Apple is watching you

Interesante hallazgo acerca del registro geoposicionado de un iPhone (y de su dueño, claro):

Two security researchers have discovered a simple way to map out where you’ve been almost anywhere in the world—without any hacking involved. The information comes from a location cache file found within your iPhone’s backups on your Mac or PC, bringing out serious privacy concerns and opening the door for a jealous spouse, thief, or even a crafty trojan to take a detailed look at your whereabouts. And it’s information that no one should have access to—not even law enforcement, barring a court order.

Personalmente, Apple es todo lo que Microsoft quiso ser pero no logró, una especie de señor oscuro pero capaz de seducir a muchas personas. Discrepo con los chicos de Ars sobre la necesidad de cifrar el contenido del disco del iPhone. Lo que hay que hacer es no comprarlo desde el primer momento. Cada euro que gastas apoya algo, ¿sabes bien qué estás apoyando?

De cegueras y sopa de fideos

La ceguera de los imaginarios nacionalistas resulta sorprendente hasta el punto de ser, en ocasiones, hilarante.

Lo más divertido no es ya el uso del plural anti-mayestático, ese «nosotros» que no fue pensado por el hablante para diluir un éxito entre aquellos a los que conoce y aprecia, sino que le fue implantado para humillarlo a uno y hacerlo pequeño, insignificante y mínimo enfrentado a las maravillas nacionales (de los volcanes y los lagos a, como los aeropuertos, simbólica magnum opus de un Estado incapaz de hacer por las personas algo mejor).

Tras la enumeración nacional, no falta la percepción nacional, que lucha a tumba abierta contra una realidad empeñada en demostrar todo pretendido «hecho diferencial» como una soberana estupidez. Todos los nacionalismos se definen a si mismos en crisis permanente, todos los nacionales tienden a verse a si mismos como avispados, pícaros, dados a la celebración y a la risa, con un poso de tristeza que es parte del acerbo construido tras siglos de luchas fraticidas con sus connacionales y con los vecinos de otras naciones, siempre dispuestos a invadirnos, matar nuestro ganado, raptar a nuestras mujeres y violar a nuestras hijas.

No es que no resulte hilarante constatar la similitud inverosímil (valga la disonancia) de ciertas historias, que apenas da únicamente para hacer chanzas macabras («somos todos diferentes», repetían los clones). Lo hilarante es constatar la furibunda necesidad de reconocer cualquier cosa como algo «nacional», por encima de todo la comida (de las castañas a los mejillones pasando por los mangos o la sopa de fideos).

Una obsesión irrefrenable, pues ya no importa que estemos maltratando un bife guisándolo como si fuera pollo despeluchado o si la más humilde sopa de fideos tiene cédula de identidad y, la humanidad (otro día volvemos sobre ella, que ganas no nos faltan) sin saberlo. Yo toda la vida pensando que nadie querría nunca apadrinar algo como la sopa de fideos, pero se ve que hay causas a las que todo sirve. A mí se me quitan las ganas, oiga, así que espero que nadie reclame para sí los lujos proteicos al fuego de leña.

Pasividad europea y neutralidad de la Red

La UE se posiciona sobre la neutralidad de la Red y su postura agita e incomoda a los defensores de la misma. La vicepresidenta de la Comisión habla de infraestructuras y seguridad (y hasta es consciente de que hay que mencionar la neutralidad de vez en cuando) pero la pregunta es otra: ¿infraestructuras y seguridad para quién? La UE dice que perseguirá, en 2011, las violaciones de la neutralidad perpetradas por los operadores a cuenta de la Voz sobre IP, algo que lleva sucediendo años. Cabe preguntarse, con muy limitado optimismo, si la UE dará un paso claro en favor de una Internet neutra o se limitará a dejar un vacío que permita trampear el sistema y a anunciar, tarde y mal, años tarde sanciones insuficientes tras toda la competencia impedida durante años.

Bocados de Actualidad (123º)

Hacía más de tres meses que la sección fija menos fija de toda la blogosfera no aparecía (todos los rumores indicaban que, de hecho, había muerto). La centésima vigésima tercera ronda de Bocados llega no ya para comentar todas esas cosas que no pudimos (o no tuvimos ganas) de comentar en los últimos tres meses (qué sinsentido), sino para dejar algunos enlaces recogidos en los últimos días y que, súbitamente, pensé que valía la pena dejar por acá. Aunque tengo en la cabeza una melodía de Yann Tiersen, los bocados de hoy nos llegan a ritmo de Vinicius de Moraes.

