Pirenne, el bazar y el árbol muerto

Una de las cosas que se me quedaron grabadas de aquellos años en que fui al colegio es la metáfora que usaron para explicarnos lo que era un ecosistema.

El tronco caído de un árbol muerto es un ecosistema. El árbol murió, sí, por eso cayó el tronco. Pero ese tronco tiene musgo que crece sobre él, y los insectos que viven en su interior, ahora hueco. Sí, hay vida en el tronco; vida aislada de su entorno y, se rumorea, capaz de mantenerse sin la acción del exterior. Nadie nos decía que para el tronco era imposible aislarse del exterior porque, mal que le pese a los insectos, el viento y la lluvia y la disgregación de la roca sobre la que se apoya el tronco, siguen operando de día y de noche. Nadie nos decía que todo eso se vendría abajo, algún día, cuando el tronco se pudriera del todo. No jodas, que éramos unos niños y eso no era más que una clase de Naturaleza: la muerte –siquiera la de unos bichitos inocentes que viven en su tronco– es algo que a esas edades, simplemente, no sucede.

Por algún motivo, todo eso me vino esto a la cabeza mientras leía Las ciudades de la edad media, de Henry Pirenne.

Cuenta Pirenne en su libro cómo, tras la entrada de los musulmanes en el mediterráneo, la economía pasó de basarse en el comercio a ser agrícola y cómo la población pasó a llevar una vida de mera subsistencia: al no poder comerciar el excedente de producto agrícola, se comenzó a producir exactamente lo que se iba a consumir en la propia casa.

Pero las cosas debieron cambiar cuando, dominando el Islam en el Mediterráneo y los normandos en los mares del Norte, desapareció la circulación y con ella la clase comerciante y la población urbana.

La población volvió a vivir en casitas aisladas en áreas rurales. Y continúa:

Esta economía, en la cual la producción no sirve más que para el consumo de los que viven en el dominio y que, en consecuencia, es absolutamente ajena a la idea de beneficio, no puede ser considerada como un fenómeno natural y espontáneo. Los grandes propietarios no renunciaron voluntariamente a la venta de sus productos, sino que no pudieron hacer de otro modo. Con toda seguridad, si el comercio hubiera seguido dándoles regularmente los medios para dar salida a sus productos, no hubiera dejado de aprovecharlos. No vendieron porque no pudieron vender, y no podían vender porque les faltaban mercados.

Parece que por tanto, hacían falta bazares a partir de los cuales levantar mercados para hacer posible un modo de vida que fuera más allá de la producción básica. Que permitiera generar riqueza para todos más allá de la subsistencia apenas conseguida para unos cuantos.

Esto no sucedió en Europa occidental hasta el s. XI (bastante después que resurgiera en Florencia y Venecia). La reaparición del comercio, de la mano de los pies polvorientos, hizo posible la generación de riqueza que permitió una explosión demográfica cuya importancia fue determinante en el empuje de los reinos del norte europeo contra los musulmanes asentados en el sur del continente, que comenzaron a retroceder ya justo al final de ese mismo siglo.

No deja de resultar curiosa, en todo caso, la tesis central de Pirenne: que la desaparición del comercio que obligó a la europa central (principalmente la Galia Franca y el imperio carolingio) a regresar a la agrilcultura era consecuencia, si no culpa, de la conquista musulmana del mediterráneo. Digo que no deja de resultar curiosa cuando no se sostiene ni siquiera en su propio libro:

Mientras que el Imperio carolingio se hallaba aislado debido al cierre del Mediterráneo, Rusia meridional, por el contrario, hallaba salida a sus productos mediante los dos grandes mercados que ejercían atracción sobre ella. El paganismo de los escandinavos del Dniéper, les liberaba de los escrúpulos religiosos que impedían a los cristianos de Occidente relacionarse con los musulmanes.

De donde deducimos que el cierre del mediterráneo no se dio por culpa de los árabes, que no tenían reparos en comerciar con los cristianos de la Rusia meriodional que gracias al auge económico que comenzó a tomar en esa época se permitiría, un tiempo después, reclamar para sí la capitalidad de un hipotético imperio cristiano en Moscú: la tercera Roma.

Parece más bien que, al contrario, la europa al norte de los reinos musulmanes, ésa que sentía cómo «le habían cerrado el mediterráneo», tan sólo se había cerrado sobre sí misma: se metieron dentro de su círculo ecosistémico y se marchitaron, ellos solitos. Se olvidaron del bosque y se quedaron en su árbol caído, tronco muerto de lo que una vez fue, todo y que al actuar de esa forma renunciaban al nivel de vida que habían mantenido hasta ese momento (el sueldo en la Galia Franca se devaluó hasta quedar en casi la centésima parte como consecuencia de la vuelta a la agricultura).

