Sobre la incertidumbre

Incertidumbre

Hablemos de incertidumbre. Hace unas semanas anduve por Lisboa por motivos de trabajo, donde pude conocer en persona a algunos de mis compañeros en Vodafone IOT mientras organizábamos algunas de las cosas que tocará hacer este año, que será un año lleno de cambios.

De hecho, entre la redacción inicial de este artículo y esta publicación en el blog se hizo por fin público que IOT pasará a ser una empresa independiente al margen de Vodafone Business y que Microsoft entrará en su accionariado (comunicado conjunto publicado por ambas compañías, MSFT, VOD). Y el año solo acaba de comenzar.

Estos cambios inesperados son la razón por la que, cuando me preguntan por consejos sobre en qué centrarse durante los próximos doce meses, siempre doy versiones ligeramente diferentes de la misma respuesta que se pueden resumir en APRENDER. Creo que, en este mundo que cambia tan veloz, el aprendizaje es esencial para mantenerse a la vanguardia y adaptarse rápidamente a cualquier cambio.

Dos datos rápidos sobre el mundo y las personas:

  • Sobre el mundo: el mundo siempre estará cambiando. No esperes que los cambios se detengan; en todo caso, los cambios se están acelerando (desde la tecnología hasta la geopolítica). La incertidumbre sobre el futuro siempre está presente y es ingenuo esperar que desaparezca de pronto; si acaso, la incertidumbre está creciendo.
  • Sobre las personas y las empresas: tanto a las personas como a las empresas les disgusta la incertidumbre. Los equipos de desarrollo de software y los managers no son diferentes.

Como consecuencia, la mayoría de las personas intentan esconderse de la incertidumbre (¿por qué creen ustedes que la carrera funcionarial es tan atractiva para una mayoría de personas?). Y muy pocas realmente se comportan racionalmente frente a la incertidumbre. A lo sumo, se cuantifican riesgos en algún Excel, pero contabilizar riesgos no es gestionar la incertidumbre, sino otra cosa. Mantenerse fino cuando la incertidumbre nos rodea se convierte, así, en una ventaja competitiva por mero abandono de los demás.

Así que, si yo recomendara algo para este 2024 es precisamente esto: aprender a abrazar la incertidumbre; no porque te guste la incertidumbre (¡seguramente no sea el caso!), sino porque debes hacerlo. La incertidumbre siempre estará ahí, a nuestro alrededor, por encima de nosotros, así que ¿por qué no aprender a lidiar con ella? Enséñate a ti mismo y, como manager, también enseña a tus equipos. Ese es realmente un gran impacto positivo que puedes tener en tu organización. Esta podría ser tu ventaja competitiva más preciada.

Publiqué una versión inicial de esto en LinkedIn antes que aquí.

[Imagen: Hecha con Leonardo AI.]

No, esta generación de niños no es la primera en tener actividades extraescolares durante toda la tarde

La semana pasada se celebró en Málaga la tercera edición del Open House Málaga, un evento de divulgación sobre arquitectura al que asistimos con gusto cada año porque la arquitectura es un tema del que no sé apenas nada y que, como la ingeniería civil y de caminos, me fascina cada vez más.

Este año tocó visita al colegio de San Estanislao de Kostka, que lleva más de un siglo uniendo la presencia de la Compañía de Jesús al popular barrio de El Palo en Málaga. Ya hablé de este colegio una vez, cuando contamos la historia de cómo Ortega y Gasset estudió en Málaga.

En un momento de la visita, la persona que la facilitaba nos contó el horario de un día normal de los estudiantes del centro en aquella época, que incluía horas lectivas y de estudio totalmente reguladas hasta la cena a las 8 de la tarde.

Pensé entonces en un comentario que he oído a diferentes padres, una suerte de lamento contemporáneo según el cual los niños ahora no disponen de tardes libres para juego no estructurado como tuvieron ellos, lo cual en el marco de quien hace el comentario se percibe como una pérdida.

