Liderazgo mal entendido, jefes de Lemmings en tiempos de WoW

Hay toda una generación que ahora ocupa puestos de liderazgo en las organizaciones que han crecido con un ordenador personal en casa. Están fuertemente habituados a todo lo que es Internet y las nuevas formas de hacer las cosas pero, pese a lo que pueda parecer, no han entendido nada en lo que se refiere a la organización y la motivación de las personas, así como del reparto de incentivos de cada miembro de un equipo de trabajo.

Estos jefes de clase media crecieron jugando a videojuegos arcanos como Lemmings, lo cual les hizo creer que en la vida real darían órdenes a robots y esperar, en consecuencia que éstas se cumplirían inmediatamente, si bien la orden implique el propio suicidio. Vieron demasiado cine de los ochenta en los que altos ejecutivos de Wall Street imperan usando cinco palabras y desencadenando un frenesí de actividad a su alrededor. Se creen destinados a grandes cosas, pero no tienen la capacidad, y olvidan que quizá la única vía que tienen de lograr esas grandes metas es, precisamente, apoyarse en los logros de un equipo coordinado por ellos. Un equipo que será de personas si merece ser catalogado como tal cosa.

Internet no destruye las jerarquías, pero sí las diluye. Las organizaciones siguen teniendo mandos, pero son más horizontales. Y no es ningún acto revolucionario por parte de los empleados. Es un acto de supervivencia de las organizaciones: en el nuevo mundo global, la única manera de estar a la cabeza y sobrevivir en el tiempo es ser más innovador que la competencia y cuando los márgenes se estrechan y la competencia aumenta, la única forma de conseguir ese objetivo es que todos y cada uno de los miembros de la organización tengan espacios para aportar y deseos de hacerlo.

Para poder aportar existen soluciones, para los deseos de hacerlo no basta con reclutar para nuestro proyecto personas apasionadas con su tarea, sino desarrollar una política retributiva (no necesariamente monetaria) que les haga sentir compensados por su compromiso con el proyecto.

Negar lo anterior es tratar a los miembros de tu equipo como si fueran máquinas, cuando son personas que valorarán mucho más tener un superior que resulte inspiracional. Equivale a tratar a nuestro equipo como Lemmings sin cerebro cuando ellos se parecen más a avatares de World of Warcraft, capaces de tomar decisiones individuales y organizarse sólos, con tal de que les ofrezcan una meta común.

Esto último hace que muchos coordinadores y jefes de equipo perciban a sus subordinados como insubordinados, algo que en ningún caso es así. Con frecuencia, la reacción a esa percepción es intentar imponerse, generando fricción y, si no se tiene éxito, descoordinación y caos. El liderazgo deja de ser un valor para convertirse en lastre. El líder se vuelve prescindible y el equipo entero se resiente.

Ésa es el mayor problema generado por quienes se privan a sí mismos de comprender que tener un equipo de personas, y no de máquinas, posee un gran valor; el mayor problema de los comandantes de Lemmings en la era de las redes. Y, sin embargo, el liderazgo sigue siendo clave en las organizaciones, pero éste valor sólo será aprovechado por quienes confieran a las personas margen de libertad y espacios para demostrar su valía.

Compatibilidad, la lección olvidada de Stallman

Richard Stallman

Estas últimas semanas no han sido pocas las conversaciones en las que ha aparecido Richard Stallman, con motivo del pase a peor vida (¿por qué lo llaman mejor vida? Hay que joderse…) de Steve Jobs y el eterno flame entre los seguidores de uno y otro acerca de quién mola más y todo eso. Tonterías, si alguien pidió mi opinión. Steve Jobs es un personaje harto interesante, y de él se pueden aprender muchas cosas (algunas de ellas para ponerlas en la lista de cosas que habría que evitar) y quien realmente no tiene defensa es la horda fanboy que le aplaude hasta sus decisiones más tiránicas.

Como iba diciendo, comparaban unos y otros los logros de Jobs y Stallman y por qué uno es amado hasta el infinito mientras otro es objeto de burlas. Ya digo que Jobs me parece un personaje del que aprender cosas, pero no sorprenderá a nadie que aquí me decante por Stallman. Soy de la opinión de que la profundidad filosófica de lo que Stallman gestó tendrá a largo plazo un calado mucho mayor. El movimiento del software libre es lo más revolucionario que se ha ideado en el último cuarto de siglo, y aunque nos quejemos, nos hace la vida fácil con su infinidad de opciones. Del movimiento por el software libre son deudores todo tipo de cosas posteriores: movimientos por la cultura libre y similares que intentan trasladar las cuatro libertades a otros ámbitos, desde las que devalúan y pervierten el concepto (como Creative Commons y similares) hasta las que lo ensalzan y amplían (quitando, eso sí, la viralidad de las licencias libres fuertes) como el devolucionismo. Nada que ver con el canibalismo de Apple ni el celo maníaco de Jobs por controlar todo lo que sucede en sus dispositivos.