Es normal que la historia que nos llegó de la Edad Media nos la describan como la edad oscura. Si obviamos la literatura musulmana de la época, todo lo que leímos sobre esos siglos proviene de los reinos cristianos al norte. Incluso Pirenne, que se aventura a escribir un ensayo más que interesante, no deja de errar al enfocar el porqué de esa regresión. Ni rastro de crítica sobre qué llevo a esa región concreta a esa situación de miseria cuando el mediterráneo –incluida Al Andalus, donde judíos y cristianos siguieron comerciando– y europa del este no sufrían esa oscuridad de la que nos hablan.

Visto eso resulta sencillo entender que entre los historiadores salgan opiniones contrarias a la de Pirenne.

Tampoco es complicado entender que la recién fundada Venecia, todo y estando geográficamente en Europa occidental, decidiera agarrarse a un palo ardiendo, someterse a Bizancio y se viera obligada, para sobrevivir, a enviar barcos al otro extremo del mediterráneo, ya que sus vecinos continentales no querían comerciar:

Venecia no pertenece a Occidente nada más que por su situación geográfica; pues le es ajena tanto por el tipo de vida que lleva como por el espíritu que la anima.

Dos siglos después, los barcos venecianos eran los amos del mediterráneo y Venecia era la única ciudad europea donde se aprendía a leer y escribir sin formar parte del clero o la nobleza. Pero las necesidades venecianas de viajar mucho más lejos para poder comerciar está relacionada con la fisionomía de esas ciudades que justo comenzaban a expandirse como no lo habían hecho desde la época romana:

Entre los dos tipos de habitantes que se yuxtaponen en ellas [en las ciudades] sin llegar a fundirse, se descubre la oposición de dos mundos distintos. La antigua organización señorial con todas las tradiciones, ideas y sentimientos (…) se encuentra enfrentada con necesidades y aspiraciones que la sorprenden, la contrarían, a las que no se consigue adaptar y contra las que, desde el primer momento, se opone. Si cede terreno es a pesar suyo.

Llegados a este punto tampoco cuesta nada entender que a estas alturas de la partida exista quien se mire en el espejo, vea en sus zapatos el polvo del camino y no se sienta occidental más que por casualidad, quien no comparta con su entorno ni el tipo de vida ni el espíritu que lo anima. Y es que, hay mañanas en que abro el correo-e, escribo un par de mensajes y a la media hora me estoy preguntando si, realmente, es posible que hayan pasado mil años sin que hayamos avanzado nada en este ámbito.

RFID: control en Alemania, disciplina en Cleveland

Dos noticias muy breves sobre RFID.

RFID

En Alemania ha comenzado la fabricación de los nuevos carnet de identidad, que traerán un chip RFID integrado. Una malísima idea con la que en aquel país tendrán que convivir a partir del 1 de noviembre de este mismo año. Hace dos años y medio hacíamos una propuesta de ley ideal sobre RFID y proponíamos que ningún documento oficial la incluyera.

En Cleveland (Estados Unidos), a partir del próximo 2011 se usarán los mismos chips para comprobar quién recicla y quién no, y multar con cien dólares a aquellos que no lo hagan. Es la dictadura de las buenas maneras. He vivido una situación similar –aunque no se recurría a RFID– a la que proponen en Cleveland y me parece intolerable.

Ambos casos son un claro ejemplo de para qué los Estados ansían utilizar estos chips: disciplina y control. Dos malas ideas.

Porqué la web 2.0 fue lo que fue

Hace unos días que en las Indias nos veníamos preguntando ¿qué fue la web 2.0? En una conversación por correo que hemos tenido esta mañana puse por escrito un par de ideas que aprovecho a extender aquí.

En la evolución de Internet, en general, y de la web, en concreto, está teniendo lugar una suerte de decrecionismo. Si las primeras herramientas, que no eran web, eran plenamente distribuidas y lo importante es que cualquiera pudiera servir (grupos de noticias, ftp, servidores de chat), ese mismo espíritu [distribuido] fue trasladado a la primera web (recuerdo cómo se hablaba hace más de una década de «página personal» y de repente nos empezaron a vender la web social como si la de antes se hubiera escrito sola –¿nos hemos vuelto locos?) pero no a las siguientes generaciones de herramientas, pensadas ya desde el principio con el valor del producto puestas en otro sitio. Ese otro sitio no era ni en el código, ni en ningún sitio anterior: sino en los datos de los usuarios. Ése es el punto de inflexión: cuando el foco del negocio se pone en los datos, la herramienta [cuyo diseño nunca es inocente, como bien sabemos] debe servir lo mejor posible a ese nuevo foco, y por tanto se debe poder controlar cuantos más datos de más usuarios mejor. (Entre otros aspectos, y aprovechando que pasamos por ahí, ése es el motivo por el cual nos hablan tanto de la nube.)

Mientras los agregadores dospuntoceristas desarrollaron una manera bastante burda de poner esto en valor (generación artificial de escasez vía portada única para todos los usuarios), la webs que dejan atrás el participacionismo para limitarse a la adhesión van mucho más allá (consiguen convertir en producto todos y cada uno de los clicks de sus usuarios, al fin y al cabo todos y cada uno de los clicks son almacenados y ayudan a optimizar el perfil publicitario de los mismos). Y el momento clave en esta evolución está en el momento en que se dieron cuenta que la pasta estaba en la información personal.

