Rechacemos ser aterrorizados

Paris, una foto del despotismo ilustrado de nuestra época

No he escrito nada sobre los atentados de París, aunque como (casi) todo el mundo he seguido muy de cerca el tema, porque en un plano personal guardo mucho cariño a esa ciudad y a la gente que conozco allí. Si tuviera que recomendar un par de enlaces de balance sobre los tres días de vértigo acontecidos la semana pasada serían dos artículos escritos por Jesús Pérez Triana y Jordi Pérez Colomé.

No vamos a hablar ni de viñetas, ni de revistas, ni de los protagonistas de los atentados. Este artículo va sobre la gestión que de estos están esbozando los líderes políticos europeos. Vamos a hablar del post-atentado.

Y es que las consecuencias políticas en materia de libertades parece no tardarán en llegar. Qué poco queda de las declaraciones tipo «no permitiremos que los terroristas cambien nuestro modo de vida» entonadas por todos los líderes europeos, apenas unas horas después de haberlas dicho.

Marcha atrás a Schengen

El primer aviso llegó con la decisión de modificar Schengen para volver a endurecer fronteras dentro de la UE. Detengámonos un segundo para valorar lo absurdo de la decisión: los atentados de París fueron perpetrados por ciudadanos franceses de nacimiento, con pasaporte francés, en Francia. Y, ¿la solución es volver a levantar las fronteras en Europa?

Esto nos lleva a una primera y trágica derivada, y es que todo rumor va a resultar cierto: los partidos nacionalistas, populistas, y autoritarios descritos en La conexión euroasiática no necesitan ganar las elecciones para que sus chifladuras se conviertan en ley. Tan diferentes, tan iguales.

Prohibir el cifrado de comunicaciones

El segundo aviso lo dio David Cameron ayer mismo, al anunciar que planea prohibir el cifrado de comunicaciones en Internet. Hoy en The Guardian lo ponen negro sobre blanco: «o lo hace para aparecer en los titulares o no tiene ni idea de lo que habla».

Por supuesto, el cifrado asimétrico no gusta a los Estados. Recordemos el cambio legal que dejó a Lavabit fuera del servicio, y el cierre de Groklaw como consecuencia. O el más reciente caso de los detenidos en cataluña por usar el servicio de correo seguro de RiseUp. Nada nuevo: en 2008 se dio un caso parecido en Alemania.

Pero la prohibición propuesta por Cameron es devastadora: ni banca online, ni comercio electrónico, ni por supuesto el más fundamental derecho a la intimidad. Nada de eso será posible sin un mínimo cifrado.

No, la respuesta a los atentados de París no puede ser más vigilancia masiva. La vigilancia masiva cuesta muchísimo dinero, un recurso finito, y es mucho mejor destinar ese dinero a supervisar en mayor detalle a los sujetos sospechosos, en lugar de espiar todo lo que hacemos y desatender a quienes ya eran sospechosos y terminando siendo ejecutores, porque los sistemas de seguridad dejaron de controlarlos. El gobierno francés, por cierto, tampoco es ajeno a la toma de «medidas excepcionales» y hasta hay quien propone retomar el servicio militar obligatorio, como si el problema de Francia fuera precisamente de falta de espíritu nacional.

La política del miedo

Ya lo habrán notado: la retórica de la guerra contra el terror vuelve a estar de moda este invierno. Por supuesto, ninguna de estas cosas es verdaderamente nueva. Tan sólo aprovechan el impulso para aflorar: como la persona que intenta coger el impulso de la ola para salir del mar con el mínimo esfuerzo.

La respuesta ante esto es ya mítica: rechacemos ser aterrorizados. Eso es lo que los terroristas quieren: que vivamos aterrorizados, que ese terror lleve a nuestros políticos a destruir la misma libertad que los terroristas atacan, y en cuya defensa paradójicamente se adoptan las medidas que la cercenan. La política del miedo siempre tan efectiva.

Una de las fotos más icónicas de la manifestación del pasado domingo muestra a la gran masa de políticos separados del resto de la marcha. La foto muestra a la vez una unión y un apoyo político encomiables, pero también es símbolo del distanciamiento existente entre la política y la realidad.

La misma distancia que hay entre los firmes compromisos políticos por defender la libertad en Europa – aunque se levanten otros diez, otros cien, otros quinientos terroristas – y que las primeras medidas que se tomen sean todas de recorte de libertades, con los cadáveres de Charlie Hebdo aún calientes.