  • Dellan McCullagh habla sobre el plan de Obama de instaurar una suerte de carnet de identidad para usar Internet.
  • ¿Puede el efecto «me gusta/RT» de Facebook y Twitter estar jugando un papel más profundo en nuestra percepción sobre ciertas marcas? Es lo que argumentan en Fastcompany.
  • ¿Cómo será el mundo en que vivamos cuando quede atrás la crisis económica? Juan Urrutia comparte la prospectiva mirada del economista sobre el paisaje después de la batalla.
  • San Francisco podría exigir instalación de sistemas de reconocimiento e identificación facial basados en software para todo establecimiento/lugar en el que se puedan reunir más de 100 personas. Casi se aprueba silenciosamente, pero ante la alarma lanzada por la EFF la decisión está ahora en el aire.
  • Hanan Cohen y Michel Bauwens de la P2PFoundation parecen estar de acuerdo en que para los servicios centralizados en la web, los datos de los usuarios son lo único valioso. Es bueno ver que aunque sea años más tarde, lo que decíamos bien claro ya en La sociedad de control va siendo entendido y comentado más allá.
  • La neutralidad de la Red en el centro del debate político en Francia.
  • Joanna Rutkowska anunció la primera beta estable (más o menos) de Qubes.
  • ¿Deben los ISP bloquear tu tráfico para obligar a cumplir la restricción de copia? El tribunal europeo de justicia opina que no y Christian Engström, eurodiputado del partido pirata, lo cuenta en su blog.
  • Aunque el sindicato de community managers se ofendiera, está claro que tras lo de Fanta, la figura del Community Manager ganó mucho en transpariencia y fue a parar mucho más cerca de su sitio, dando a su vez para alimentar cada vez más chistes. El caso es que mientras la banalidad campe a sus anchas habrá quien, como Rafael Poveda, no tenga más remedio que calmar sus instintos naturales blogueando sobre ello. Santiago Pochat también les dio su parte.

En Montevideo nos alumbra un sol inestable que apenas calienta los brazos aunque se vierta sobre ellos. Tenemos toda la tarde por delante, pasen buen domingo :)

Teorías conspiratorias y negación de responsabilidad personal

Hay teorías conspiratorias que resultan de lo más entretenidas. Del Bilderberg a los Illuminati a la conspiración masónica, vinculada a todo lo que pasaba por ahí (de judíos a comunistas, todo sirve). Todas ellas sirven para conformar enemigos imaginarios a los que culpar de todo cuanto nos sale mal, obviando que tuvimos y tenemos una responsabilidad para con nuestra propia vida.

Plaza Matriz, Montevideo
[Foto: Fuente en la plaza Matriz, en Montevideo.]

Nunca fui miembro de ninguna logia masónica y no estaría escribiendo este post si no fuera porque me encontré un reportaje en 5 piezas, cargado de tópicos, sobre masonería en la Jeune Afrique. [Aquí los enlaces: 1, 2, 3, 4, 5.]

Quizá sería bonito hablar de cómo los gremios de artesanos medievales subvirtieron el orden feudal y posteriormente, en su prosperidad, se convirtieron en envidiado estamento social del que hasta la nobleza aristócrata quiso sentirse parte y que dio lugar a la burguesía culta que parió la ilustración. Ésa es una historia bonita que merece ser contada ampliamente; no la contaremos ahora.

El reportaje de la Jeune Afrique llama la atención por la alusión confusa a todo el batiburrillo de tópicos (ritos franceses, ingleses, luchas entre diferentes logias, y ambiciones de poder calmadas sólo en los contubernios donde se decide la traición al rey) para luego afirmar que los únicos que lograron habilitar una conversación de paz en el Camerún de los 90, desangrado por terribles guerras tribales, fueron logias masónicas a quienes les interesaba más la paz que el triunfo tribal.

Como digo, lo veo todo desde la distancia que me permite mi posición de simple lector curioso, ajeno a casi todo. Existe cierta tendencia a llamar la atención sobre ciertas organizaciones hipotéticamente secretas que a menudo son inexistentes y en el caso de la masonería son más bien discretas pero no secretas. No dejo de pensar en que la realidad tiene menos de plan maquiavélico y mucho más de mediocridad estatal rastrera, como en las muy recomendables novelas negras de Leif Persson.

La mayoría de estas teorías conspiratorias constituyen una suerte de peligroso manual de autoayuda que disipa nuestra culpa y sirve para conformar enemigos imaginarios contra los que cargar cuando la cosa se pone chunga. Y es que, claro, ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos decir que George Bush era un masón judío, zurdo además, miembro del Bilderberg y que avisó personalmente a la CIA de que no hiciera nada ante el inminente derrumbe del World Trade Center? No sería posible seguir negándo nuestro papel en todo esto y no quedaría más opción que acometer el tamaño reto de ponderar el rol propio en la vida propia.

Danzando en presente continuo

Espejismos presentes:
si en un momento loco
nos ven volando lejos,
muy lejos, sin pensarlo,
no digan que torcimos,
así, de a poco, el gesto,
no crean que perdimos,
así, de a poco, el paso.
Por no olvidar no olviden
que, como en las leyendas,
no importa tanto el dónde
como seguir danzando.

Y claro, para seguir danzando, mucho mejor que no pare la música.

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