Hoy, sin embargo, no quería hablar del hecho en sí de la conceptualización y creación del software libre, sino de cuál fue la vía que utilizó Stallman para lograr mantener su idea viva y exitosa. Y ese cómo es, sin duda, la compatibilidad.

No existen los genios. La creatividad no es puntual, sino sistémica. Y la innovación es secuencial. Lo que a mí me gusta describir como la parábola del Ford Fiesta. Si hoy se cruzaran con Janis Joplin en el súper y le dijeran que esto es un Ford Fiesta se reiría de ustedes, diría que eso es imposible y, por último, os rogaría que la llevéis a vuestro camello (esto último quizá sea inevitable en todo caso). Y sin embargo eso de ahí es un Ford Fiesta, pero para ser conscientes de ello de forma intuitiva, nos hace falta conocer la evolución de aquel coche setentero (cuadradísimo y ridículo desde la óptica actual) a través de las últimas tres décadas. Hay que haber recorrido un camino que muchas personas pueden no haber recorrido aún, pero que disfrutarán igualmente si tan sólo tenemos la delicadeza de abrirles la puerta.

Así, Stallman ideó un sistema operativo libre, y lo hizo desde cero, pero entendió que su creación no sería comprendida por nadie, pasando desapercibida y cayendo en el olvido, a menos que su sistema fuera a la vez libre y perfectamente compatible con los entornos predominantes en aquel momento. Entendió que haciéndolo así podía cambiar el mundo, como así fue. Es así como nace GNU, acorralada entre un compromiso consciente que Stallman debía resolver. Y por eso GNU es lo mejor que nos ha pasado en software, que es mucho decir en un mundo donde todo lo controlan computadores. Y es por eso que, a pesar de que el hardware que tenemos ahora le pone trabas y retos, esperamos su llegada fuerte a móviles, tablets y todo tipo de nuevos cacharros.

No existen los genios, pero creo que salvo escasísimas excepciones, la ruta para cambiar el mundo es crear otro mejor… compatible con el actual, para rebajar la barrera de entrada. Stallman lo hizo, y es una lección que debimos aprender pero continúa inadvertida incluso entre sus admiradores.

Para ver cosas nuevas hay que hacer cosas nuevas; necesitamos una nueva revolución libre enmarcada en estas reglas, ¿estaremos a la altura?

Google hace público el código de Android 4, pero no es suficiente

Google, Don't be open!

Google permitirá a los desarrolladores acceder al código del nuevo Android 4 (codenamed Ice Cream Sandwich), y lo hará antes de que salga al mercado el primer dispositivo que usará dicho software.

Dado que aún nos acordamos de la negativa de Google a publicar el código de Android 3, que se retrasó varios meses desde la salida al mercado de los primeros dispositivos que lo usaban, es todo un avance.

Sin embargo, está claro que Android es mucho menos libre de lo que parece: el desarrollo a puerta cerrada y la férrea garra que Google ejerce sobre el mismo apuntan más a una nueva representación de lo que en los años de la estandarización de formatos denominamos «estandarización por corporativización», creación de estándares libres pero tan sometidos a una empresa y tan inaccesibles al resto (recuerden las miles de páginas de OOXML de Microsoft) que a todos los efectos es como si no lo fueran.

Android es un proyecto libre que, a todos los efectos, es como si no lo fuera, está en la frontera. Por eso el software libre tiene los retos que tiene.

Los códigos QR no son para personas

Los códigos de respuesta rápida (Quick Response Code o QR code, para abreviar) parecen haber roto el círculo de uso entre los más avanzados. O al menos eso creen los publicistas, que de un tiempo a esta parte no hacen ni un sólo cartel que no incluya uno de estos códigos.

Los códigos QR no son una solución para personas, sino para máquinas (no puedo leerlo directamente, necesito un dispositivo especial), y son una fuente de inseguridad. No obstante, los publicistas no paran de usarlo, si bien seguramente se están equivocando en el uso que le dan. Hace tiempo que tenía ganas de escribir este post, porque no paro de oir alabanzas sobre ellos y pensé que en todos esos comentarios olvidan varios aspectos clave.


[La renovación de la banca en 2011 según AXA: un código QR.]

