La oposición argelina descubre que «Me gusta, pero paso de ir»

Uno puede pensar que las cosas suceden como lo cuentan los medios y acabar convocando manifestaciones masivas vía Facebook… para que no vaya nadie. La oposición argelina, cuyas protestas han sido el gran bluf de la revolución árabe mediterránea, convoca manifestación contra el régimen y en la capital se congregan… 20 personas; menos manifetantes que policías. Claro, la oposición argelina olvidó lo barato que sale darle al botón de «voy a ir» en una página, olvidó el poco compromiso que el responsable del click adquiere con ello.

Primera mañana americana, verano en Rancagua

Anoche aterrizamos en Santiago de Chile y nos vinimos a Rancagua. Es verano cerrado. Así, uno sale de casa en Madrid abrigado y un montón de horas después (tras tomar el que es quizá el vuelo directo más largo que se puede hacer desde Barajas) aterriza en Santiago en otra estación, en otro continente en el extremo del mundo… donde se da la fabulosa circunstancia de que se habla tu idioma, donde la distancia no se hace presente porque si la verdadera frontera es la lengua uno puede cruzar el mundo y sentirse plácidamente, como en casa. Nos quedaremos en este final de verano austral hasta mayo, iremos informando de lo que acontezca.

Paranoia nuclear y desviación por cercanía

En los últimos días es fácil encontrar noticias sobre la conveniencia, y sobre todo sobre la no conveniencia, de la energía nuclear. Dicen que el terremoto y la posterior crisis nuclear en Japón hacen necesario reabrir el debate nuclear, reconducirlo a favor de intereses propios (me temo).

La central nuclear más famosa del mundo, Springfield, EE.UU.
[Ilustración: Vista aérea de la central nuclear más famosa del mundo, Springfield, EE.UU.]

Dicen eso y obvian lo que los anglosajones denominan proximity bias: la desviación por cercanía o tendencia a ponderar por encima de su verdadero valor la importancia o las implicaciones de un evento dado, con tal que el mismo esté lo suficientemente fresco en nuestra memoria.

Los medios de comunicación de masas (cuya vigencia y utilidad está en entredicho), ideados con una lógica industrial en la que uno dice a muchos qué pensar u opinar, tienen una desviación por exceso hacia estos sucesos: construyen sus programas, sus informativos y, en definitiva, su discurso a base de sucesos terroríficos en los que el mundo se presenta, constantemente, como un lugar mucho más peligroso de lo que es en realidad. Y el caso de la energía nuclear no es una excepción. Pero la imprimación en nuestra memoria a cargo del mensaje mediático repetido hasta la saciedad hará que parezca una excepción.

Me gustaría ver un futuro mucho más renovable donde cada uno pueda llevar su alimentador energético en el bolsillo, pero no es factible ni lo va a ser en décadas. Por eso creo que hay que defender la energía nuclear. Estábamos hablando de desviaciones de la percepción, como la que nos lleva a sufrir pánico nuclear, aunque haya un accidente nuclear importante cada 20 años y en él mueran muchas menos personas de las que mueren en un sólo año en las carreteras.

Porque ésa es la realidad: muere más gente cada año en las carreteras que las que morirán si llega a consumarse un escape radiactivo en Fukushima. Como evaluador de riesgos, el ser humano lo tiene crudo.

Trabajar menos para ganar más

«¿Quiéres saber por qué los americanos conquistaron el mundo, Hack? Porque son ambiciosos. Antes de que este país [Austrialia] fuese miembro de los Estados Unidos de América, nuestro ideal era la lucha obrera, joder. Si ls australianos fueran los dueños del mundo, sólo trabajaríamos un día a la semana y estaríamos quejándonos todo el día del salario

Max Barry, en Jennifer Gobierno

Uno no puede evitar acordarse de Sarkozy y, cómo no, del público objetivo del pequeño Nicolás… entre otros públicos cuya mayor meta vital es trabajar para el Estado, aunque sea en precario.

Scuttle, un gestor libre à la Del.icio.us

Scuttle

Si hay algo que nos hace la vida más fácil en los tiempos que estamos en una herramienta de organización y archivado de la información. En este caso, un gestor de marcadores y enlaces que no queremos perder para tener disponibles cuando los necesitemos. El rey de este tipo de servicios fue y ¿es? Del.icio.us, cuyo posible cierre por parte de Yahoo! dio mucho que hablar y que siendo el mejor servicio centralizado entre toda una generación de aplicaciones web que cambió el modo en que nos relacionamos, tiene el handicap de no ser libre.