Haciendo inversión del crowd funding

Financiación

Hace unos días se presentó el nuevo medio digital de Pedro J. Ramírez. Se llama El español y, de primeras, el nombre me deja anonadado y me genera incluso rechazo (similar al que me generó aquella campaña de UPyD basada en la división de las personas, hace unos años) por lo excluyente que me parece ese enfoque al escoger marca.

Pero no es por eso por lo que estoy escribiendo este post, que tampoco pretende hablar sobre medios de información como tal. Este post se centra en el enfoque que han dado a la campaña de crowd funding que han montado para financiar el mencionado proyecto. Y es que en lugar de pedir dinero a fondo perdido o hacer preventa de suscripciones anuales como es habitual en este tipo de financiación, buscan micro inversiones y, por ende, microinversores que sean propietarios de participaciones de la nueva empresa.

El concepto, por supuesto, no resultará nuevo a los lectores de este blog. Hace algo más de un año escribí en estas páginas que urge terminar cuanto antes con el vacío legal en torno al crowd funding. Decía entonces (agosto 2013):

El mayor problema del crowd funding es el vacío legal que lo rodea, y haríamos bien en subsanar ese fallo en el sistema cuanto antes, para dar rienda suelta al verdadero poder que este tipo de financiación nos da a los pequeños, a los de a pie. Para no facilitar mediante la inacción la migración de las viejas estructuras a los entornos digitales sin que se vean enfrentadas a adoptar una lógica que sea verdaderamente hija del entorno digital, diverso y descentralizado en que vivimos.

Y lo mantengo. Pasar de la donación o la precompra a la inversión regulada permitirá llevar el crowd funding a su destino natural, el de la captación de inversiones en modo p2p. No tienes capital suficiente para montar un gran negocio, pero sí un puñado de euros para poner en varios pequeños proyectos. Del mismo modo que no tienes capital para montar un hotel, pero sí te sobra una habitación, o asientos libres en el coche cuando viajas a otra ciudad. Pasar de donación a microinversión permitirá introducir al sistema productivo/inversor todos esos pequeños capitales que ahora no entran a ese sistema. Ése será el verdadero avance en financiación colectiva, equiparable en su calado al avance que Airbnb, Uber, o similares representan en sus respectivos ámbitos.

Y por supuesto, tiene su propio sector de damnificados: a saber, aquellos que ahora ostentan la capacidad de invertir en empresas y verían cómo una inmensa masa de «aficionados» podrían desempeñar su labor (la de socio capitalista) agrupándose sin él.

Sin ir más lejos, el movimiento de este nuevo medio ya ha generado un cabreo palpable entre los profesionales de la inversión en startups, que cuestionan que se invierta sin pedir más información. Inversiones a lo loco, cosas de aficionados.

Como digo, no es de extrañar, porque si la financiación colectiva como vía de captar capital para proyectos empresariales se hace viable y sale del underground, esta vez los intermediarios que verán reducida su porción de tarta serán precisamente ellos.

Lo que es de mal gusto es que los mismos que defienden a Uber parezcan lamentarse del «amateurismo» inversor que invierte a ciegas sin pedir planes de negocio.

Me temo que hace ya muchos años hubo muchas quejas por el intrusismo de los amateurs, frente a la calidad de los profesionales. En aquel caso, la venganza resultó deliciosa, y no lo digo porque ya ni el grupo Prisa pertenezca verdaderamente a quienes en aquella época criticaban el amateurismo de los blogs.

Aquí la clave está en que es cuestión de tiempo que el genio salga definitivamente de la botella: antes o después alguien dará con la forma de organizar estos crowd funding con derecho a participación empresarial. Si en El Español han desentrañado correctamente el entramado legal para llevar a cabo este plan de microinversores por Internet, y sobre todo si son capaces de sistematizarlo para que otros puedan acogerse a él y usarlo para su propio proyecto, el mejor producto que tendrían entre manos no es su medio, sino ese potencial de montar una plataforma para lanzar proyectos con microinversores reales. No donación, no precompra: inversiones.

Y si los inversores habituales de la escena española de startups tienen la mente tan ágil como quieren hacernos creer en Twitter, en lugar de lamentarse porque la gente invierta a ciegas estarían llamando a Pedro J. para proponerles convertir el esquema en plataforma. No sé qué opinan ustedes, pero yo creo que todos podemos escoger nuestro bando. Y háganme caso, en este tema como en otros que hemos visto en las dos últimas décadas, si quieren salir airosos querrán estar del lado de los «aficionados».

