Balance postmortem de la resistencia ante la sociedad de control

Postmorten

Durante algún tiempo pernocté en la idea de actualizar La sociedad de control. Es indudable que tras tres lustros transcurridos desde su publicación, podría haber planteado una continuación; una puesta al día crítica con algunas cosas que se dicen en ese libro y que no han llegado a acontecer, y también con otras cuyo desarrollo sí ha seguido la ruta avisada en él.

Si nunca la hice cuando esa idea aparecía con cierta frecuencia, y a día de hoy no creo que la haga nunca. Y no es que piense que el tema ya no es vigente, si acaso lo es ahora aún más que entonces. Es que principalmente escribo para dos cosas: aprender y recordar. Recordar es la parte culminante del aprendizaje; recordar lo aprendido.

Podríamos intentar enfocar esa continuación empezando en el subtítulo: privacidad, propiedad intelectual, y el futuro de la libertad.

  • La privacidad se ha perdido. Todo lo que haces queda registrado en algún sitio, tú lo olvidas, pero las empresas que desarrollan el software que usas no lo olvidan. La conversación efímera murió hace mucho y tu vida offline está arrinconada. Ahora mismo en Internet el mejor (¿único?) salvavidas es no tener ninguna relevancia pública. Por una parte, en Internet cada día hay un par de ridículos protagonistas por un motivo u otro, y el objetivo de cada uno de tus días ha de ser nunca convertirte en uno de esos protagonistas. Por otro y si hablamos de seguridad, asume que serías incapaz de resistir un ataque dirigido contra tus sistemas conectados a Internet, así que lo mejor que te puede pasar es ser absolutamente anónimo y nunca ser objeto de ese tipo de ataques.
  • La legislación sobre propiedad intelectual es ahora más fuerte que nunca. La ilusión del acceso que dan servicios como Spotify es eso, una ilusión. La realidad es que el dueño del servicio decide lo que puedes oir y lo que no, que Creative Commons creó un infierno legal en el que reusar obras es un campo de minas, y que incluso la generación mediada por herramientas («Inteligencia artificial») va a terminar arrodillada ante esta ley. La UE está barajando regulación que pronto podría hacer que liberar código de este tipo va a ser inasumible para independientes, al ser considerado de alto riesgo y exigir garantías (aka aval económico) millonario a sus desarrolladores.
  • El entonces futuro y ahora presente de la libertad es el que se veía venir: occidente en general es ahora mucho menos libre que hace dos décadas, con mucha censura a las opiniones discordantes y un debilitamiento de las instituciones liberales. Toda una generación acaba de alcanzar la adultez con esta lógica, así que faltan décadas hasta un hipotético cambio; no esperen verlo con sus ojos porque quienes llegaron detrás nos sobrevivirán, conviviremos aquí el tiempo que nos quede.

Tres de tres en batallas perdidas, amigos.

Visto eso, la siguiente pregunta pertinente es: ¿qué aprendemos investigando ahora sobre sociedad de control? El aprendizaje adquirido podría aún darle la vuelta a la balanza y justificar la continuada investigación de este tema. Pero, honestamente, ya sabemos mucho de lo que había que saber en este tema: la sociedad de control es el fin de la libertad como la hemos conocido, ya vivimos en ella, y la resistencia es inútil.

