Mucha gente dice que para hacer algo difícil y que valga la pena, necesitan estar motivados. O que la razón por la que no se aferran a sus metas es porque les falta motivación. Pero el ejército me enseñó que la gente no necesita motivación; necesita autodisciplina. La motivación es solo un sentimiento. La autodisciplina es: «Voy a hacer esto sin importar cómo me sienta». Rara vez a la gente le gusta hacer algo difícil. A menudo, lo que distingue a las personas exitosas de las no existosas es hacer aquello para lo que no se sienten motivados.
Rob K. Henderson, Troubled
La última vez que te pusiste a dieta no te faltó motivación, te faltó constancia. Probablemente te pasará lo mismo en enero si te apuntas al gimnasio para perder ese kilo de más que habrás engordado durante las fiestas navideñas.
Constancia. Perseverancia. Capacidad de esfuerzo, o de concentración, o de sacrificio si nos sentimos lingüísticamente épicos. O quizá tan solo sea autodisciplina, como la llama Rob Henderson, indudablemente influido por sus años de servicio en el ejército.
Ahí está la clave, no en la motivación. Motivación tenemos todos: ¿a quién no le va a gustar estar más flaco/fuerte/sacar adelante todos esos proyectos paralelos?
De Rob Henderson hemos hablado en alguna ocasión y sus creencias de lujo tienen entrada en nuestra pedia por ser un concepto relevantísimo para entender cómo se extienden ideas que terminan favoreciendo a los grupos sociales mejor situados a costa de los más desfavorecidos.