Durante un tiempo creímos que Sa.bros.us sería una alternativa, pero no estaba a la altura, y mucho menos desde que lo abandonaron (años ha). Scuttle, sin embargo, tiene ventajas: es multiusuario, puedes marcar si los enlaces que guardas son privados, compartidos con algunos usuarios o públicos, tiene una extensión que lo integra perfectamente con Firefox 4 y si le importas un xml exportado de Del.icio.us te coge automáticamente todas las etiquetas que tuvieras asignadas. Una delicia si mantiene su rendimiento, yo de momento lo estoy probando y dejo algunos (no muchos) enlaces públicos, que en principio iba a importar directamente en tumbos… pero no lo he hecho para no liarla demasiado.

Por cierto que hay un fork de Scuttle llamado SemanticScuttle que mejora la administración y permite tags anidadas y alguna cosa adicional más, pese a añadir algunas funciones innecesarias.

Pagando con culpa la ineficacia generada por nuestra renta

La tentación más vieja del mundo es la de extraer una renta en un intercambio del tipo que sea, entendiendo la renta como un beneficio por encima de lo que nuestra oferta merece. En otras palabras, la tentación más vieja del mundo es la de cobrar tanto como se pueda por cada servicio o producto que comercializamos, entendiendo que para que nosotros ganemos más alguien tiene que salir perjudicado, en lugar de construir un marco en el que todos ganemos más. Actuar de esta forma, sin embargo, tiene consecuencias lo cual nos lleva, finalmente, al modo en que afrontamos estas consecuencias.

La lógica subyacente a los esquemas segmentados de precios en función del cliente (como los, muy criticados, utilizados por la industria farmaceútica) es la de fijarlos tan alto como el usuario esté dispuesto a pagar. Se trata de buscar una renta y es lícito buscarlas, pero ni lo vistamos de seda ni lo pintemos de buenrollismo. Es lo que es y no es nuevo, ¿acaso no es ésa la lógica detrás de los precios «con descuento» para menores de edad? Todos sabemos que no existe tal descuento, sino un recargo a los usuarios que pueden pagar más (típicamente, adultos en plena edad laboral, con mayor poder adquisitivo). Se ha intentado trasladar esta lógica a Internet, como hizo Amazon en el 2000 desatando un escándalo enorme, uno de los primeros ejemplos de lo delicado de cuidar una marca en Internet, que obligó a dar marcha atrás a esos planes.

Culpa, por Wouter van Haeren
[Ilustración: Culpa, por Wouter van Haeren.]

Más allá de ejemplos, es importante detenerse sobre el efecto último de luchar por obtener una renta desproporcionada. ¿Qué sucede cuando en lugar de centrarnos en ofrecer un servicio/producto óptimo comenzamos a endurecer las condiciones sobre la otra parte para ganar más haciendo menos? Sucede que no hay equilibrio, sino imposición. No puede decirse que haya un mercado eficaz, más bien al contrario. El comportamiento eficiente de una parte distorsionando el mercado a su favor conlleva una pérdida de eficacia para el sistema en general. Esta ineficacia conduce a una generación de riqueza inferior a la óptima (a menudo, alejadísima de la óptima), a un crecimiento general reducido y, en sus últimas consecuencias, a una menor creación de empleo.

Sin embargo, no faltan quienes agarrados a la bandera de la justicia social defienden actuar de esa forma, siempre que la víctima sea alguien con mucho dinero y dando igual si se trata de una macrocorporación o de un individual. Incluso dirán que eso es justo, blandiendo torpemente con la mano izquierda la espada, a riesgo de lastimarse a si mismos y a los demás. Al más puro estilo de Tim Harford en El economista camuflado, encontramos también quienes afirman que todo es una cuestión de percepciones.

Con frecuencia todo ello obedece a la necesidad de aligerar el alma propia. De ahí las constantes llamadas a la solidaridad en forma de intervención social: no se trata ya de compartir conocimiento, sino de pasar físicamente a la acción ayudando a los que lo necesitan, como una suerte de misioneros laicos que lavasen su conciencia asumiendo en precario las tareas de cohesión social propias de ese Estado que defienden también con la espada en la siniestra, pero de las que el Estado rehuye.

Y si todo lo anterior falla, siempre podremos echarle la culpa al universo, la mano invisible y a todos los demás. Afirmar con vehemencia que hicimos todo lo posible y aún así no pudimos tener más éxito ni crecer más, y valorar en su medida el que involucrando a demasiada gente los proyectos se vuelven ingobernables y que, en un mundo en el que hasta los brokers (esos emperadores de la información asimétrica) saben que cooperando reducen sus probabilidades de fracaso, nosotros renunciamos a políticas de escala. Para poder acunar el fracaso general entre falsos lamentos que nos den abrigo en la noche fría.

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