Sigil

Hace mucho tiempo usé eCub para hacer los primeros ePubs. Era un programa muy limitado, tenías que darle todo cocinado, y aunque funcionaba, no se hacía querer. Lo dejé de usar y, para colmo, la última vez que lo fui a buscar me recomendaban usar otro software… de pago. perdido el hábito, recientemente me dio por utilizar Sigil, que había instalado hace mucho (quizá antes que eCub) pero me había abrumado por su exceso de potencia. Sin embargo, tras usarlo un poco y conocerlo mejor lo tengo claro: Sigil es un editor fantástico, lo que me sorprende es que siendo GPL 3 no esté ya empaquetado directamente para las principales distribuciones basadas en Debian…

SafeHouse, porque WikiLeaks nunca nos hizo más libres

WikiLeaks no nos hizo más libres y ya dijimos desde el comienzo que era una escenificación del poder proyectándose tal y como quiere ser visto. Como decían David y el gran Enrique Meneses, WikiLeaks no era más que una agencia de noticias de nueva generación con vocación recentralizadora. En el Wall Street Journal, no obstante, van más allá y ahora quieren saltarse a esa nueva agencia y lanzan SafeHouse para que actúe como hub donde publicar filtraciones (de momento parece que de forma insegura). Al final el sistema no ha cambiado en nada: medios luchando por exclusivas y dándoles más o menos visibilidad en función de que la noticia sea de ellos o de la competencia. Y ése era el final del camino que ya conocíamos desde el principio: por eso WikiLeaks no podía, nunca, hacernos más libres.

La dilatación temporal de una vida que vale la pena recordar

Conscientemente segmentamos la vida en segundos, minutos y horas que se concatenan para formar días, semanas y años. Nuestro inconsciente, esa parte del cerebro que nada entiende de matemáticas lo hace de otra forma: evalúa el tiempo pasado en función de las cosas que se vio forzado a recordar, en función de lo que aprendió, de lo que de nuevo se fio enfrentado a descubrir. Es una medición menos exacta, pero posee una importancia dramática, precisamente, porque la efectúa la parte de nuestra mente sobre la que nuestro control es más reducido.

Bodegas de Bouza, Montevideo
[Foto: Bodegas de Bouza, Montevideo.]

Las cosas nuevas que vivimos nos impresionan y dejan en nuestro cerebro una huella profunda, la acumulación de las cuales nos produce una curiosa sensación de dilatación temporal.

Recorrer un camino nuevo pone en guardia a nuestras neuronas. Les sube la actividad al máximo, es la respuesta a lo desconocido. Es por eso que esa primera vez que recorremos las calles que componen un viaje cualquiera, éste se hace largo. Al día siguiente, la sensación se reduce; al cabo de quince apenas nos da tiempo a darnos cuenta cuando ya aterrizamos en nuestro destino.

El cerebro anota todo lo desconocido y el primer día añade muchísimas más entradas a nuestra memoria que el segundo, y éstas nuevas anotaciones no hacen sino disminuir cada día. Al final, los minutos vuelan.

Un mes y medio es poco tiempo. Es normal que haya pasado rápido, si anotamos que mañana aterrizamos en Madrid. Y, no obstante, los recuerdos que tengo de Madrid parecen ultralejanos. El viaje a Asturias y Euskadi, el día Garum de Bilbao aparece ahora como un recuerdo lejanísimo. Tiene un punto de locura, pero es curioso el modo en que el cerebro dilata los tiempos

Por eso es tan importante decir sí a la vida, dejarse tragar por el vórtice y emerger más allá, vivir en el cambio. Lo contrario es la sumisión a la realidad repetitiva que ni siquiera nuestros querremos recordar y nos dejará la sensación de morir sin haber vivido. Lo contrario es negarse a entender que la vida queda, como siempre, al frente; siempre intensa si así la queremos. Siempre aprehendible, si estamos dispuestos a vivir en los límites, retando a nuestra mente y a nosotros mismos, inmersos en el cambio.

En el que aprendemos porqué no nos gusta la geolocalización obligatoria

Más allá de que la geolocalización permanente pueda incrementar la asimetría de la información existente entre los dos firmantes de un contrato, típicamente dándole ventaja al prestador de servicio que exige tal geolocalización, lo perturbador del que una empresa registre tu posición en cada momento (más allá de que san Jobs lo hiciera a hurtadillas) es que dado el tiempo suficiente, todo es usado para fines no previstos inicialmente; donde el tiempo suficiente no son eones ni muchísimo menos. Se descubrió estos días que TomTom vendió la información que sus dispositivos registran acerca de sus clientes a la policía holandesa. Una buena amiga, que vivió en Amsterdam más tiempo del que quizá habría querido, siempre me dice que «Holanda es un país en el que todo está permitido, si pagas el impuesto adecuado». Y ése es el problema: si todo lo que legitima cierto comportamiento es una mera transacción comercial, un medebes-tepago enmarcado en licencias estatales y cláusulas contractuales fruto de la desconfianza, sencillamente no se dan las condiciones para que muchos de nosotros entreguemos una valiosa información personal. No es sólo que nos den la estampita y ellos se hagan ricos (allá cada cual), es que, como el caso de TomTom, se harán ricos dejando a sus clientes a los pies de los caballos… del Estado.

Intel GMA500 y Ubuntu Natty (11.04)

Aviso para navegantes: si tienes una computadora con una tarjeta gráfica Intel GMA500 y usas Ubuntu, no te actualices a la recién salida Ubuntu 11.04 (Natty Narwhal). Aunque no rinde con demasiada holgura, se puede configurar bien con Ubuntu 10.10. Sin embargo, en Natty el driver Poulsbo (privativo, y el único del que he sacado un comportamiento decente) es incompatible con el nuevo kernel y hacer un downgrade al kernel de Maverick no es tan directo como parecería y hace que la wifi, el bluetooth y todo lo demás se quede inoperante. Así que si sufres de querer usar una GMA500 con Ubuntu, anda con cuidado y/o quédate en Maverick.

De olivos y emplazos

Hoy plantamos un olivo en el jardín de Montevideo.


Olivo de Indias.

Si lo miras de cerca casi se le ven los píxeles.

Dicen, quizá exagerando, que el que planta uno de éstos no se come sus aceitunas. Yo, no obstante, ya estoy viendo el día en que sigamos diciendo sí a la vida y nos desayunemos aceite sacado de aquí mismo, con Juan y con nuestros queridos consejeros.

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