La realidad, como nos muestra el estricto horario de estudio que hace más de un siglo tuvieron que cumplir los estudiantes de este centro, es que eso no es nuevo. Lo que sucede es que sí es nuevo para muchas personas que han vivido un momento histórico de democratización del acceso a esta formación complementaria que, hasta hace unas décadas, era coto privado de las élites más privilegiadas.

No sería, por tanto, ésta la primera generación en tener planes de estudio estrictos más allá del horario lectivo formal del colegio, pero sí la primera en que muchos padres que no tuvieron esa oportunidad de niños sí se la pueden brindar a sus hijos propios, de ahí esa percepción de que antes los niños tenían más tiempo libre que ahora; ellos, en efecto, tuvieron esas tardes libres. La conclusión, no obstante es que las élites hace ya mucho que están en ese régimen formativo, y que el mismo funciona, motivo por el cual las clases medias actuales han adoptado esta práctica.

Balance postmortem de la resistencia ante la sociedad de control

Postmorten

Durante algún tiempo pernocté en la idea de actualizar La sociedad de control. Es indudable que tras tres lustros transcurridos desde su publicación, podría haber planteado una continuación; una puesta al día crítica con algunas cosas que se dicen en ese libro y que no han llegado a acontecer, y también con otras cuyo desarrollo sí ha seguido la ruta avisada en él.

Si nunca la hice cuando esa idea aparecía con cierta frecuencia, y a día de hoy no creo que la haga nunca. Y no es que piense que el tema ya no es vigente, si acaso lo es ahora aún más que entonces. Es que principalmente escribo para dos cosas: aprender y recordar. Recordar es la parte culminante del aprendizaje; recordar lo aprendido.

Podríamos intentar enfocar esa continuación empezando en el subtítulo: privacidad, propiedad intelectual, y el futuro de la libertad.

  • La privacidad se ha perdido. Todo lo que haces queda registrado en algún sitio, tú lo olvidas, pero las empresas que desarrollan el software que usas no lo olvidan. La conversación efímera murió hace mucho y tu vida offline está arrinconada. Ahora mismo en Internet el mejor (¿único?) salvavidas es no tener ninguna relevancia pública. Por una parte, en Internet cada día hay un par de ridículos protagonistas por un motivo u otro, y el objetivo de cada uno de tus días ha de ser nunca convertirte en uno de esos protagonistas. Por otro y si hablamos de seguridad, asume que serías incapaz de resistir un ataque dirigido contra tus sistemas conectados a Internet, así que lo mejor que te puede pasar es ser absolutamente anónimo y nunca ser objeto de ese tipo de ataques.
  • La legislación sobre propiedad intelectual es ahora más fuerte que nunca. La ilusión del acceso que dan servicios como Spotify es eso, una ilusión. La realidad es que el dueño del servicio decide lo que puedes oir y lo que no, que Creative Commons creó un infierno legal en el que reusar obras es un campo de minas, y que incluso la generación mediada por herramientas («Inteligencia artificial») va a terminar arrodillada ante esta ley. La UE está barajando regulación que pronto podría hacer que liberar código de este tipo va a ser inasumible para independientes, al ser considerado de alto riesgo y exigir garantías (aka aval económico) millonario a sus desarrolladores.
  • El entonces futuro y ahora presente de la libertad es el que se veía venir: occidente en general es ahora mucho menos libre que hace dos décadas, con mucha censura a las opiniones discordantes y un debilitamiento de las instituciones liberales. Toda una generación acaba de alcanzar la adultez con esta lógica, así que faltan décadas hasta un hipotético cambio; no esperen verlo con sus ojos porque quienes llegaron detrás nos sobrevivirán, conviviremos aquí el tiempo que nos quede.

Tres de tres en batallas perdidas, amigos.