Me explico:

  • Inseguridad. Los códigos QR aportan una fuente de inseguridad, al habituar a las personas a leer etiquetas y realizar acciones (actualmente lo habitual es visitar una determinada URL, en función de la información de la etiqueta) sin que las personas sepan dónde van. Lo que es peor, el hábito implícito es dejarnos llevar a ciegas, a sabiendas de que no sabemos qué hay detrás. Ya habrá quien deje códigos QR pintados en cualquier parte, esperando que pase un despistado que lo escanee al tuntún. Tienen los mismos problemas de seguridad que los acortadores de URL.
  • Nefasta usabilidad. Estos códigos son legibles por máquinas (pensados inicialmente para la industria del automóvil), pero no aportan absolutamente nada a las personas. Sólo incógnitas. ¿Qué información hay en el código? ¿Una URL? Y si es así, ¿qué URL? ¿Qué hay detrás del mapa de cuadritos? No sabemos nada. Los QR codes nacen como un parche a una carencia técnica: la carencia de buen software OCR, y está pensado para ser leído y entendido por máquinas y no por personas. ¿Por qué diseñamos mensajes que las personas no pueden leer? Me sorprende sobremanera en el caso de los publicistas, se supone que ellos son los expertos en esto de comunicar e imagino que están angustiados por el CPL pero sacrificar una parte del mensaje de esa forma es tremendo, porque su target no puede leerlo directamente.

La solución, claro está, no es que todos nos instalemos software lector de QR code y comencemos a hacer click a ciegas y visitando quién sabe qué páginas y computadoras que podrían estar esperándonos para no sabemos qué. La solución es comunicar para personas, y no para máquinas (al menos mientras las personas deban llevar a cabo alguna acción con nuestro mensaje). Y si eso requiere mejor software OCR, se debe hacer trabajo en eso. De esta forma, yo podría tomar una foto con mi móvil, igual que ahora la saco del código de marras, y el mismo teléfono reconozca los caracteres de una URL que yo ya he leído y quiero visitar y, obviamente, visite la web automáticamente. Parece el mismo mecanismo, pero de esta forma el usuario está más seguro, y además lo percibe, porque tiene más información.

¿Lo demás? Parches. Y no me parece de recibo que insistan en vendernos un sistema que carece absolutamente de usabilidad y nos anima a adquirir malos hábitos en cuestión de seguridad como la cojonovedad. Si somos tan listos como nos creemos, en el futuro habrá menos códigos QR y más y mejor OCR.

Respondiendo sobre SOPA

En estos últimos días he recibido en mi correo varios mensajes con esta pinta: «Vaya movida esto de la SOPA, ¿qué piensas del tema?».

Aunque contesté vuestros mails, en previsión de que alguien tenga dudas, lo pongo en abierto.

Parece que no quedó claro: hablamos de SOPA (Stop Online Piracy Act) hace ya dos semanas en Y mañana, Internet con fronteras. Me parece un proyecto de ley terrible que destruirá Internet tal y como la conocemos. No podría estar más en contra. Pero mejor que repetirme, les animo a leerse el post anterior: Y mañana, Internet sin fronteras.

Si alguien sigue teniendo dudas, los comentarios están abiertos :)

Bocados de Actualidad (137º)

Fueron varias semanas muy atareadas y sin tiempo para sacar bocados. Pero hoy estamos aquí con la centésima trigésima séptima ronda, la dosis justa de noticias que no comentamos y valdrían la pena leer. Hoy nos acompañan Monochrome y su Ferro, tan delicioso como hace una década.

Y esto es todo por hoy. Mañana más, sobre los temas de siempre.

Anglocentrismo, buscadores y control masivo

Google

Pocos algoritmos son objeto de tanta atención como el algoritmo de búsqueda de Google. Esta semana, la empresa del buscador más famoso del mundo actualizó su sistema con una decena de novedades, la más llamativa versa sobre eso que denominamos «Cross-language information retrieval» y en virtud de la cual si realizamos una búsqueda en un idioma en el cual hay «poco contenido en la Red», Google mostrará páginas del inglés traducidas al idioma en el que se realiza la búsqueda.

No es ninguna tontería porque en una Internet que no para de crecer, se favorece la aparición de nodos centralizadores, es la gran paradoja de Internet.

Parece buena idea, pero no lo es. Las herramientas nunca son neutrales, su diseño determina sus funciones y lo que se consigue con ellas. Si la herramienta involucra idiomas, que absolutamente nunca son neutrales, el combo letal está servido.

Lo primero que nos preguntamos es por qué el idioma escogido es el inglés. Ésa es fácil: es el idioma en que Larry Page dice buenos días nada más levantarse, y obviamente lo toma como referencia para su nada inofensiva personalización de resultados.

La primera pregunta comprometida es otra: ¿qué diablos significa eso de «un idioma en el cual hay poco contenido en la Red»? A simple vista parece totalmente arbitrario pues en ese saco van lenguas tan dispares como el noruego o el catalán, y me cuesta creer que en estas lenguas haya poco contenido en la Red.

Pero la diversión comienza tan pronto empezamos con los supuestos prácticos: ¿qué sucederá si yo busco en hindi acerca de las consecuencias de la ocupación británica de la India? ¿me mostrará la versión escrita por algún patriota inglés traducida al hindi automáticamente por una máquina?

¿A que es escalofriante? Lo es más si uno piensa que los bots de software son el futuro del control masivo. Y quizá nos quede el consuelo de hacer opt-out, pero tampoco tiren las campanas al cielo.

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