El enemigo de los libros

«Los enemigos de los libros son principalmente los hombres, que los queman, los censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muerte a quienes los han escrito. Y no, como se cree, Internet u otras diabluras.»

Umberto Eco, escritor.
(via Halón Disparado)

Uno se reconforta al saber que no es el enemigo. Que tiene un libro escrito defendiendo internet (entre otras cosas), que ese libro está devuelto al dominio público y que lejos de estar encerrado se puede descargar libremente en formato digital.

Canonical, tus datos, el software libre y la lógica de la distribución

Hace unos días Canonical (empresa y alma mater que dirige el desarrollo de Ubuntu, una de las distros de GNU/Linux más populares) anunció la disponibilidad (de momento en pruebas, con invitación) de un nuevo servicio web de sincronización: Ubuntu One.

De ese servicio han hablado en muchos sitios, yo creo que el mejor comentario acerca del mismo lo vi en Ars Technica.

Para los que no hayan leído al respecto, una breve introducción. ¿Qué es Ubuntu One? Ubuntu One es un servicio de sincronización de documentos entre distintas computadoras que usa un disco duro en red para almacenar los datos actualizados en una de estas computadoras y actualizar los ficheros en las demás tan pronto estén conectadas a la red (en tiempo real, si es que están conectadas todo el tiempo). Si conocen o han usado Dropbox, ya sabrán a qué me refiero. Este Ubuntu One hace funciona con la misma lógica. De hecho usa exactamente la misma lógica.

Ubuntu One tiene dos problemas: no es software libre, corre sobre sistemas de almacenamiento pensados para «la nube» (usa Amazon EC2 y Amazon S3).

Primer problema: servicio en lugar de producto. Ubuntu One no es un producto, no es un software que te puedas descargar e instalar tu propio servidor. Es un servicio. Dependes de ese servicio. Canonical dice que dará explicaciones para que la gente haga sus propios clientes que conecten con su servicio. A estos servicios de software centralizado les he dedicado unos análisis a los que tengo poco que añadir: La red que se pierde en la nube, La lógica del software distribuido, y La lógica del hardware distribuido.

Segundo problema: no es software libre. Ubuntu One no es software libre. Ni va a a serlo, ya que como mencionan en Ars, «a diferencia del cliente de escritorio local, el software del servidor no será publicado bajo licencia libre. Canonical retendrá el software cerrado por ahora, para poder construir así un negocio saludable sobre ese servicio.» Canonical es patrocinadora y alma mater de la mayor distribución de software libre, y de repente parece pensar que necesita mantener un soft cerrado para poder ganar dinero.

Implicaciones. Lo primero es pensar que si la comunidad de desarrollo de software libre olvida la lógica de la distribución, malamente vamos. Cuando Mozilla publicó Ubiquity, David se enfadó mucho porque trajera integrados comandos para las páginas de moda. Pero a otros como a Pere o a mí nos pareció que Ubiquity demostraba precisamente que Mozilla aún usa la lógica distribuida. Es personalizable, libre, nada me impide hacer comandos Ubiquity para esta web y distribuirlos. Este servicio de Canonical es eso: un servicio, centralizado, corre sobre los megasistemas de Amazon y además no es libre. Parece que Canonical también nos quiere atar por los datos, configuraciones de aplicaciones y documentos privados: y por los datos nos vamos a nuestra vida privada convertida en producto, parece una tendencia difícil de parar. Un desastre. De hecho, no tiene nada que ver con Ubuntu, pero está claro que Canonical ha tirado del músculo que ya posee su marca comercial más conocida.

Veremos si más adelante hacen un port para sistemas sencillos, que yo pueda ejecutar en mi máquina (que por cierto corre Ubuntu 9.04), y veremos si liberan el código para que yo pueda instalarlo en mi máquina. Sólo así tendremos buenas noticias. Lo demás, sin ser una mala noticia no deja de ser un mal presagio.

Publicar y liberar

Hoy vamos a dar rienda suelta a dos de mis talibanismos confesos: de una parte el lingüístico, de otra mi devoción por el software libre. Del primero he dado cuenta con anterioridad, aunque en contadas ocasiones (Plausible, cuando hablé de las comillas, cuando defendí a los nunca suficientemente valorados números ordinales). Sobre el segundo he hablado tanto que da pereza hablar del tema, hay casi 200 posts etiquetados bajo esa categoría.

Hoy vamos a comentar el abuso de la palabra liberar. Directamente desde el concurso de obviedades tenemos la siguiente contribución: liberar es hacer algo libre. En el contexto del software libre, el término libre tiene un significado muy concreto.

Y sin embargo, en multitud de webs se devalúa este término para referirse a simples publicaciones de nuevas versiones, anuncios de nuevos servicios web y otros asuntos sin importar que todas esas publicaciones y servicios sean realmente libres. En muchas ocasiones no lo son.

