Privacidad, tecnología, y el nuevo mundo salvaje

Una interesante artículo de Maciej Cegłowski en Idle Words titulado The New Wilderness y que contiene un montón de pasajes reseñables.

Cegłowski hace un gran ejercicio resumiendo por qué no es bueno dejar que sean Google y Facebook quienes moldeen las leyes sobre privacidad. Puede parecer obvio a cualquier lector de este blog que no es buena idea dejar al lobo a cargo de las gallinas, pero a falta de otras propuestas, el regulador seguro les prestará atención a ellos. No se me ocurren agentes peores a quien delegar esa función, en realidad.

Usa el concepto de privacidad ambiente:

Until recently, ambient privacy was a simple fact of life. Recording something for posterity required making special arrangements, and most of our shared experience of the past was filtered through the attenuating haze of human memory. Even police states like East Germany, where one in seven citizens was an informer, were not able to keep tabs on their entire population.

Imposible no recordar algunos textos aparecidos en este blog durante los años la muerte de la conversación efímera (2006), algunas notas dedicadas al poder comparado de la tecnología actual con el de la Stasi (2010), o las sabias palabras del malogrado Pepe Cervera que he citado en multitud de ocasiones: el abaratamiento de la tecnología hace posible ciertos sueños represivos.

Un poco después continúa:

My own suspicion is that ambient privacy plays an important role in civic life. When all discussion takes place under the eye of software, in a for-profit medium working to shape the participants’ behavior, it may not be possible to create the consensus and shared sense of reality that is a prerequisite for self-government. If that is true, then the move away from ambient privacy will be an irreversible change, because it will remove our ability to function as a democracy.

Y esto me hace pensar en el futuro de las democracias liberales como las conocemos, y en lo que reflexionamos al hilo de aquella conversación entre Harari y Friedman.

Luego realiza una comparativa de lo que él considera necesario acerca de la privacidad con lo acontecido en regulación medioambiental con la que no estoy seguro si estoy de acuerdo o si tan solo ha hilado sus argumentos de forma que me ha tendido una trampa. Por ejemplo, este párrafo:

We’re at the point where we need a similar shift in perspective in our privacy law. The infrastructure of mass surveillance is too complex, and the tech oligopoly too powerful, to make it meaningful to talk about individual consent. Even experts don’t have a full picture of the surveillance economy, in part because its beneficiaries are so secretive, and in part because the whole system is in flux. Telling people that they own their data, and should decide what to do with it, is just another way of disempowering them.

Por una parte es cierto que lo hecho hasta ahora es o inútil o directamente contraproducente. La GDPR, al definir consentimiento de forma tan endeble como pulsar un botón con texto engañoso al que hay que llegar buceando entre páginas de texto legal demuestra lo inútil y perverso de la regulación actual. No soluciona el problema y ampara legalmente a quienes visiblemente abusan de su posición.

Sin embargo, no estoy seguro de que emular el pensamiento mediambiental sea la solución. Por el solo hecho de que no podemos desinventar la rueda y es una realidad que cada vez habrá más computadoras en nuestros bolsillos, recogiendo y enviando a servidores ajenos cada vez más datos. Pronto necesitaremos más de 30 gigas de datos al mes en nuestra conexión móvil. Eso es lo que hacen los ordenadores: generar y clasificar datos.

En cualquier caso, una gran lectura que recomiendo y sobre la que si tengo ocasión de seguir reflexionando quizá vuelva a escribir.

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.
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