El código es la ley (y la ley es dura si hay DRM)

Mucho se ha hablado del reciente caso de Amazon cerrando la cuenta de usuario y borrando los libros de un propietario de Kindle (Bekkelund), historia que hace varios días corre por todas partes y de la que creo que a pesar de todo lo que se dice, todos los análisis dejan sin tocar la verdadera cuestión.

El asunto es que se sigue hablando de «la era del acceso y no de la propiedad» o justo ahora algunos descubren en 2012 que las cosas con DRM están meramente alquiladas (algo que aquí hemos repetido numerosas ocasiones, ya lo dijimos en 2007 cuando el fiasco de la Google Video Store y retratamos en idénticos términos a Libranda en 2010).

Podemos debatir por qué justo ahora que cualquiera de nuestros dispositivos tiene decenas de gigas de capacidad de almacenamiento, se nos insiste en que almacenar nuestros libros y películas y tener facilidad para hacer con ellos lo que queramos ya no es importante. Pero eso es abrir otro debate y no es el objetivo de este post.

El problema real es el que muchos han expresado, pero ninguno con la claridad de aquel Lessig hace una década larga: el código es la ley. El que diseña y controla la herramienta tiene el poder de definir qué se podrá hacer con ella, así como el poder de decidir quién podrá hacerlo. Las herramientas atrofiadas con DRM son las más controladas de este tipo de herramientas.

Es procedente recordar que cada euro que gastas apoya algo. No es suficiente con atesorar enlaces y tutoriales para «liberar» los libros que vienen capados con DRM. Mientras sigas pagándolos antes de liberarlos, la empresa que los vende no tiene incentivos para dejar de introducir ese candado. Pagar o no pagar por contenidos con DRM es una decisión moral. «Es que no dan otra opción», dirán muchos. En ese caso es una decisión moral aún más marcada: en el caso de que haya alternativa estamos efectivamente pagando menos a cambio de entregar algunos derechos (como el derecho a conservar la obra contra la voluntad del prestador de servicio); cuando no hay alternativa, nos están imponiendo una limitación y es conveniente negarse para intentar lograr un cambio de métodos por parte de quien nos quiere cobrar. Si pagas por ello, siempre te quedará el derecho a quejarte (al menos, no seré yo quien te lo quite), pero has de saber que si en el último lustro no se ha avanzado en la lucha contra estos sistemas, es precisamente porque las personas continúan pagando por contenido con DRM.

Porque de forma más o menos intencionada, el autor del artículo original en noruego acierta con un concepto («outlawed») que muchos habrán juzgado excesivo. El código es la ley más allá de unas leyes que van con mucho retraso respecto de la tecnología. El código es la ley porque es define sin ambigüedades donde las opiniones son volátiles y cambiantes, pero esto se mezcla con algunas de las más interesantes ideas de You are not a gadget de Lanier, libro del que muy pronto espero dejarles un comentario.

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.

4 comentarios

  1. A tu ya famosa frase de «cada euro que gastas apoya algo» le añadiría la de «y que si no te gusta que escojan por ti, deberías empezar a elegir por ti mismo», escrita por Neal Stephenson en su obra «En el principio… fue la línea de comandos» (1999).

    Te dejo un enlace a una transcripción del capítulo correspodiente del libro. Creo que es un buen complemento a tu artículo.
    El dedo meñique de Dios

    1. Qué bien traida esa frase de Stephenson, Teodoro. Ese libro de Stephenson es un hijo de su tiempo: un tiempo de experimentación, de búsqueda de libertad con las herramientas que habíamos encontrado. Gran parte de todo eso ha sido engullido por los mecanismos estandarizantes que han hecho que en la Red se utilicen y funcionen a la perfección los mecanismos y métodos de la comunicación de masas tradicional. Y quizá es que a largo plazo no teníamos alternativa, pero qué decepción. Y creo que en gran parte es el mismo público el que se queja en vano de estos DRM.

  2. Salud

    Es un caso claro de indefensión, el sujeto «baneado» no tiene posibilidad de defenderse en tanto que no se le dice claramente por qué se le cancela la cuenta (lo que sería «la acusación»). En realidad es un correo comunicándole, sin más, un hecho, no dándole la oportunidad de defenderse o recuperar nada.

    Sobre el fondo, en realidad más que un caso de «DRM» puro (porque en estos casos da igual si los archivos tienen, individualmente, restricciones o no) es uno de «nube» , sumado, eso sí, al DRM (la imposibilidad de haber sacado los archivos de esa «nube»).

    En el fondo son dos caminos que llevan a lo mismo: Control sobre lo que puede ver y hacer el usuario mucho más allá de lo que las propias leyes imponen. Y en el caso de Amazon son dos caminos paralelos y complementarios. Además, sí, estamos ante algo más parecido a un alquiler (aunque no hay traslación de posesión) que a una compra (esto lo hablé hace unos días con un amigo, mi punto era, justamente, que se hacía una publicidad engañosa al hablar de compraventa de libros en ese tipo de plataformas), así que cuando te cierran el acceso a «la nube» de la que dependes (tu biblioteca en este caso, sincronizada de mala manera encima) te quedas sin los libros/loquesea.

    Todo esto no quita una línea de razón a lo que dices (y la importancia de «el código es la ley», se aplica por igual a unas Condiciones de Uso, el DRM estrictamente hablando o el funcionamiento de la nube)…

    Lo peor es que todos los «grandes» siguen este camino (con el aplauso de los consumidores y fomentado por una cultura tecnológica «tabletizada»), y eso que se reconoce (todo el tema del DRM) como algo que molesta al usuario…

    Hasta luego ;)

    1. Gracias por tu comentario, Jomra. Lo peor, como comentas, es que los grandes van por esa ruta con el aplauso (si bien no hagan palmas) de la mayoría. Y si es el aplauso de la mayoría está bien, dirán muchos. Sí, excepto por el hecho de que en un mundo hiperconectado donde el efecto red gana peso específico por momentos, esa mayoría que paga por libros con DRM para luego «liberarlos» termina haciendo viable ese modelo de libros con DRM que al final generan exclusión a todos aquellos que no logran romper la protección anticopia. (Dicen que ahora con calibre «está chupao», pero no siempre es así… y no siempre será.)

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