El origen del error está en la manía traductora de mucha gente (como en Plausible, aunque en plausible creo que también influye el puntillo quiero-parecer-más-de-lo-que-soy). Traductora y fullera, claro, que también se pueden hacer las cosas bien, pero eso lleva más tiempo. Sucede que en el idioma del imperio, para todos esos anuncios y nuevas publicaciones se utiliza el término release. Literalmente, la traducción castellana de release es «poner en libertad». Pero ellos lo usan con ese énfasis de mera presentación, de publicación sin implicaciones para la libertad (o no) de la obra/producto.

Y claro, si Microsoft, a modo de ejemplo, releases the new version of Silverlight. No faltará quien diga que Microsoft ha liberado una nueva versión de Silverlight. Nada más lejos de la realidad, como muchos entenderán tratándose de Microsoft.

Sé que éste es un tema viejo, pero me apetecía ponerlo por escrito. Porque será viejo el tema, pero aún uno se va encontrando en webs y blogs de software libre esta confusión.

La ley Hadopi finalmente aprobada en el parlamento francés

La ley HADOPI (ley sarkozy) ha sido adoptada finalmente en el parlamento francés. Lo leemos en Slate.

No tengo que añadir nada que no haya dicho ya en los posts que le he dedicado. Malas noticias.

Bueno, sí: dos enlaces importantes.

IBM quiere patentar las reuniones de trabajo

Los chicos de IBM no paran de querer patentar cosas estúpidas. De los autores de la patente de seguimiento de personas usando RFID, de las esperas en restaurantes, publicidad en mitad de tu dvd, ahora nos llega una solicitud de patente sobre un método para mejorar la eficiencia laboral.

El método consiste en un software que te ayuda a elegir la hora y duración de las reuniones de trabajo breves (menos de 1 hora). La solicitud se puede leer en la web de USPTO, y lo vimos gracias a TheRegister.

Caso de ser concedida esta patente (y lo será, porque las solicitudes ahora rara vez se rechazan, debido a la inundación de solicitudes que tiene a las oficinas absolutamente desbordadas), éste se convertirá en otro más de esos casos que nos demuestran lo estúpida que es la legislación sobre patentes de software, permitiendo monopolio legal sobre obviedades.

Y recordemos que ese defectuoso sistema de patentes de software está intentando ser implantado en la Unión Europea. Por cierto que con respecto a la última vez que hablamos de esto por aquí, ya se han aprobado algunos de los grandes temas como la prolongación del copyright para las obras musicales.

Se nos cayó el apellido

Desde hace unos minutos este blog ya no se llama Versvs’ Blog, sino Versvs, así a secas.

¿A qué obedece esto? ¿Es que esto ya no es un blog? Claro que esto es aún un blog, que nadie se ponga nervioso.

Lo que sucede es que hace ya mucho tiempo que no me sentía cómodo con ese nombre en inglés. No con la palabra blog, eso da igual. en castellano se ha impuesto igual (podréis encontrar algunos que os hablen de weblogs, menos aún os hablarán de bitácoras). Lo que me estaba produciendo la muerte a pellizcos era el apóstrofe; el genitivo sajón, como nos lo enseñaron a llamar en el cole, de un idioma en el que se daba nombre a un blog pero en el que jamás escribí por aquí.

Como ponerle El blog de Versvs era tremendamente largo y aburrido, lo he acortado. Y se quedó en Versvs, sencillamente. Total, el cambio es pequeño en la práctica, tan pequeño que seguro que muchos ni se habrían dado cuenta, pero interesante en el trasfondo. Al menos desde el cristal que yo lo miro. Las lenguas nunca son neutrales y yo ahora estoy más agusto. Con qué poco se alegra uno, coño.

Éste era otro cambio pendiente postergado largamente, pues en el logo antiguo ponía Versvs’ Blog y el no-cambio de tema me hizo prolongar también esto. Al final con los acelerones olvidé tocar eso; pero ya está hecho.

PD. También he aprovechado para hacer en el nuevo tema algunos de los cambios retoques que me recomendasteis cuando pedí opinión la última vez. Continuaré poco a poco, que ando justito de tiempo.

A vueltas con las bicis

Perdónenme que vuelva a hablar de bicicletas en lo que parece un offtopic sin precedentes (por la repetición). En realidad, no es offtopic: me reitero en mi queja y vuelvo a decir que se condena por condenar, se multa por multar, sin analizar debidamente las amenazas y los riesgos que desembocan en esa multa.

Hoy he visto dos noticias que me hacen pensar que mi post del otro día está justificado.

  • En Madrid circular por la acera en bici conlleva el doble de multa que hacerlo con una moto (El Economista). Nefasta evaluación de riesgo, que considera el doble de grave (y punible) una acción menos peligrosa, ya que la velocidad y el daño de una bici va a ser menor con casi total seguridad.
  • El número de ciclistas en Sevilla se multiplica por 7 en dos años hasta las 74.000 personas diarias, desde la introducción del carril bici (Diario de Sevilla).

¿Comprenden ahora por qué me quejo cuando digo que las multas a ciclistas en Málaga son enormes y que lo que necesitamos son más carriles bici?

Eso sí, si somos partidarios de arreglarlo todo con multas y sin plantear soluciones, siempre podemos aplaudir la nefasta gestión de ayuntamientos como el de Málaga o Madrid.

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