Sin embargo, Google, que había descubierto unos años antes que la pasta estaba en las búsquedas y que jugó muy duro este ámbito –GMail aumentó en varios órdenes de magnitud la capacidad de los webmails del momento y clareó la competencia en ese ámbito de forma casi instantánea– apoyándose en la enorme infraestructura que se podía pagar, no ha conseguido hacerlo tan bien como Facebook a la hora de ser ese panal de miel al que los usuarios vayan a pringarse y dejar su información personal. (Y creo que nadie hablará de Twitter cuando hayamos muerto.)

Bocados de Actualidad (116º)

Seguimos atravesando el verano. Es quince de agosto y la mitad estaréis saliendo hacia algún sitio donde hacer lo mismo (estar en Internet gran parte del tiempo libre) en un ambiente más relajado, quizá hasta con mar a la vista. Así que no hay excusa para no dejar por aquí una ración de enlaces que no tuvimos tiempo (o ganas) de comentar las dos últimas semanas. Estos días estamos por Málaga, hace una mañana calurosa y el día promete ser pegajoso, nos acompañan Bee and Flower mientras preparamos la centésima decimasexta ración de Bocados. No me entretengo más, aquí los enlaces:

  • ¿Quién vigila al vigilante? y el cómic de EDRi.
  • Intropía y la futilidad de las #hashtags. «La perfecta metáfora de por qué twitter es le pese a quien le pese un instrumento perféctamente inutil como buscador o aplicación para seguir la actualidad de un tema».
  • Esta semana se habló mucho de Neutralidad de la red, en varias blogs se hizo con buen criterio.
  • Standblog y la victoria de Mozilla.
  • Se celebró la conferencia anual de Cooperativas de EEUU, y el Grupo Cooperativo de Las Indias participó con una videoconferencia de más de 20 minutos. Lo cuenta la Bitácora del Arte.
  • RinzeWind y los derechos digitales en los aviones.
  • Security be Default y la (in)seguridad actual del protocolo GSM.
  • La pastilla roja habla de comunidades vs social media.
  • Dame un móvil y te diré cuál es su operador, en el blog de la CMT.
  • Sergio Hernando y la mutación de los honeypots que te avisaba quién te había quitado del messenger: ¿quién ha visitado tu Facebook?.
  • La bitácora de las Indias y el CEO de Google confesándose. Juanto también se hace eco de las declaraciones de Schmidt.
  • Bianka escribió un muy buen post sobre Zona Temporalmente Autónomas, que aquí comentamos hace ya bastante.
  • Free Software Magazine y un futuro probable a 10 años vista: el Software libre se impone pero no tienes dónde poder instalarlo. Recuerden la última serie de posts sobre móviles y software libre para los intermediarios.
  • Para terminar, Xkcd, mi tira preferida, nos regaló un chiste sobre los controles con los nuevos escáneres de rayosX retrodispersados (¡hablábamos de ellos en 2005! Y qué mal escrito está ese artículo, por cierto). La Caverna do Jedi dejó otro chiste muy divertido.

Y eso es todo, pasen buen día y mejor semana, que no sé si postearé mucho estos días :)

Ladrillos porteños, inmersión de futuro

Ladrillos porteños, inmersión de futuroCualquiera diría que en estos tres años de recesión habríamos aprendido la lección: los negocios inmobiliarios como la carrera del hámster en la rueda, no conducen a ninguna parte y la rueda acaba por agotarte. Desde luego, la lección no ha permeado en todas partes. En Argentina, en 2010, anuncian un producto bancario con rentabilidad del 10% y cuyo gancho es «convierta sus ahorros en ladrillo». Claro que su mercado inmobiliario llegó tarde a la burbuja: en 2006 apenas florecía y sólo algo después comenzó a observarse la burbuja en los precios. Añadamos los mantras habituales y ya lo tenemos todo hecho para que el ladrillo siga siendo una inmersión de futuro.

Lo bueno, lo malo

«Quedarse, conformarse y aguantar era lo bueno; salir, escapar y fugarse era lo malo. Y sin embargo, también lo heroico, porque don Quijote y Cristo y santa Teresa se habían fugado, habían abandonado casa y familia, ahí estaba la contradicción, nos contestaban que ellos lo hicieron en nombre de un alto ideal y que era la suya una locura noble, contra esos vagos términos del alto ideal y la locura noble acababan viniéndose siempre a estrellarse las tímidas preguntas del niño, acrecentando su curiosidad, convirtiéndola en zozobra clandestina. Yo pensaba que también podía ser heroico escaparse por gusto, sin más, por amor a la libertad y a la alegría —no a la alegría impuesta oficial y mesurada, sino a la carcajada y a la canción que brotan de una fuente cuyas aguas nadie canaliza—»

Carmen Martín Gaite, en El cuarto de atrás.

El libro lo leí hace bastante ya, y me pareció bastante soporífero. Pero había guardado en un .txt algunas frases, como ésta, y las reencontré por casualidad buceando en el ordenador.

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