En Enlaces, malditos enlaces y gestión de conocimiento argumenté que un enlace compartido debe contener:
punteros a reflexiones, ideas, proyectos y, en general, cualquier cosa que encontremos en nuestras abundantes lecturas diarias, que normalmente almacenamos para nosotros mismos pero que en ocasiones abrimos también a las personas que nos siguen
En tanto que el contenido principal de un enlace es el enlace mismo, toda ofuscación del mismo obedece a intereses espurios: forzar al visitante a pasar por nuestra página, generar páginas vistas o arrogarnos (arrogantemente, valga la redundancia) un crédito que no nos pertenece. Ejemplos hay muchos: buscadores que te dan un preview del resultado pero no te llevan a él, sitios de moda que te abren el contenido en una lightbox para que no salgas nunca de su matriz y agregadores de enlaces que te penalizan con un stop & go intermedio a modo de interstitial. También están los que se limitan a reescribir ideas, colocando un sencillísimo (y discretísimo, y pequeñísimo e insignificante) vía al final.
No es realmente grave poner una cierta traba a la salida de nuestra web (sí lo es, por contra, la no atribución de autoría o la reatribución –sobre nosotros– de la misma): hay muchas maneras de enfocar las cosas. No obstante, esos comportamientos son el resultado de la fricción entre la libre compartición de ideas en la Red y la realidad económica de que en una biblioteca de Babel cuyos pasillos crecen exponencialmente lo valioso son los ojos que te miran: no más el libro, sino la atención disponible para leerlo (cuyo crecimiento es mucho menor).
Sin embargo, cabe preguntarse si no hay otra forma de hacer las cosas que no sea la búsqueda de una centralización. Bianka publica hoy un gran artículo en Cartograf sobre la comunicación y la compartición en red como el proceso que mantiene vivas a las empresas abiertas. Dice Bianka que compartir en la web tiene dos efectos buenos:
para la persona, revoluciona el aprendizaje y, para la organización, revoluciona la generación de conocimiento.
De su artículo me surgieron dos ideas:
- Software libre. Me llamó la atención que todos los ejemplos que pone nacen del mundo del software libre, la mayor revolución que hemos vivido en esta incipiente era digital.
- Comportamiento frente a discurso. Lo interesante es, en realidad, mirarlo del revés: observar el comportamiento de una empresa nos informa sobre su proyecto, sus ideales, intenciones y ambiciones más que la literalidad de su discurso. El no compartir las fuentes o la invisibilización de las mismas demuestra una visión con ambición centralizadora. Y los hechos pueden dejar muy mal parado a todo discurso que, de cara a la galería y como brindis al sol, afirme otra cosa. Un buen análista, como siempre, necesita tener en cuenta esto para valorar adecuadamente la actitud de un nodo dentro de una red.
La cosa es que también esta mañana llegué a leer un muy buen post de Marco Arment que nos cuenta de una (muy mal concebida) iniciativa para añadir una capa semántica a los enlaces mediante glifos (aunque ellos no utilicen esa palabra). Alguien pensó que el problema de que no haya suficiente atribución o de que exista esa manía por retrasar la salida del lector desde nuestra web a la fuente original (incluso impedirla, y enmarañarla) es técnico, en este caso, de incapacidad semántica.
La Red son los enlaces, eso está claro. Los problemas de ocultación, reducción a lo invisible y no atribución de ideas no son, sin embargo, producto de un mal diseño de la web. El problema es económico y, seguramente, inevitable (hasta un cierto punto, como bien aprendimos de Schneier) en una economía digital abundante. Y sin embargo, en la cultura del conocimiento libre la cosa cambia. Continúa Marco Arment diciendo que:
Reliably linking to great work is a good way to build an audience for your site. Thats your compensation.
En esta nueva economía, compartir tiene recompensas. Añadan además el papel de la ética hacker: el compartir enlaces y conocimiento por el gusto mismo de hacerlo, sin buscar la medalla de pioneros de nada, tan sólo haciendo que la información fluya en nuestro entorno. Cuando compartimos enlaces por el gusto de compartirlo el resultado es algo parecido al austero linkblog de Dave Winer o los marcadores, que invitamos a visitar.
Cuando no encontramos este tipo de comportamientos se debe a que no han abrazado la filosofía del conocimiento, y la red, libres o porque la ética hacker no está operativa, sino subyugada a otro tipo de intereses.