Propiedad Intelectual y censura en Italia

Gracias a Alfredo Romeo llego a una nota en Slashdot en la que comentan que en Italia Yahoo! ha sido obligado a eliminar ciertos resultados de sus búsquedas porque a través de ellos era posible descargar películas. Nada innovador esto de usar la propiedad intelectual para censurar y controlar lo que podemos hacer. Recuerden que la misma sentencia servirá para eliminar cualquier otro resultado de búsqueda molesto.

Hablarle a las máquinas, porque somos nosotros

Necesitamos referenciar todo cuanto nos sucede para hacernos una idea de su envergadura, para sentirnos menos desorientados, pero estimar la magnitud de la transformación que estamos viviendo no es una tarea fácil ya que sólo podemos trazar paralelismos entre cambios históricos pasados y actuales; paralelismos cuya validez no está del todo clara.


[Imagen: Steampunk, The legend of Yamato, por Yapkr, que hace ya mucho borró su galería de DeviantArt]

Crecí, la mayoría de nosotros crecimos, en un mundo eminentemente analógico. La revolución de Internet produce una discontinuidad dramática, un salto a mejor ala que nos creemos bien habituados, pero que en ocasiones nos deja flotando en el vacío, sin nada sobre lo que apoyarnos para retomar el camino. Y es que donde la revolución industrial nos obligó a cuestionar dónde acaba nuestro cuerpo (¿la herramienta es o no parte de mi cuerpo?), la nueva era digital nos conmina a ampliar los límites de nuestra mente. A priori es el mismo tipo de cambio, pero como expresa Douglas Rushkoff en Program or be Programmed:

«Mientras las máquinas una vez reemplazaron y usurparon el valor del trabajo humano, las computadoras y las redes hacen más que usurpar el valor del pensamiento humano. No sólo replican nuestros procesos intelectuales –nuestros programas repetitivos– sino que desincentivan nuestros procesos más complejos –nuestra comprensión, contemplación, innovación y generación de sentidos más elevadas, cuyo aumento debería ser la recompensa de «externalizar» nuestra aritmética en chips de silicio.»

En este sentido, es bastante probable que abunden los ludditas que, afirmando que la tecnología destruye la esencia humana, rechacen la tecnología como otros rechazan las transfusiones sanguíneas, el algodón de azúcar o los transportes aéreos.

Constituye un grandísimo reto el ejercicio proprioceptivo que necesitamos acometer para romper la aparente paradoja de externalizar multitud de tareas en una máquina para tener más tiempo para otro tipo de actividades que no acaban por aparecer ya que el externalización misma inhibe ese segundo tipo de desarrollos más elaborados. El reto es admitir que la máquina es parte de nosotros, algo más que un aparatejo vibrante que nos obedece sin determinar en qué nos estamos convirtiendo.

Creo que toca justamente despojarnos de todo lo que creímos saber acerca de las máquinas, en su mayoría prejuicios. Como dijo Jesús, toca aprender a hablarles.

Los robots no serán como los soñamos de pequeños, y los ciborgs tampoco, aunque sea tan sólo porque no haya que viajar al futuro para verlos. Ahora que hemos externalizado nuestra esencia, quizá ésa sea una de las grandes aventuras que tenemos delante: asumir que toca reabsorver lo externalizado, siquiera socialmente, asumir al ciborg en la mayor de sus amplitudes. Un ciborg que no tiene identidades determinadas ab initio y sí sentimientos mediados y alentados por la tecnología.

Hacer una aventura del descifrar en qué nos hemos convertido para entendernos a nosotros mismos en el proceso de desvestirnos de todo lo que nos impide crecer, para dejar de convertir en un parto con dolores lo que no debía ser sino una gran fiesta.

El nuevo textil de la revolución por venir

Dicen en Modeled Behavior (via Marginal Revolution):

Even at $5 per night you you would be talking about $5*365*300M = 547B in annual GDP, priced out a zero dollars. That’s roughly 3% of national income, attributed to Facebook alone. Not advertising on Facebook mind you, but the economic value produced for users.

Hay una frase bonita en Modeled Behaviour: «las relaciones sociales son el nuevo textil de esta revolución». ¿Recuerdan cuando hablábamos de La vida privada como producto? Está claro que no toda relación personal es puro textil, pero parece evidente que aquellos que permitan a Facebook convertirse en su silo, almacén último y mediador para contactar con sus contactos sí que alcanzarán a pagar el coste de la dependencia que se han dejado generar. Serán más proclives a convertir su vida en el nuevo textil.