Visto eso, la siguiente pregunta pertinente es: ¿qué aprendemos investigando ahora sobre sociedad de control? El aprendizaje adquirido podría aún darle la vuelta a la balanza y justificar la continuada investigación de este tema. Pero, honestamente, ya sabemos mucho de lo que había que saber en este tema: la sociedad de control es el fin de la libertad como la hemos conocido, ya vivimos en ella, y la resistencia es inútil.

  • Libertad. La tecnología digital está detrás del profundo autoritarismo que vivimos en occidente en las últimas dos décadas, con jóvenes que no han aprendido a resolver conflictos y necesitan la mediación institucional reglamentaria; esto es, al gólem administrativo estatal carente de sentimientos e incapaz de entender de excepciones pero publicando aplicaciones para que en casa llevéis el contador de tareas domésticas. (Spoiler: si necesitas una aplicación del estado para repartir tareas domésticas, tu problema no es que el estado no te haya dado una aplicación hasta ahora.)
  • Presente. Si aún piensan que la población presentará resistencia alguna al autoritarismo rampante con el que convivimos, pregúntense cuántas manifestaciones y protestas han visto contra el largo confinamiento sufrido durante la última pandemia. Algunos países del mundo (China) se apoyaron en la tecnología existente para controlar que la población no saliese de casa sin permiso, o que saliesen solamente el tiempo estipulado. La administración del estado puede tener un auténtico cacao de certificados, pero por el motivo que sea hacienda funciona estupendamente a la hora de cobrar y fiscalizar tus ingresos. La imparable bancarización de las pequeñas cosas no hará sino empeorar esto en dos ejes: control absoluto de todo lo que compras y desaparición de la alternativa libre a coste marginal cero, el dinero en efectivo.
  • La resistencia es inútil. Fue inútil hace años, aunque creímos que no lo era, pero a estas alturas el tablero está inclinadísimo. La convivencia con las normas crea tolerancia a las mismas. Piensen que el objetivo final de medidas que ahora parecen lejanas como el final del dinero en efectivo no somos nosotros, sino nuestros hijos, que convivirán con esos sistemas con naturalidad desde que tomen conciencia y no concebirán siquiera vivir sin él, salir de él. ¿Cuándo fue la última vez que una videocámara en mitad de la calle les llamó la atención?

A la falta de aprendizaje realizado y la imposibilidad de cambio se une la más simbólica: tanto Internet como éste que os escribe han cambiado.

  • Vivimos en La Internet de los Basados (y pensé que había publicado esa nota de mi blog pero acabo de ver que la tengo en borrador). En muy pocas palabras: la publicación de ideas en Internet ha cambiado dramáticamente en estos veinte años, y para comunicar ahora ideas con cierta oportunidad de éxito comunicativo (definiendo el mismo como que el mensaje sea recibido más allá del círculo más cercano, pues los cercanos ya están evangelizados) hay que ser provocador, casi hostil, partidario, agresivo en el estilo con el que se contraponen razonamientos. Yo no sirvo para eso.
  • Por último, también hemos cambiado nosotros; yo, al menos. Más viejo y más cansado, supongo.

Esto no es decir que los canales de comunicación hechos por y para nerds ya no existan o no tengan sentido, lo hacen y lo seguirán haciendo, pero por todo lo anterior ya no suelo escribir sobre estos temas. Es un constante esbozo de yoyalodijes y tampoco me gusta parecer que levanto el dedito constantemente a todo el que tiene la desgracia de leerme o escucharme.

[Imagen: Postmortem, hecha con Leonardo.]

El futuro va a ser completamente a medida

Calabaza de Halloween

Las imágenes que se pueden crear ahora mismo con la versión gratuita de DALL-E 3 disponible en Bing tan solo usando un prompt sencillote escrito en tres segundos hacen palidecer a las mejores creaciones que podían hacerse hace unos meses con herramientas como Midjourney tras horas de pulir la instrucción.

A estas alturas y viendo esta progresión, el entretenimiento futuro tiene pinta de ser como aquellos libros reactivos que describía Neal Stephenson en La era del diamante y que ahora parecen más algo del futuro cercano que del futuro improbable.