  • Libertad. La tecnología digital está detrás del profundo autoritarismo que vivimos en occidente en las últimas dos décadas, con jóvenes que no han aprendido a resolver conflictos y necesitan la mediación institucional reglamentaria; esto es, al gólem administrativo estatal carente de sentimientos e incapaz de entender de excepciones pero publicando aplicaciones para que en casa llevéis el contador de tareas domésticas. (Spoiler: si necesitas una aplicación del estado para repartir tareas domésticas, tu problema no es que el estado no te haya dado una aplicación hasta ahora.)
  • Presente. Si aún piensan que la población presentará resistencia alguna al autoritarismo rampante con el que convivimos, pregúntense cuántas manifestaciones y protestas han visto contra el largo confinamiento sufrido durante la última pandemia. Algunos países del mundo (China) se apoyaron en la tecnología existente para controlar que la población no saliese de casa sin permiso, o que saliesen solamente el tiempo estipulado. La administración del estado puede tener un auténtico cacao de certificados, pero por el motivo que sea hacienda funciona estupendamente a la hora de cobrar y fiscalizar tus ingresos. La imparable bancarización de las pequeñas cosas no hará sino empeorar esto en dos ejes: control absoluto de todo lo que compras y desaparición de la alternativa libre a coste marginal cero, el dinero en efectivo.
  • La resistencia es inútil. Fue inútil hace años, aunque creímos que no lo era, pero a estas alturas el tablero está inclinadísimo. La convivencia con las normas crea tolerancia a las mismas. Piensen que el objetivo final de medidas que ahora parecen lejanas como el final del dinero en efectivo no somos nosotros, sino nuestros hijos, que convivirán con esos sistemas con naturalidad desde que tomen conciencia y no concebirán siquiera vivir sin él, salir de él. ¿Cuándo fue la última vez que una videocámara en mitad de la calle les llamó la atención?

A la falta de aprendizaje realizado y la imposibilidad de cambio se une la más simbólica: tanto Internet como éste que os escribe han cambiado.

  • Vivimos en La Internet de los Basados (y pensé que había publicado esa nota de mi blog pero acabo de ver que la tengo en borrador). En muy pocas palabras: la publicación de ideas en Internet ha cambiado dramáticamente en estos veinte años, y para comunicar ahora ideas con cierta oportunidad de éxito comunicativo (definiendo el mismo como que el mensaje sea recibido más allá del círculo más cercano, pues los cercanos ya están evangelizados) hay que ser provocador, casi hostil, partidario, agresivo en el estilo con el que se contraponen razonamientos. Yo no sirvo para eso.
  • Por último, también hemos cambiado nosotros; yo, al menos. Más viejo y más cansado, supongo.

Esto no es decir que los canales de comunicación hechos por y para nerds ya no existan o no tengan sentido, lo hacen y lo seguirán haciendo, pero por todo lo anterior ya no suelo escribir sobre estos temas. Es un constante esbozo de yoyalodijes y tampoco me gusta parecer que levanto el dedito constantemente a todo el que tiene la desgracia de leerme o escucharme.

[Imagen: Postmortem, hecha con Leonardo.]

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.

4 comentarios

  1. Me reconforta a mi mismo haber reaccionado con temor, casi pánico, cuando me di cuenta de que habían puesto cámaras en cada esquina de mi pueblo para monitorizar «la zona de bajas emisiones». Supongo que quiere decir que todavía sé de quien hay que desconfiar.

    1. Somos la excepción, no obstante. Las cámaras son parte del mobiliario urbano a estas alturas. Pero está bien aún sentir el pinchazo, ese sentido arácnido. Cuando de verdda las cámaras podrían ser útiles no sirven de nada (piensa en el caso del chico perdido y fallecido en una estación de tren hace unos días) pero si hay que usar ese seguimiento como arma arrojadiza contra alguien, ahí estará. Es más poder para quien ya tenga el poder.

  2. José, a pesar de tu mensaje “postmortem”, espero poder seguir disfrutando de tu pensamiento vivo i crítico durante mucho tiempo. Aunque el paisaje se presente desolador, conviene seguir oponiendonos y denunciando lo que, cada vez más, se asume como “norma” y que no es más que una progresiva renuncia colectiva. Gracias de nuevo por tus propuestas de reflexión. Un saludo desde el noreste ibérico.

    1. Seguiremos por aquí, y además sigo pensando en términos muy parecidos, ojo, pero creo que seguir «dando la chapa» todos los días con esto tampoco alcanza demasiado resultado, jeje. Seguiremos reflexionando por aquí, eso seguro: es parte del proceso para ordenar ideas. ¡Abrazo!

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