El accidente nuclear en Fukushima como consecuencia del último terremoto/maremoto frente a las costas de Japón ha dado pie a una exagerada respuesta mediática. Más allá de toda discusión, lo que es una soberana estupidez es censurar los episodios de los Simpsons en los que se muestran accidentes nucleares, como acaban de anunciar que harán en Alemania. ¿Qué parte de «serie de ficción» no comprendieron? Censurar como mojigatos para acabar pidiendo la reapertura de ciertos debates en torno a lo nuclear con una lógica más bien cuestionable en el que lo único que cuenta es dar sensación de actividad, aunque sea el equivalente político de una verborrea incontenible.
Paul Baran ha muerto, larga vida a su legado
Paul Baran, que en 1964 ideó la estructura de comunicaciones de Arpanet que vendría a devenir nuestra Internet, con su neutralidad, y a revolucionar las topologías de la información y, por extensión, el mundo en que vivimos, falleció el pasado sábado a los 84 años de edad. Su legado, los mundos más libres que sus desarrollos hacen posibles, le sobreviven desde ya y la sencilla demostración nos la proporciona el hecho de que los indianos al completo nos enteremos de esto gracias a un post de Gonzalo en Madrid que nos lleva al New York Times y que nosotros estamos leyendo desde Montevideo.
Y ahora, Montevideo
Tras pasar una semana entre Rancagua y Santiago, una semana en la que no hemos parado de aprender, salimos en un par de horas para Montevideo, donde nos encontraremos, al fin, con todos los indianos que esta semana estuvimos trabajando en Bazar simultáneamente en tres países y dos continentes… hasta hoy. Feliz domingo de reunión.
I’m richer through all the things i rejected
Escribo este post en Santiago de Chile en pleno passagium, a miles de kilómetros del lugar donde me encontraba hace un año, a miles de años luz de aquel salón de grados en el que defendí mi tesis doctoral hace un año.
Una vida no puede cambiar más, mejorar más, en un año y ni siquiera sé cómo descodificar esta cicatriz que contemplo con la felicidad que uno contempla una herida de guerra ya cerrada.
Como dice el título, que no es sino una paráfrasis de una frase de una canción de Piano Magic de la que hablé en alguna ocasión, soy mucho más rico y todo va mucho mejor gracias a todo lo que rechacé.

Arrepentimientos tengo varios, pero ninguno es tan importante que merezca mención. Viví varias vidas, de todas renací no como un Fénix mediocremente idéntico cada vez, sino más hábil y más sabio, con ojos de serpiente. La última reconstrucción, como una águila calimala más fuerte cada día, es con diferencia la mejor que he vivido. Tuve varias vidas, pero en ninguna como en ésta fui tan feliz.
Do it right
«Muchos árboles acababan cayendo fulminados por un rayo, o se desgajaban, abierto el suelo bajo sus pies. Y, sin embargo, ninguno vivía con la conciencia, o el miedo, de que algo así podía suceder.
Esa felicidad natural de vivir sin pensar que uno vive, esa fe inquebrantable y sin fisuras de esperar que el suelo no se esfume y que nuestras piernas nos van a sostener pase lo que pase me pareció el mayor regalo que el universo, al planificar su desarollo, podía otorgar a un ser vivo.»
– Lola Beccaria, Mariposas en la nieve
Do it right. Always look at the right side of life. Aunque no lo entiendan, este post les priva de otros. Y esto sigue siendo mi blog.
No una entre un millón, sino un millón de únicas
No pocos planes públicos sobre los que vamos conociendo detalles y enfoques centran sus esfuerzos en «buscar» un tipo concreto de Startup con gran potencial, lo que denominan «Empresas de rápido crecimiento» con el objetivo de darles un trato preferente y permitirles florecer, dando como fruto (y sólo en casos excepcionales) unas decenas de empleos, pues se da por hecho que sólo una vez cada varios años emerje a nivel global un nuevo Google o un nuevo Yahoo! capaz de generar cientos o miles de empleos.
Resulta cuando menos contraintuitivo que si buscan empresas que crean empleo para provocar un cambio social consecuencia del empoderamiento de las personas se centren en «empresas de rápido crecimiento» que requieren una enorme inversión de capital por cada empleo creado. A menos que lo que se persiga sea la emergencia de una marca reconocible. Una marca que asociar a una comunidad imaginada, típicamente nacional. Apoyando a los proyectos de la base de la pirámide, con vocación artesana, es más improbable que surja esa marca global asociada a una nación, aunque las calles se vean más vivas que nunca y en ellas la nueva clase media anadee vestida con colores arrogantes por un sinfín de pequeños negocios que compitan entre si.
Al final resulta como si el sueño americano no fuera ése en el que un hombre se hace a si mismo, no basta con eso. El sueño americano es salir del Bronx y llegar a la planta 83 de un rascacielos en NYC. No se trata de salir del Bronx montando un puesto de perritos y a los 4 años tener una cadena de 15 que cubra media ciudad y cree 70 empleos y te dé una vida cómoda. Se trata de ser «triunfador» como en el cine, no como en la vida real y es posible que ese enfoque sea el que hace que muchos programas públicos se lastren empantanándose en la búsqueda de esa startup revolucionaria que sirva para que una cierta comunidad imaginada se contemple a si misma en una absurda representación en la que otra aplaude el éxito arrancado a las personas reales y atribuido a esta comunidad imaginada por la misma metonimia nacionalista que sirve para invisibilizar y minimizar a las personas.
Lo verdaderamente revolucionario es, al final, despojarse de ligaduras constrictoras que condicionen el enfoque de nuestros esfuerzos complicando la resolución del problema real, que no es otro que el de emancipar a las personas y las comunidades reales que componen, darles la autonomía y la capacidad de desarrollarse en el único terreno en el que podrán estar en igualdad: el mercado.
[Escribí este post originalmente en marzo de 2011, para la bitácora de El Arte de las Cosas.]
Euskalerría, S.A.
Paseando esta mañana camino de Radio Rancagua, donde estuvimos hablando de Bazar, vimos un local de lo más llamativo: una oficina de una empresa de seguridad privada que tenía por nombre Euskalerría S.A. (así sin H ni nada) y en cuya web se alternan en bucle toda una colección de banderas. Imagino que descartaron la forma de S.L. por lo amplio del concepto de limitado.