El futuro va a ser completamente a medida.

No sé si eso es positivo o negativo. Tan solo es.

[Imagen: Calabaza de Halloween, hecha con DALL-E usando Bing.]

El final de la Pax Americana

Justicia

Si vamos a hablar del final de la Pax Americana, conviene entender a qué nos referimos. Para ello vamos a mirar esta gráfica, extraída de Our World in Data (vía Noah Smith, de quien tomo parcialmente prestado el título para esta nota), en la que se muestran los fallecidos en guerras interestatales desde el final de la segunda guerra mundial. ¿Ven las bajísimas cotas de fallecidos desde finales de los 1980s hasta ahora? Eso es la Pax Americana.

Todo imperio en su apogeo, en tanto que aparece incontestable, desincentiva las guerras entre estados. La historia se repite y eso ha pasado con todos los imperios cuando han tenido posiciones mucho más fuertes que las de sus rivales. No es algo que haya sucedido únicamente durante esta época de dominio estadounidense, pero sí que este periodo de relativa paz global ha sido especialmente reseñable. Al punto de que se ha generado una suerte de optimismo pacifista como pocas veces se ha visto en la historia de la humanidad. Este optimismo es especialmente acusado en Europa y tiene que ver, como aprendimos con Timothy Snyder cuando estudiamos la historia de Ucrania, con el relato que los europeos se cuentan a sí mismos desde que un país tras otro fueron perdiendo sus diferentes guerras imperiales. Cito aquí un párrafo de una nota anterior de este mismo blog, así por dar contexto:

Los alemanes perdieron la segunda guerra mundial, los holandeses en Indonesia, Francia en Argelia, España y Portugal son incapaces de mantener sus colonias en África. Así que de repente la idea de que la guerra es una cosa del pasado, una barbaridad, que los europeos son más civilizados que los americanos que siguen en sus guerras se debe, así cortamente, a que una vez comenzaron a perder todas las guerras imperiales pues dejó de parecerles buena idea eso de la guerra.

Volviendo a las consecuencias de la égida del imperio americano, Noah Smith en su artículo (ya enlazado arriba) explica algunas de las ideas por las que el dominio americano de la política occidental contribuyó a la pacificación del mundo: al ser una potencia comercial le interesaba especialmente la resolución rápida de conflictos; también comenta algunos de sus más importantes errores, como la guerra de Irak comenzada en 2003, donde comportándose como el aspirante y no como el dominador de la escena internacional los Estados Unidos iniciaron una guerra cuyas consecuencias resultan hoy del todo relevantes para entender la situación actual.

En todo caso, resume Smith, la existencia de un poder abrumadoramente superior actúa como disuasión en los conflictos entre estados. Es aquí donde la creciente belicosidad de estos últimos años se puede poner en el contexto de la reemergencia de un mundo donde los Estados Unidos no son el único imperio poder global.

Sin embargo, se deja en el tintero el que, en mi humilde opinión, es el principal factor a tener en cuenta. Ha sido el estadounidense un imperio que desde el final de la segunda guerra mundial ha puesto especial enfásis en impedir la modificación de fronteras mediante la guerra. Restitución económica, sanciones, y mil otras claúsulas: pero las fronteras se han movido poquísimo en todas estas décadas, en parte porque Estados Unidos ha hecho un hábito de forzar al ganador a no tomar territorio del derrotado. Esta circunstancia es un gran disuasor en sí mismo: al fin y al cabo, las guerras entre estados suelen hacerse para conquistar territorio y los recursos que ahí se encuentran y al eliminar el imperio dominante ese incentivo, la dinámica general de hagamos la guerra para conquistar ese territorio deja de ser útil.

