Un cierto modo de ver las cosas

Como la mayoría recordará/habrá notado, hace unas semanas me trasladé hasta Madrid para integrarme a Las Indias. La adaptación a este nuevo proyecto es un reto ilusionante, porque implica una reflexión continua sobre porqué se hacen las cosas.

Y esto es algo quizá complicado de entender si se intenta analizar en términos del típico trabajo por cuenta ajena en el que fichas 8 horas y te vas a casa, porque ese trabajo no exige (muy al contrario, la reprime) reflexión. Hace un par de semanas mencioné que estando aquí se percibe una cierta diferencia: el día a dia se rige por unos ciertos valores, las cosas se hacen porque tienen sentido y lo generan, no importa quién las haga porque, además, el hecho de que la tarea tenga un sentido hace que no falten voluntarios.

Haciendo hincapié en esa generación de sentido, pondré fácil a algunos pensar en el monstruo que se comía el lenguaje. Sin embargo, no es la banalidad la que impulsa el discurso indiano. Es importante saber a qué me refiero cuando utilizo la palabra sentido. Evidentemente, toda tarea realizada en una empresa tiene sentido para la empresa, que factura y sigue viva gracias a ella. Pero no van por ahí los tiros.

El hecho diferencial reside en que para la inmensa mayoría de las personas la empresa no aporta sentido a sus vidas. Ésa es la cierta diferencia: en las indias las personas, la comunidad, van por delante de la empresas. Lo cual implica que las cosas que se hacen tienen sentido porque tienen sentido para las personas. Las que estamos aquí, pero también nuestro entorno y las personas con las que colaboramos.

Además, porque así son las cosas, los proyectos que se acometen y se desarrollan tienen mayormente una lógica apoderadora para las personas, de la que se beneficia tanto Las Indias como nuestro entorno: lo mismo que preferimos apoyar el desarrollo y utilización de herramientas distribuidas en internet, nos es más fácil apoyar y colaborar con empresas y emprendedores artesanos que enfoquen su organización desde el punto de vista de la democracia económica. Porque todo ello apunta en una misma dirección: las personas que nos piden ese servicio están llevándose una herramienta que les devuelve autonomía organizativa, y si ese beneficio revierte en un grupo más o menos amplio de personas que sean dueñas de su propia subsistencia, pues mejor.

Y sí, a veces hablando con personas que apenas nos están conociendo nos comentan: «pero tiene pinta de que ahí se trabaja mucho». Pues quizá es verdad: cuando haces las cosas porque las quieres hacer pasan estas cosas, hay días que se trabaja mucho y otros más relajados. Lo que nadie que haya tenido un proyecto propio podrá negar es que, como decía Dani el otro día: «cuando trabajas para ti y tienes un día productivo, tienes una sensación de euforia muy parecida a la que te deja una larga sesión deportiva». Esa frase me recordó inmediatamente la vieja tira de Calvin:

I demand euphoria

Y quizá sea tan sencillo como esto: quizá esta cierta manera de ver las cosas me/nos guste porque la felicidad no era suficiente: demandábamos euforia. Pasar los días sin más no era suficiente, demandábamos tener un proyecto a largo plazo que sólo es alcanzable viviendo acorde a una forma de ver y hacer las cosas que repercute positivamente en tu comunidad pero no sólo en ella, sino también en tu entorno.

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.

7 comentarios

  1. leyéndote este post. El otro día me daba cuenta, cuando hiciste esta reflexión de viva voz, de lo «rara» que le resultaba a nuestra contertulia. Inclinaba la cabeza un poco hacia el lado preguntándose si sería «verdad o discurso corporativo» :D y creo que simplemente al final se dio cuenta de que era así de sencillo:

    no queríamos ir por ninguna línea de las establecidas y nos hicimos nuestro propio barco para poder navegar siguiendo el rumbo que queríamos seguir; en la travesía vamos aprendiendo cosas -incluso calafatear- que cada vez van dando más valor a la misma travesía y más solidez al buque… y cada día resulta más apasionante porque a las finales, no hay dos días iguales en el mar.

    1. Yo también creo que al final se dio cuenta de que no había trampa ni cartón. Al final, como tú dices, no es más difícil que eso: como nadie vendía paraguas, nos hicimos chubasqueros y resultaron ser más funcionales que los paraguas pues teníamos las dos manos libres…

    2. Por cierto, me agrada que te gustase. Este post era un esfuerzo por poner por escrito la última parte del itinerario que leí (la indianopedia), y como hilo conductor no pude sino escoger esa reflexión que había hecho un par de días antes, porque creo que le daba cuerpo… Salta a la vista (por la categoría) pero como tengo estos días de titulares creativos… a ver si pronto voy con Anatema.

  2. Anda, llevaba un tiempo desconectada y no me había enterado de nada de esto xD

    Enhorabuena por tu ingreso en Las Indias, parece un sitio muy chulo y enriquecedor donde trabajar :) ¡Yo de mayor quiero ser como tú y tener las cosas así de claras! xD

    ¡Mucha suerte por ahí arriba! ;)

    1. ¡Qué ilusión leerte, Marbu! Muchísimas gracias por los animotes, a ver si cuando baje a Málaga para algo (o cuando tú subas) ¡nos tomamos siquiera un cafelito (con hielo, por favor) en algún lao!

      ¡Un abrazo!

  3. Pues no cabe duda de que empezar un camino -quizá continuarlo- es alimento para el espíritu. Disfruta del viaje.
    Nos leemos.

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