Serial, un gran podcast

Serial, podcast

Este 2015 lo he comenzado oyendo un podcast, algo que hacía muchos años que no hacía con regularidad. Lo admito, nunca compré con demasiado entusiasmo el formato clásico de podcast consistente en grabar en formato audio lo que no era sino un post de blog, y la única etapa en que oí podcast diariamente lo hice en francés, tan sólo porque en esos años estaba estudiándolo y me pareció interesante desde el punto de vista del aprendizaje de ese idioma.

Mi problema con el podcast o formatos de audio diversos es que como fuente de documentación, me resulta mucho más rápido y efectivo leer. Buscar elementos relevantes, saltarme lo que no parece de interés. Ir al grano. No suelo oír la radio ni nada parecido, y durante la jornada de trabajo puedo poner música, pero preferiblemente no será música nueva (entendiendo como «música nueva» aquella que yo no conozca aún, discos recién conseguidos), la música nueva prefiero reposarla y oirla cuando me puedo concentrar en ella. El audio no es, por tanto, una opción muy viable para mí como sí lo es para otras personas. Y eso también excluye a los podcast.

Serial es diferente. La primera vez que lo vi referido fue a través de Antonio en su blog, que hablaba de él como de algo solvente, un buen ejemplo de periodismo de investigación. El asunto es que la narrativa te sumerge en la historia con gran facilidad. La historia avanza, los detalles se suceden, el ritmo no decae y cada capítulo aporta nuevas cosas. Y esto ha hecho que en apenas unos días haya dado cuenta de las doce piezas que componen la obra.

El sabor que me queda es bueno: la historia envuelve, la narrativa es impecable. Admito que el hecho de que la historia transcurriera en ese Baltimore de los años de The Wire le suma atractivo.

Ahora que lo he terminado, me quedo pensando en In cold blood de Truman Capote. Aunque acaso, donde a Capote hay que reconocer su talento para escribir pero cuestionar profundamente su ética (en lo personal, considero que no debía haber actuado como lo hizo), creo que Sarah Koenig en todo momento intenta no traspasar ese límite, y que lo consigue. Y esto es para mí algo importante, porque aunque la línea sea cada vez más borrosa, vale la pena intentar discernir dónde termina el espectáculo y comienza la información, y allí donde esta línea está inevitablemente difuminada (Serial entra dentro del tipo de historias en el que esto es así), merece la pena el esfuerzo realizado en no emborronarla más aún; no soy periodista pero en mi opinión no todo debe valer con tal de construir un producto que capture la atención del público.

En resumen, Serial es un gran podcast. Muy recomendable.

No, Voltaire nunca dijo aquello de «no estoy de acuerdo con lo que dice pero…»

Voltaire

«No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo».

La que abre este artículo es una de las frases más manidas que han leído y leerán. Y para colmo de males es frecuente y erróneamente atribuida a François-Marie Arouet, filósofo más comúnmente conocido como Voltaire.

El verdadero autor de esta frase es en realidad autora, y su nombre fue Evelyn Beatrice Hall. Entre las cosas que escribió encontramos la que hace que hoy estemos escribiendo sobre ella, la biografía de Voltaire titulada Los amigos de Voltaire.

En esta biografía Hall recupera el enfrentamiento acontencido entre el amigo François Marie y Claude-Adrien Helvétius, uno de los grandes contribuyentes a l’Enciclopedie. Helvétius publicó en 1758 el libro De l’Esprit firmado junto a Madame Pompadour. El libro irritó profundamente a Voltaire, que aún así se posicionó a favor de Helvétius cuando sobrevino el intento de censura por parte de la monarquía borbónica francesa, lo que se conoce actualmente como el affaire Helvétius.

Sin embargo, la expresión de esa idea actualmente convertida en aforismo, abusada hasta el hartazgo y atribuida equivocadamente a Voltaire no aparece hasta 1906, mucho después de que tanto Helvétius como Arouet estuvieran muertos y enterrados.

En concreto, es en el año 1906, cuando Hall publica su biografía y añade esa expresión propia para intentar sintetizar el pensamiento de Voltaire en ese caso concreto. La frase fue recogida entonces por John Bartlett en su Bartlett’s Quotations y atribuida como «Voltaire a Helvétius». El error fue subsanado posteriormente, cuando la misma Hall escribió a Bartlett para decir que

«La frase «No estoy de acuerdo con usted…» es mi propia expresión y no debería haberse puesto entre comillas».

Bartlett agradeció la corrección y a partir de la décimo segunda edición de su colección de citas la misma aparecía correctamente citada, lo cual por supuesto no impide ni impedirá que sigamos viendo la misma atribuida a Voltaire por los siglos de los siglos. Que se lo digan al bueno de Lichtenberg.

