a las personas lo inalienable de los derechos de explotación exclusiva, cuando lo único inalienable son tan sólo los derechos morales sobre las obras; puro cercamiento digital minifundista) y no son servirán para eso. El dominio público es la única alternativa real.

Es posible un mundo sin SGAE y sin intermediarios que recauden impuestos revolucionarios amparados por el Estado. La pregunta real no es esa, sino si de verdad quieren un mundo sin restricción de copia. ¿De verdad quieren un mundo sin restricción de copia donde la SGAE no tenga razón de ser y desaparezca? Den el primer paso: publiquen contenidos libres de verdad, dominio público. Pero no le tiren la página web, que no ganamos nada y se les llenan los bolsillos de munición. ¿Quieren un mundo sin ellos? Demuéstrenlo: estén a la altura y déjense de medias tintas en las que vamos perdiendo la batalla de fondo.

Yo quiero tener un millón de amigos…

«Nos gustaría tener un millón de amigos en Facebook»,

Juan Salom, comandante del Grupo de Delitos Telemáticos (GDT) de la Guardia Civil.

La guardia civil no quiere cantar solita, y quiere un coro de pajaritos… y les gustaría tener un millón de amigos en el CaraLibro, cuánto daño hacen las modas. Lo cuenta Mercè Molist. Me he acordado inevitablemente de Roberto Carlos (no, el futbolista no, el otro Roberto Carlos):

¿Conseguirán, pese a todo, reunir esa libreta de contactos? ¿Se verán obligados a inventarse ese millón de amigos al más puro estilo Calderón? Yo prefiero no olvidar lo que la policía puede hacer por nosotros.

Y prefiero invocar a Eskorbuto, para desquitarme del vídeo anterior (dos por uno en vídeos oiga, me los quitan de las maaanos).

Lo cool, lo libre y lo privado

Android y iPhone, los juguetes de moda. Todos quieren tenerlos, a cualquier precio. Y no estoy hablando de dinero, aunque renunciar a apoyar al software libre tenga sus consecuencias, sino de libertades.

Ni los sistemas son libres (iPhone es completamente cerrado y Android es personalizado y cerrado por las operadoras) ni se pone empeño e interés en que las aplicaciones que uno instala en estos sistemas sean libres, donde las grandes empresas de Internet logra un éxito al imponer pasarelas controladas por ellos y la cultura de pago propia del mundo de la telefonía móvil en un entorno tan acostumbrado a lo libre y a lo gratuito como el de los repositorios.

De esta forma, unos se alarman de que ciertas aplicaciones para Android enviaran información a los anunciantes. Y unos días después se repite la historia, esta vez entre los usuarios de iPhone. Y no puedo hacer más que pensar que la culpa no es de los anunciantes ni lo de los desarrolladores de software privativo, aunque su comportamiento sea en ocasiones dudosamente ético. La responsabilidad, y la culpa, es de los usuarios que renuncian a cualquier cosa para tener el dispositivo y el software de moda.

Cuando hablamos de software, lo cool, lo no libre, no te puede garantizar nunca el control sobre lo que de privado queda en tus comunicaciones (cada vez menos, si los Estados se salen con la suya). Y no es que libre sea automáticamente sinónimo de privacidad, pero el código libre se puede auditar y, no sólo eso, se puede modificar y, si fuera necesario, se puede forkear para dar nueva salida a un código que se descubra maligno.

Cuando uno instala software privativo sin considerar las implicaciones y acepta sin leer los términos de uso del mismo, no tiene demasiado hueco para la queja.

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