Y ahora ya estamos llegando a algo: en el giro hacia la política interna de los Estados Unidos tras la desvergonzada y equivocada guerra de Irak, que desembocó en el mandato de Trump con mensajes en clave puramente interna y defendiendo una menor intromisión en asuntos globales, y en la emergencia de China como contrapoder al imperio estadounidense hay signos de lo que puede venir tras el final de esta égida estadounidense. Con otros países que, a diferencia de los derrotados imperios europeos, no han renunciado a su política imperial de apropiarse de territorios ajenos (Rusia, China) es posible que el futuro global con varios imperios disputándose la hegemonía y en el que los nuevos imperios tengan otra política respecto de la anexión de territorios anime otra gestión de los conflictos internacionales, más belicosa. Los imperios dominantes, además, rara vez se diluyen pacíficamente, como bien explica Ray Dalio cuando discute los signos de agotamiento de un orden mundial, que no deja de ser un sinónimo para imperio.

Como cualquiera de ustedes que leen estas líneas, observo el desarrollo de este año 2023 con pesadumbre. A la invasión de Ucrania por paret de Rusia se han sumado en las últimas semanas la invasión Armenia por parte de Azerbaiyán y, ahora, el ataque terrorista masivo de Hamás en Israel y la posterior respuesta israelí, que se espera devastadora, no hacen sino poner sobre la mesa un presente y un futuro muchísimo más belicosos, con potencial de crecer a conflictos donde los principales imperios hegemónicos y emergentes guerreen directamente, algo no visto en décadas. Pesadumbre, como digo.

Es ahí donde, pese a no mencionar Smith la obsesión americana por el mantenimiento de fronteras, vuelvo a estar de acuerdo con él: sea lo que sea lo que salga tras este periodo de paz bajo el imperio estadounidense, nos va a gustar menos; y gustará menos incluso a quienes llevan años abogando por otros imperialismos y cuestionando el modo en que Estados Unidos ejerce su rol de potencia mundial. Detrás vendrá quien bueno te hará, versión imperio.

[Imagen: Justicia, hecha con DALL-E 3 en Bing, por servidor de ustedes.]

Nation, de Terry Pratchett

Portada de Nation, de Terry Pratchett

Compro libros. Compro más libros de los que me da tiempo a leer, a veces por puro voluntarismo -me engaño a mí mismo pensando que en el futuro podré leer más libros por unidad de tiempo de los que leo ahora, supongo- y otras veces para habilitar, más adelante, la serendipia. La serendipia de tener en la estantería un libro que, a veces, uno contempla como parte del atrezzo sin prestarle mucha atención hasta que se cruza de nuevo en tu camino para traerte cosas nuevas, conocimientos o aventuras; o ambas.

Les cuento todo esto porque estos días anduve leyendo un libro que compré hace más de una década en una librería de segunda mano, en mi primer visita a Budapest, un tanto imprevista y de la que hoy no vamos a hablar más. El asunto es que en aquel día, hace más de una década, compré una edición de bolsillo de Nation, de Terry Pratchett (Amazon), que ha aguantado sin leer en múltiples estanterías -porque he cambiado de vivienda varias veces entre tanto- durante todos estos años hasta que este verano lo abrí. De Pratchett he hablado en este blog en varias ocasiones a lo largo de los años. Es una de las personas que más me ha hecho reír en mi vida.

Una de las maravillas de ése hábito de comprar libros para dejarlos en el estante es llevarte gratas sorpresas diferidas en el tiempo. Que ocho años después de su muerte yo pueda disfrutar un libro nuevo para mí, como quien abre una cápsula del tiempo, es una encantadora circunstancia. Concedido, a esto ayuda que el autor en concreto haya sido prolífico casi casi al nivel de Anónimo.

El asunto es que uno aprovecha a mirar atrás y a alegrarse de las casualidades: De haber desenpolvado ese librín, de haberlo comprado hace ya muchos años, de haberlo llevado -pero no leído- a Montevideo hace también muchos años, porque de haberlo leído en aquel invierno austral no lo habría disfrutado como nuevo en este verano septentrional de 2023. Irrelevancias concatenadas, estarán pensando. Y no les faltará razón, pero son mis irrelevancias concatenadas.