Bocados de Actualidad (187º)

Primer domingo del año y para recuperarnos de la parada navideña ya está con nosotros la ronda centésima octogésima séptima de los Bocados, esa colección de enlaces que no tuve tiempo (o ganas) de comentar durante estas semanas, y que pueden encontrar con antelación en mis enlaces compartidos (aquí, el feed RSS) y en Twitter.

En esta ocasión nos acompaña Anneke van Giersbergen, que fuera cantante de The Gathering en la mejor época de esta banda. Os dejo los enlaces.

  • Arnau Fuentes y «Podemos i el domini d’Internet #FAIL»
  • ¿Está Nicolas Maduro habilitando zonas francas al estilo Hong Kong en Venezuela para impulsar la salida de la crisis usando políticas de mercado? Rafael Uzcátegui.
  • El último McKinsey Insights es revelador: que las empresas familiares sean líderes del mercado es más propio de mercados emergentes que de mercados desarrollados.
  • ¿De verdad el dos de cada tres cáncer que se diagnostican se deben a «mala suerte» como han dicho algunos medios? Understanding Uncertainty lo explica mejor: «al simplificar el lenguaje, lo están entendiendo mal».
  • ¿Es Amazon para siempre o puede ser sustituida? Fernando Tricas.
  • Technology Review y la paradoja de los amigos siendo aplicable a la riqueza y felicidad de tus amigos, usando una vez más análisis de redes.
  • Richard Harris en NPR, «por qué los científicos abandonan la ciencia», y dos frases destacada: por una parte the rat race has simply become too unpleasant y por otra only the most risk-averse ideas get funded.
  • Juan Bohigues en FronteraD, Odio el ajedrez.
  • Jarche recomienda que nos preparemos para trabajar «a prueba de Ubers» pero no dice nada esencialmente nuevo a lo que podemos leer en El trabajo mecánico es para las máquinas.
  • Hace unas semanas llegué hasta Clay-o-Rama, un juego que al menos parece diferente

Aquí os dejo con Beautiful One, un tema precioso para empezar el año disfrutando.

Como no perdemos las buenas costumbres, recuerdo que son bienvenidos enlaces e ideas tangenciales en comentarios, o aún mejor en los foros para debatir sin estrecheces de espacio sobre cualquier asunto. Buen domingo :)

Nombres para engañabobos

Richard Stallman

«No deberíamos aceptar la denominación tapadera de «economía colaborativa» para empresas como Uber. Un término más exacto es «economía de subcontratación a destajo»».

Richard Stallman, en una reflexión acerca de por qué no usar Uber.

Aparte de estar más que de acuerdo en la necesidad de huir de una terminología propia de engañabobos, no está de más repensar las implicaciones de Uber en cuanto a privacidad, algo que Stallman afronta en su reflexión.

Sin menoscabo de que la pugna de todos los grupos afectados por los nuevos servicios esté siendo virulenta, y que en ella el Estado esté tomando sistemáticamente la decisión menos intuitiva a primer vistazo al no defender el bien general sino defender una serie de monopolios sectoriales cuyas rentas derivadas pagamos indefectiblemente los mismos de siempre, los contribuyentes de a pie.

Dicho de otra forma, Uber no es economía colaborativa, pero tanto esa empresa como sus empleados/conductores tienen derecho a ganarse la vida con su trabajo, como cualquier otro hijo de vecino.

Y por cierto, mi única experiencia con Uber fue la de esperar 27 minutos un coche en pleno centro de Madrid, mientras la aplicación en todo momento decía que el coche tardaría «menos de 3 minutos». No me quedaron excesivas ganas de volver a llamarles, pero ése es otro debate.

Feliz año nuevo 2015.

El síntoma y el problema

Europa vs Google

Con el cierre hoy de Google News España, es pertinente plantearse si la ley que desemboca en este cierre es el problema real o no es más que un síntoma de un problema mayor, en gravedad, en envergadura, y en extensión, pues aquejaría a toda Europa.

Bien mirado, se evidencia que la segunda hipótesis, la del síntoma de un problema mayor, es potente. Porque esta ley, como otras similares (menos duras, pero evidentemente similares) ya vigentes en otros estados de la UE, comparte naturaleza con otras reformas legislativas impulsadas a lo ancho de la unión. Sin ir más lejos, la intención de la comisión europea de dividir a Google hay que verla desde la misma óptica.

¿Y cuál es esa óptica? La de haber asumido que Europa es incapaz de competir con las empresas estadounidenses innovando, y que todo el recurso que les queda para actuar es el poder de la regulación legal.

Y ése, amigos, es el gran problema que subyace a todas estas propuestas de ley que parecen diseñadas con los pies.

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