La UE escoge más control, menos globalización, más derrumbe

La globalización nos trajo la promesa de un mundo mejor, más igualitario, más libre, más meritocrático. Para que ello fuera posible había que ampliar la libertad de movimientos de tres formas básicas: capitales (fue lo primero en llegar), mercancía (se aligeró en algo, pero siempre con cierta hipocresía y sin olvidar del todo los viejos proteccionismos, sobre todo por parte del mundo más rico), y personas (que nunca se hizo efectiva excepto por la movilidad entre personas de la UE). Esto es así porque sólo en total libertad de desplazamientos de personas y mercancías la ya existente libertad de movimiento de capital resulta en beneficios generales para todos, sin que por el camino se generen más desigualdades. La resistencia última de los Estados a la globalización se materializa en los fenómenos de descomposición. La única manera de no ahondar la crisis de descomposición no es resistirse a la globalización, sino dejarse engullir y aparecer más allá del vórtice. Sin embargo, la UE, que sigue blandiendo el argumento social frente a los Estados Unidos, apuesta por acelerar el derrumbe. De momento, y siempre con la excusa del terrorismo, se amplía la sociedad de control al incrementarse la recogida y compartición de datos en vuelos intracomunitarios, a propuesta de Reino Unido secundada por otros estados europeos. Tiempo al tiempo, al frente hay más, y no menos, fronteras en la UE.

Básicos del mercado laboral

«Imposibilitar o dificultar el despido no crea efectos positivos, sino al contrario. Si los trabajadores saben que no los van a echar, pueden estar rascándose las gónadas tranquilos sin dar palo al agua, mientras chupan del bote. Por otro lado, para intentar evitar eso, las empresas se vuelven extremadamente cuidadosas a la hora de contratar gente: cuanto menos personal mejor (no sea que luego quiera reducir plantilla y me caneen), y mil recelos a la hora de contratar, que sea gente con experiencia y que sea de fiar (¡que si me sale rana no podré echarlo!). Si dificultas el despido, también dificultas la contratación

marbu, en un comentario que deben leer al post anterior, Estremecerse dirigiendo la vida propia

Y si dificultamos despido y contratación reducimos el flujo, se entorpece el mercado, en último término hay ineficiencias, encasquillamiento (que nos lleva directamente a la aparición de rentas a favor de los contratados, que pueden así vaguear ad libitum quejándose para trabajar menos y ganar más) y dejamos el camino abierto al amiguismo.

Es un enfoque básico, pero ya nos iría mejor si muchas personas que están en posiciones más o menos clave tuvieran las cosas igual de claras que marbu.

Estremecerse dirigiendo la vida propia

Son mayoría las personas que rigen su vida obedeciendo al falso principio según el cual montar tu propia empresa es arriesgado, mientras buscar un trabajo fijo en cualquier multinacional es una bendición, un paraíso de la seguridad.

Esta percepción obvia que todas las empresas pueden ir mal y que la principal diferencia es que si tú estás al volante, al menos puedes intentar no estrellarte. Si no pasas de ser un empleado más, todo lo que puedes hacer es encomendarte a los dioses-gerentes de forma pasiva. Pero la historia nos enseña que las empresas grandes también se la pegan total o parcialmente y reducen plantillas y/o salarios sin que los empleados puedan, en efecto, aportar otra visión: recoge tus mierdas y te vas.

No vale, por tanto, expresar el dilema en términos de seguridad. No existen las certezas y así debe ser si queremos una vida que nos haga feliz. Pero más aún, cuando encontramos certezas es a cambio de todo lo que aporta sabor a la vida, todo lo que permitirá moldear nuestro mundo para que sea ése en el que queremos vivir.

Pero si no podemos hablar de seguridad, todo lo que queda es el miedo. Siempre el miedo. No deberíamos extrañarnos, por lo tanto, de que las sociedades cuyos miembros tienen como máxima aspiración ser funcionario del sector público, y en ocasiones también del sector privado, sean crecientemente conservadoras y reaccionarias. Se rinden ante sus miedos, prefieren seguridad a libertad, no merecen ni una ni otra y, seguramente, acabarán perdiendo ambas.

Quizá por eso son emocionantes las iniciativas encaminadas a aplanar la pista de salida; el impacto será tremendo. Tomar las riendas de la vida propia es una decisión que exige coraje, y no todos recorrerán ese sendero blakeniano, pero esa sensación de necesitar poner toda nuestra atención para no caernos, como cuando descendemos en bicicleta un poco demasiado rápido, es estremecedora, genera oxitocinas, engancha y es tremendamente empoderadora.

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