A todo esto no les he dicho nada del libro. Es un libro ajeno a Mundodisco, si les sirve de algo, así que no aparecerá nunca listada dentro de sus obras más memorables. Pero seguirá ahí como una pequeña gema para quien la quiera encontrar.

El precio de tu subscripción cuando el proveedor no puede crecer de otra forma

Clientes cautivos como presos en una mazmorra

Primero, el contexto. Recoge Antonio Ortiz en su blog el tema de las recientes subidas de precios en diversos servicios de Internet:

Subida de precios de Spotify, también de Disney+; hace poco Netflix empezó a cargarse su plan básico en algunos mercados (es decir, subida de precios); también tenemos anuncio de Dazn de aumento de la cuota y no dejaría de anotar que Tinder prepara una suscripción nueva por 500 dólares al mes.

Continúa recogiendo la opinión de Cory Doctorow según la cual:

las plataformas digitales comienzan ofreciendo valor a sus usuarios, pero con el tiempo y una posición más dominante del mercado priorizan sus propios intereses financieros a expensas de la experiencia del usuario.

Recogido el contexto, vamos a empezar por el final. Es indudable que en condiciones de monopolio (o cuasi-monopolio) esa degradación del servicio debido a una posición dominante existe. No es exclusivo de Internet, pasa también si la papelería del barrio se queda sin competencia. Ahora bien, ¿es eso realmente aplicable a servicios como Netflix que precisamente han visto debilitada su posición dominante ante la eclosión de servicios que le hacen la competencia? Diría que no.

Y de eso venía a hablar, de la degradación del servicio no cuando el mismo deviene monopolio incontestable sino todo lo contrario, cuando sus números encogen y la única idea que queda es apretar las tuercas a los incautos que siguen usándolo. Hay un tipo de servicio que nos da una buena analogía para el caso de algunos de estos servicios: el de los juegos free-to-play.

Un juego free-to-play es un juego en el que no es necesario pagar para jugar. El modelo de negocio orbita, no obstante, en torno a dar incentivos para el pago que pueden ser tanto puramente cosméticas como dar ventajas a la hora de competir contra otros jugadores. Todo esto funciona de maravilla cuando la base de usuarios es grande y creciente. ¿Qué pasa cuando eso no se cumple? Hay que pararse a analizar la dinámica en estos servicios de juegos gratuitos. Sería más o menos la siguiente:

  1. El juego se lanza y, si tiene éxito, su base de jugadores comienza a crecer.
  2. Como la base de jugadores crece, la facturación crece automágicamente sin subir precios, en ocasiones de crecimiento explosivo no hará falta ni mantener el ratio de usuarios que pagan.
  3. Cuando se va agotando el hype o, sencillamente, aparecen nuevos juegos a los que los jugadores van dando oportunidades, el crecimiento deja de ser orgánico: la base de jugadores se estanca o directamente mengua.
  4. Ante una base de jugadores menguante, el crecimiento de facturación automágico se esfuma y pasamos a la fase de apretarle las tuercas a quienes no quieren abandonar el barco conscientes del coste hundido en el mismo: subidas de precios explícitas (lo que ves en la etiqueta, vamos) o implícitas (sacando novedades constantes o haciendo que la ventaja de los usuarios de pago sea desproporcionada, de forma que mantenerse al día sea más caro).

Está claro que el umbral de disidencia de un usuario de Netflix puede ser menor que el de un usuario que lleve años pagando por su suscripción a un juego, pero ¿de verdad no hay un poquito de eso? ¿No es también ese suscriptor de Netflix un poco cautivo toda vez que está siguiendo varias series durante años que tienen ya temporadas confirmadas para los próximos meses?

De ahí que la subida de precios en estos servicios no se relacione siempre con su posición dominante, precisamente en algunos casos es justo lo contrario, la prueba de una incapacidad para crecer, al menos incapacidad de cumplir los objetivos de crecimiento marcados internamente, aunque aún dispongan de una serie de usuarios dispuestos a seguir pagando a pesar de que les suban los precios.

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